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EE UU espió a 29 altos cargos del Gobierno de Rousseff en 2011

Las revelaciones se producen días después de una visita de la presidenta brasileña a Washington. Brasil da el episodio "por superado"

Dilma Rousseff y Baracl Obama, en el Despacho Oval de la CAsa Blanca, el pasado martes.
Dilma Rousseff y Baracl Obama, en el Despacho Oval de la CAsa Blanca, el pasado martes. KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

 La Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (NSA, en sus siglas en inglés) pinchó en 2011 los teléfonos de hasta 29 altos cargos del Gobierno brasileño del primer mandato de Dilma Rousseff. Edward Snowden, el antiguo técnico de la agencia, había revelado en 2013 que EEUU espió a la presidenta, lo que acarreó un incidente diplomático de primera magnitud y, a la postre, la cancelación fulminante de la visita que la presidenta tenía pensado llevar a cabo a EEUU ese año. Ahora, tan sólo tres días después de que la presidenta haya visitado –por fin- la Casa Blanca- y ella y Barack Obama hayan firmado, también por fin,  las paces y, aparentemente, dejado atrás el incidente, Wikileaks hace públicos más datos sobre el asunto que dejan claro que no sólo el teléfono de Rousseff fue interceptado.

Entre los 29 altos cargos con los teléfonos pinchados se cuentan el del ex ministro de la Casa Civil (jefe de Gabinete del presidente del Gobierno), António Palocci, y el del actual ministro de Planeamiento, Nelson Barbosa, que en 2011 era secretario ejecutivo del Ministerio de Economía. La NSA pinchó varios teléfonos de altos cargos de este ministerio, así como otros relacionados con el departamento de Defensa y el del Medio Ambiente.

No sólo eso: la NSA tenía controlados varios números fijos de las oficinas de Rousseff en Brasilia, varios portátiles y hasta el número del asistente personal de la presidenta, Anderson Dornelles, que era, entre otras cosas, el encargado de gestionar los varios aparaton telefónicos de Rousseff.

Ni siquiera cuando volaba en el Airbus de la Força Aérea 1, el avión presidencial, y la presidenta utilizaba el teléfono vía satélite, hablaba en privado. Las revelaciones dejan claro que incluso ese teléfono también estaba pinchado. A juzgar por las personas escogidas, los americanos tenían varias prioridades con referencia a Brasil: los asuntos económicos, los diplomáticos y los relacionados con el medio ambiente. ´Con todo, la NSA, que tenía los contactos brasileños catalogados como de nivel 3, otorgaba a estos menos importancia que los teléfonos pinchados franceses o alemanes, que gozaban de un 2 en términos de importancia.

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El viaje a EEUU de la presidenta, centrado sobre todo, en buscar inversores estadounidenses que ayuden a levantar la alicaída economía brasileña, discurrió entre el lunes y el miércoles, y tuvo tres etapas: Nueva York, Washington y San Francisco. En la capital estadounidense, en la Casa Blanca, fue donde se escenificó, con gran pompa, la paz entre Rousseff y Obama por el asunto del teléfono pinchado. La presidenta brasileña aseguró entonces, a una pregunta de los periodistas relativas a si tenía confianza en el Gobierno estadounidense: “Yo estoy segura ahora de que si el presidente Obama quiere tener alguna información que él juzga de importancia sobre Brasil, me llamará directamente”.

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Las revelaciones actuales, en principio, no  van a mudar el clima con el que terminó la visita, a juzgar por lo que asegura el ministro portavoz del Gobierno brasileño, Edinho Silva: “El Gobierno estadounidense reconoció sus errores y asumió un compromiso para cambiar de táctica. Para nosotros, el episodo está superado”.

Es sintomático que uno de los acuerdos estrella de esa reunión entre Rousseff y Oabama fue sobre medio ambiente y los compromisos de cada país para frenar el efecto invernadero, uno de los asuntos que EEUU se cuidó de espiar cuando tenía pinchados los teléfonos de los altos cargos brasileños.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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