“Ya tengo futuro y eso es mucho para un sirio”
Essa Hassan, de 26 años, es el primero de 30 jóvenes que llegan del infierno de la guerra Siria a México para terminar sus estudios
Essa Hassan a los 23 años tuvo que tomar la decisión de huir o morir matando. Hace apenas cinco días que aterrizó en México como el primero de 30 jóvenes sirios seleccionados para finalizar ahí sus estudios, enterrados desde la primavera de 2011 por la guerra que ha destruido su tierra natal. Hoy puede, por fin, pensar en su futuro. “Y eso es mucho para un sirio”, remata.
Hassan está en México porque un mexicano vivió la tragedia de los refugiados en un campo del Kurdistán iraquí. Adrián Meléndez gestó ahí la idea de ofrecer algo más que comida y mantas para el frío. “El día que llegue la paz a Siria, ¿cómo se levantará un país que ha dejado a generaciones de jóvenes sin opciones, sin formación?, ¿quién lo hará si no son ellos?”, recalca Meléndez. La respuesta la tenía delante, miles de jóvenes preparados capaces de salir de ahí y continuar con su vida. Hassan, que lo acaba de lograr, lo tiene claro: “Quiero regresar con la suficiente experiencia para poder hacer algo”.
“El día que llegue la paz, ¿cómo se levantará un país que ha dejado a generaciones de jóvenes sin formación? Adrián Meléndez, uno de los fundadores de Proyecto Habesha
El Proyecto Habesha nació hace dos años con el trabajo de muchos profesionales en ayuda humanitaria y asesores expertos en la zona, además de la colaboración con becas de estudios de dos universidades mexicanas. La mayor parte del dinero que han juntado para traer a Hassan un año (11.000 dólares) y garantizar una pensión mensual y un seguro médico, lo han invertido los miembros del grupo. El Gobierno mexicano sólo les ha facilitado los trámites migratorios. El objetivo de la asociación es reunir lo suficiente para acoger a 29 más y poner su grano de arena en un conflicto que ha dejado 250.000 muertos y más de un millón de desplazados.
Conseguir que un joven sirio llegue a México no es una meta fácil. Además de que muchos de ellos no tienen documentos o están caducados, en Irak —donde se encuentran varios— no hay embajada mexicana y muchos viven en diferentes países en situación irregular. Para los que sí tienen sus pasaportes en regla, no tienen permitido volar sobre Europa y Estados Unidos. La salida se hace a través de Río de Janeiro y el coste del viaje se multiplica. Su entrada más inmediada es con la visa de estudiante.
“No me acuerdo de mis sueños antes de la guerra. Yo era un estudiante normal, que quería acabar sus estudios y encontrar un empleo”, reconoce Hassan. “Ahora —y ese adverbio recobra la fuerza de su voz— tengo muchos planes en mi cabeza a largo plazo. Desde hace varios años no he podido pensar en mi vida de aquí a un mes”. Estudiará ingeniería social en la Universidad Panamericana de Aguascalientes.
“No me acuerdo de mis sueños antes de la guerra. Era un estudiante normal, quería acabar sus estudios y encontrar un empleo Essa Hassan
El día que llegó había cámaras esperándolo en el aeropuerto de la Ciudad de México. Es consciente de que ser el primero lo ha convertido en la cara visible del plan. “Muchos de los posibles donantes quieren ver a dónde va su dinero y entiendo que quieran comprobar cómo soy, si tengo cara de terrorista, por ejemplo”, cuenta mientras sonríe siempre con un gesto irónico, considera en privado que su historia no es tan relevante como para pasearse por platós de televisión.
Los que en Siria estarían enfrentados en bandos de guerra, se unen en México. En el grupo de seleccionados hay kurdos, suníes, alauitas y cristianos. “Aquí se sentarán todos juntos, somos conscientes de que no será sencillo“, explica Meléndez. Forman una reducida representación de la complejidad étnica y cultural del país, que no siempre se entiende desde el exterior. Hassan lo resume: “La mayoría de gente desconoce la verdad sobre Siria. Igual que desde fuera muchos no saben cómo es realmente México”.
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