Grecia asume algunos compromisos ante fuertes presiones internacionales
Estados Unidos conmina a Atenas a alcanzar un acuerdo con rapidez
Arrecia la presión para que Grecia alcance un acuerdo con sus acreedores (los socios europeos y el FMI) o se atenga a las consecuencias. Atenas aplazó ayer unas horas su propuesta al Eurogrupo —los ministros de Finanzas del euro— en una jornada marcada por la tensión. En plenas negociaciones, EE UU y varios líderes europeos conminaron al Gobierno de Alexis Tsipras a solicitar una ampliación del rescate actual. Grecia insiste en que prefiere un “acuerdo puente de deuda”, una fórmula política que le permita capear los próximos seis meses —hasta negociar un nuevo rescate— cumpliendo el grueso de los compromisos adquiridos, pero dejando de lado otros por la dramática crisis que atraviesa el país. Atenas, consciente de que carece de apoyos, se atrevió con una dosis de inesperada transparencia: su ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, publicó un jugoso paquete de documentos en los que detalla sus peticiones y, sobre todo, algunas de sus concesiones a los socios en aras de un acuerdo. Varoufakis replica así el aluvión de críticas en varias capitales, que han acusado una y otra vez a Atenas de no especificar su oferta.
Pese a que Bruselas trabaja con el dramatismo de las grandes ocasiones en una solución de compromiso, Berlín impone dureza: abandera un nutrido grupo de países que quieren que Tsipras se retrate y acepte las líneas maestras del rescate actual, a pesar de los mensajes —“la troika se ha acabado; el rescate se ha terminado”— que ha lanzado el primer ministro griego Europa solo mostrará generosidad una vez Atenas pase por el aro, según las fuentes consultadas en Bruselas. Y no parece que Grecia pueda evitarse el mal trago: pese al capital político que atesora Tsipras, el país está en una situación económica, fiscal y financiera cada vez más débil, y reclama flexibilidad en consecuencia. Alemania insiste desde hace días en que el rescate exige reformas y condiciones como contraprestación, y que no tiene nada más que ofrecer. Y el Eurogrupo secunda esa posición.
EE UU, que hace unos días lanzó mensajes de apoyo al nuevo Ejecutivo de Syriza, se suma ahora a las presiones: su secretario del Tesoro, Jack Lew, advirtió a Varoufakis de que un fracaso en las negociaciones provocaría “apuros inmediatos”. Ese es el espantajo que agitan también los europeos, incluso los supuestos aliados de Atenas: “Sin acuerdo entramos en aguas desconocidas, en las que los mayores riesgos son para Grecia”, dijo el ministro francés, Michel Sapin.
El BCE tenía anoche una bala de plata para precipitar el acuerdo, pero decidió ampliar las líneas de liquidez de emergencia para la banca griega. Esa es una bocanada de aire para Atenas. Pero ni siquiera es del todo una buena noticia: la jugada del BCE indica que la huida de capitales prosigue, y algunos analistas ven esa ampliación como una especie de coraza para evitar males mayores si no hay acuerdo. Grecia había pedido aún más margen, consciente de que mañana, sin un pacto, la salida de capitales se intensificará. Los inevitables apocalípticos no descartan incluso un corralito, pese a que lo más probable era y es un acuerdo de compromiso.
Varoufakis dio ayer abundante información, detalles suculentos de las negociaciones. Lo esencial es que Grecia necesita este año 17.000 millones para pagar a sus acreedores, y la incipiente recesión, la caída de los ingresos públicos y las apreturas en la banca reducen su margen de maniobra. Atenas pide un “acuerdo puente” o un “contrato interino”, y a cambio asegura que pagará religiosamente y que hará reformas y recortes, pero a un ritmo menos sangrante. Pide 1.900 millones procedentes de los beneficios obtenidos con la compra de deuda griega por parte del BCE. Reclama un fondo de 11.000 millones para estabilizar sus bancos. Y exige que se permita a sus entidades ampliar el límite de bonos del Tesoro que pueden adquirir. A cambio promete reformas (que sigue sin detallar lo suficiente), acabar con los grupos de interés y aprobar medidas contra la corrupción y la evasión fiscal. Pide algo de árnica —gasto social para los problemas más acuciantes— e impone varias líneas rojas. No a recortar pensiones. No a subir el IVA. No a los desahucios. No al programa de privatizaciones a toda velocidad que quería la troika. No a superávits fiscales “irrealizables”. Y no “a la extensión del actual programa y a la exigencia de completarlo con éxito”.
Queda un último acto de esta negociación: en las próximas horas se sabrá cuántas de esas negativas siguen en pie. Y cuánto hay que detallar las reformas prometidas para obtener el sí de Europa.
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