Ayatolismo antidemocrático en Venezuela
El pueblo votará en diciembre sólo por quienes permita el régimen y mientras no se melle el poder del Ayatolá Disodado Cabello
Imaginemos un mágico país dotado de tierras fértiles, minerales, puertos marítimos, gigantescas reservas de hidrocarburos, gente talentosa, deportistas extraordinarios, músicos de nivel mundial y con una democracia ejemplar durante décadas. Imaginemos que produce mucho petróleo, cuyo precio trepa vertiginosamente, lo que genera más recursos en 15 años que en medio siglo.
Ahora imaginemos un desafío inmenso: ¿podría un régimen en una década y media despilfarrar esos extraordinarios recursos, destrozar la democracia, fomentar una criminalidad pavorosa, pulverizar la economía, instaurar un sistema autoritario, encarcelar a opositores, aplastar una vibrante prensa libre…mientras participa en organismos regionales que NO toleran estos abusos? No, parecería misión imposible y ni García Márquez podía inventar ese realismo de pesadilla.
Esto está sucediendo hoy, no en la imaginación perversa sino en Venezuela. La combinación de hecatombe económica y represión dictatorial han puesto a ese hermano país al borde de una catástrofe humanitaria.
La combinación de hecatombe económica y represión dictatorial han puesto a Venezuela al borde de una catástrofe humanitaria
La dura realidad superó la imaginación. ¿Un Banco Central podría vender billetes de 100 dólares en 1 dólar? Sí, en Venezuela. Quince años de errores y confiscaciones obligan a importar todo lo que se consume y hoy se tiene menos dólares para sufragar esas compras. El régimen entrega las preciadas divisas a un céntimo de su valor a un círculo delincuencial pequeño, que nunca adquiere insumos básicos y roba estos recursos. Bolívar hoy tiene su nombre e imagen devaluados, porque el billete de más alta denominación que circula es el oxímoron de 100 Bolívares “Fuertes”, que no valen ni 16 centavos de dólar. Ese es el Socialismo XXI: los corruptos llenan sus cuentas bancarias en el exterior, los anaqueles están vacíos en mercados locales, la criminalidad se apodera de las calles, la inflación devora bolsillos, los pobres no tienen que comer y los enfermos no tienen medicina. Este desquiciado manejo del tipo de cambio sólo se arreglará cambiando los tipos que manejan la economía.
Ese cambio se logra con el voto. Por eso el despavorido régimen tenía congeladas las elecciones parlamentarias. El sacrificio de Leopoldo López y muchos valerosos huelguistas obtuvo la fecha para estos comicios: 6 de diciembre.
El gobierno que no cuenta ni con un tercio del electorado, ha decidido contraatacar con la receta de Ayatolás Iraníes: el pueblo votará el 6 de diciembre, pero sólo por los que permita el régimen y mientras no se melle el poder del Ayatolá principal, el Presidente del Parlamento Disodado Cabello. Este personaje es quien hoy verdaderamente manda y necesita preservar su cargo, para asegurarse inmunidad ante las investigaciones internacionales que enfrenta. Para lograrlo requiere prohibir postulaciones parlamentarias de adversarios notorios y dividir la oposición.
La lista de prohibiciones suma y aumenta: Ceballos, Machado, Scarano, Rosales, Pérez. Vienen más, porque Cabello no puede permitir que un opositor destacado, que le pueda disputar la Presidencia Congresal, sea elegido. Aquí todo vale, su Contraloría es el brazo que inhabilita por la vía administrativa y no judicial. No declarar cupones de alimentación nunca recibidos, en un país donde se roban miles de millones y el pueblo muere de hambre, sirve de excusa para proscribir candidaturas incómodas. Alcaldes constitucionales, brutalmente arrestados, son inhabilitados porque al “dejar el cargo no entregaron su declaración jurada a tiempo”. Venezuela vive bajo un sistema dictatorial que puede arrestar un opositor a patadas en su domicilio, y después expropiarle la casa por dejar a luz encendida cuando salía.
El régimen entrega las preciadas divisas a un céntimo de su valor a un círculo delincuencial pequeño, que nunca adquiere insumos básicos y roba estos recursos
Pronto llegará la medida para dividir: prohibir la participación de la oposición bajo el paraguas único de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Con sólo un tercio del voto, Cabello busca obtener la “primera minoría” fracturando los dos tercios opositores en varios pedazos y descabezando sus liderazgos mediante inhabilitaciones. Así intenta desmoralizar, doblegar y dividir a sus contrarios para preservar el poder y la inmunidad de su cargo.
Esto está pasando, esto va a suceder en Venezuela si los demócratas callan y encubren. El momento de definiciones ha llegado. Este Ayatolismo dictatorial debe ser denunciado y detenido por misiones de observación electoral en Caracas. Venezuela y su democracia necesitan elecciones sin exclusiones y con observación.
La integración de Mercosur es cuento, sólo funciona en Barcelona con el tridente de Messi, Neymar y Suarez. Pero, ¿la cláusula de defensa democrática de este Mercosur, aplicada el 2012 en Paraguay, está vigente? Almagro, el nuevo Secretario General de la OEA, dice lo correcto. ¿Va a hacer algo? Desmond Tutu, Nobel de la Paz sudafricano, ha cuestionado el silencio ensordecedor de vecinos de Venezuela. ¿Los gobernantes de la región seguirán sumidos en su cómplice silencio?
Martin Luther King en su lucha por derechos civiles decía que no recordaría las palabras de enemigos sino “el silencio de nuestros amigos.” Líderes, autoridades y gobernantes del hemisferio es hora de pronunciarse y actuar. Ahora. Por Venezuela.
La historia no perdonará el silencio de los amigos de la democracia.
Jorge-Tuto Quiroga es expresidente de Bolivia. Twitter @tutoquiroga
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.