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Tribuna
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Hora de librarse de la camisa de fuerza del Mercosur

El descontento con la zona libre de comercio ha crecido conforme se ha convertido en una alianza política de gobiernos de izquierda

El futuro de Brasil y Uruguay dentro del Mercosur se ha vuelto uno de los principales temas de campaña en sus elecciones presidenciales a raíz de las intenciones manifiestas de los candidatos de oposición de buscar acuerdos comerciales bilaterales con otras naciones y bloques. Si bien no parten como favoritos en sus respectivas contiendas, de alcanzar la presidencia Aécio Neves en Brasil y Luis Lacalle Pou en Uruguay, plantearían una importante reconfiguración política y comercial en Sudamérica.

El descontento con Mercosur ha venido creciendo conforme dicho grupo pasó de ser una prometedora zona de libre comercio a convertirse en una alianza política de gobiernos de izquierda. Si bien en sus primeros años el bloque fue bastante exitoso en abolir barreras comerciales entre sus miembros, en los últimos 10 años, ha sucumbido a las inclinaciones proteccionistas de sus dos socios más grandes, Argentina y Brasil. Prueba de ello es que, tras más de 20 años de existencia, Mercosur no ha logrado materializar dos de sus principales objetivos: libre comercio absoluto entre sus miembros y la implementación de acuerdos comerciales de importancia con actores como Estados Unidos o la Unión Europea.

Esta degeneración de propósitos tuvo su cénit con la incorporación de Venezuela al grupo en 2011 tras la suspensión temporal de Paraguay por el juicio político realizado al presidente Fernando Lugo. La legalidad de dicho acto fue resumida en ese momento por el presidente uruguayo José Mujica cuando dijo que “lo político superaba ampliamente a lo jurídico”. Si bien Venezuela fue admitida al Mercosur, no entró a formar parte de la unión aduanera, lo que confirma la primacía actual de los fines políticos sobre los comerciales.

Dicho énfasis no tuvo mayor consecuencia aparente en la última década cuando los países del Mercosur disfrutaban de una bonanza en sus exportaciones producto del alto precio de las materias primas. Durante este lapso, al otro lado del continente, países como Chile, Perú y Colombia negociaron activamente acuerdos comerciales con Estados Unidos, la Unión Europea e incluso China. Sin embargo, conforme empezaron a menguar los vientos de cola de las condiciones externas favorables, y las economías del Mercosur se desaceleraron, dicho bloque ha empezado a ser percibido más como una camisa de fuerza que como una plataforma de oportunidades.

Esta degeneración de propósitos tuvo su cénit con la incorporación de Venezuela al grupo en 2011 tras la suspensión temporal de Paraguay por el juicio político realizado al presidente Fernando Lugo

En particular, está sobre el tapete la llamada “Decisión 32/00”, que no permite que un país miembro de Mercosur suscriba acuerdos comerciales con otras naciones sin tener primero el consentimiento del bloque. Esta cláusula ha sido aprovechada por los gobiernos proteccionistas, principalmente Argentina, para ahogar cualquier intento de otros estados miembros, especialmente los dos pequeños, de suscribir tratados de libre comercio bilaterales. De tal forma, Paraguay recientemente tuvo que engavetar las negociaciones que sostenía con México ante la resistencia de sus socios del Mercosur.

En Brasil, la necesidad de abrir mercados externos se ha hecho cada vez más evidente. La parálisis de la Ronda de Doha y el estancamiento en las negociaciones entre Mercosur y la Unión Europea lanzadas en 1999 —principalmente debido a la reticencia argentina— han fortalecido las voces para que Brasilia negocie TLC por cuenta propia. Aécio Neves ha propuesto “flexibilizar” al Mercosur de tal forma que su país pueda alcanzar el tan ansiado acuerdo con la UE, que es el principal socio comercial de Brasil. Los números resaltan la lógica de esta posición: mientras que las exportaciones brasileñas al resto de Mercosur constituyen un 11,6% del total, las ventas a la UE representan un 21,4%. Neves incluso ha señalado que el bloque sudamericano debería copiar el ejemplo “dinámico” de la Alianza del Pacífico, conformada por México, Colombia, Perú y Chile.

En Uruguay, el candidato nacionalista Luis Lacalle Pou igualmente ha planteado la necesidad de que Mercosur permita a sus socios negociar tratados comerciales con otros países y bloques. En el pasado Uruguay coqueteó con un TLC con Estados Unidos, y es ahora uno de los principales interesados en materializar la negociación con la UE. Lacalle Pou indicó que, como presidente, lucharía por eliminar la Decisión 32/00.

Sin embargo, cabe destacar que dicha cláusula constituye una traba política pero no jurídica para aquellos países interesados en buscar acuerdos bilaterales. La Decisión 32/00, que no forma parte del Tratado de Asunción de 1991, fue acordada por los Ejecutivos del Mercosur en el 2000, pero nunca fue ratificada por los respectivos parlamentos nacionales. De tal forma, su validez es simbólica mas no legal, ya que los ordenamientos constitucionales de estos países establecen que los tratados internacionales deben ser refrendados por el Legislativo para entrar en vigencia. Así, de resultar electos, tanto Neves como Lacalle Pou están en capacidad de señalar que Brasil y Uruguay no cuentan con un impedimento legal para materializar acuerdos comerciales con otras naciones. Paraguay muy probablemente se les una, ya que desde hace varios años ha dejado muy clara su insatisfacción con el Mercosur.

Si Neves y Lacalle Pou en verdad apuntan al libre comercio, deben librarse de la camisa de fuerza en la que se ha convertido el Mercosur.

Juan Carlos Hidalgo es analista de políticas públicas sobre América Latina en el Centro para la Libertad y Prosperidad Global del Cato Institute en Washington, DC.

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