Italia rescata a 150.000 inmigrantes en el mar en un año
La UE patrullará el Mediterráneo, pero sin acercarse a la costa libia
Hace un año, varios cientos de ataúdes, muchos de ellos blancos, fueron alineados en un hangar del aeropuerto de la isla de Lampedusa. Las imágenes de aquellos dos grandes naufragios sucesivos —el 3 y el 11 de octubre de 2013— hicieron imposible seguir mirando para otro lado. La opinión pública y las autoridades, vacunadas de indiferencia ante los frecuentes hundimientos que se venían produciendo desde hace años en el canal de Sicilia, se sintieron por fin interpeladas.
El Gobierno de Italia, presidido entonces por el socialdemócrata Enrico Letta, puso en marcha una gran operación de patrullaje y rescate en la que involucró a la Armada y que se llamó Mare Nostrum. Las fotografías de los ataúdes fueron sustituidas por otras en las que viejas barcazas a punto de hundirse eran rescatadas por los buques de guerra italianos. El balance del primer año de la operación habla de una gran tragedia evitada —150.000 inmigrantes rescatados y 330 traficantes detenidos—, pero también plantea muchas dudas sobre qué puede pasar a partir de ahora.
Porque la Unión Europea (UE), que hasta ahora solo ha tenido una aproximación teórica al problema, está a punto de entrar en acción con un despliegue propio, pero todos los datos indican que, además de tardío, va a ser insuficiente. La operación, bautizada Tritón en honor del dios griego de las profundidades marinas, no va contar ni con la financiación, ni con los medios, ni siquiera con la capacidad de maniobra de Mare Nostrum, por lo que —más que ayudar— puede provocar duplicidades e incluso una cierta tentación por parte de Italia de aminorar el esfuerzo y la inversión.
Los datos son elocuentes. Mientras que el Gobierno italiano —pese a las estrecheces económicas que atraviesa— dedica a Mare Nostrum unos nueve millones de euros al mes, la europea Tritón solo tiene un presupuesto de 2,9. Mientras que, a toque de silbato, la Marina italiana ha coordinado a sus buques de guerra y los ha abierto para que voluntarios de la Cruz Roja, la Orden de Malta o Save the Children colaboren en los salvamentos, Frontex (la agencia europea que gestiona la cooperación en las fronteras) solo ha conseguido que, de los 28 países de la UE, únicamente ocho —Finlandia, España, Portugal, Holanda, Letonia, Malta, Francia e Islandia— se hayan mostrado dispuestos a enviar embarcaciones.
Solo ocho de los 28 socios europeos enviarán embarcaciones
Por si fuera poco, mientras los buques italianos pueden acercarse a las costas de Libia —donde se suele producir buena parte de los naufragios—, los barcos de la Tritón ni tienen la autorización ni la envergadura necesaria para salvamentos masivos. Según admitió el director ejecutivo de Frontex, el español Gil Arias Fernández, la operación que la UE piensa poner en marcha a partir del 1 de noviembre solo contará con “dos naves de altura, dos embarcaciones de patrulla costera, dos lanchas, dos aviones y un helicóptero”.
Es muy difícil que, con tales mimbres, sea posible acercarse siquiera a los resultados —150.000 inmigrantes rescatados del mar— logrados por Italia. De ahí que Cecilia Malmström, la comisaria europea de Interior, haya admitido que “Tritón no puede reemplazar a Mare Nostrum. El futuro de Mare Nostrum sigue siendo, en cualquier caso, una decisión italiana”.
Una “decisión italiana” de la que, como demuestran los datos, depende la vida de miles de personas, incluidos miles de niños. No es de extrañar, por tanto, que a Matteo Renzi se le lleven los diablos ante la frialdad europea en un asunto vital. “Europa”, suele quejarse el primer ministro italiano, “nos dice todo sobre cómo debemos pescar el pez espada, pero no nos ayuda a salvar niños en el Mediterráneo”. Ahora empezará a ayudar, pero solo en la orilla.
Renzi se queja de la frialdad
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