“Este pueblo ha sido saqueado por los oligarcas durante 23 años”
Vladímir Antiuféyex, viceprimer ministro de la autodeclarada República de Donetsk, fue jefe de los servicios de seguridad en Transdniéster y uno de los artífices de la anexión rusa de Crimea
Vladímir Antiuféyev, que fue el jefe de los Servicios de Seguridad del territorio secesionista del Transdniéster durante casi 20 años (1992-2012), se ha incorporado como viceprimer ministro a la autodenominada República Popular de Donetsk (RPD). Este peso pesado en la historia de los “agujeros negros” legados por la Unión Soviética, ha traído consigo a Donetsk a un equipo de sus colaboradores del Transdniéster, la región industrial poblada por eslavos (rusos y ucranios) que, al desintegrarse la URSS, se opuso a los nacionalistas prorrumanos de Moldavia. Antiuféyev asegura que el puesto de número dos en la RPD se lo ofreció el primer ministro, el ruso Alexandr Borodái, y que no conoce ni trata con el presidente Vladímir Putin ni con los ideólogos o altos funcionarios del Kremlin.
El oficial reconoce que participó en la campaña para “el retorno” de Crimea a Rusia y que en ella hubo también “chicos” del Transdniéster. Sobre las razones para dejar a su esposa e hijos y acudir a Donetsk, afirma: “No podía quedarme al margen, y no porque necesite adrenalina. Soy un ruso y, aunque desciendo parcialmente de ucranios, por mi mentalidad soy ruso. Soy un oficial ruso y este es mi pueblo”.
Entre el Transdniéster (encajonado entre el río Dniéster y Ucrania) y Donetsk hay una diferencia clave: la frontera con Rusia. “Cuarenta centímetros de frontera con Rusia le bastarían al Transdniéster para vivir bien”, afirma Antiuféyev y explica que la población de ambos territorios tenía reivindicaciones comunes, a saber, una “relativa independencia económica y una segunda lengua” (el ruso), pero “el pueblo y la época son diferentes”. “Antes existía el pueblo soviético y ahora estamos ante un pueblo que habla en ruso y que históricamente se orienta hacia Rusia pero que ha sido saqueado por los oligarcas durante 23 años”. La situación en la RPD es “más difícil que en el Transdniéster, por el mayor potencial económico y mayor población de Donetsk y también por la guerra”, que, por su número de víctimas e implicaciones, ya supera a la que se dio en el Transdniéster en 1992. El general ve las dos regiones como parte de Novoróssia, una franja de provincias colonizadas otrora por Rusia en lo que es hoy el sureste de Ucrania.
Antiuféyev, oriundo de Siberia, opina que Ucrania está “desgarrada por fuerzas centrífugas” y “condenada” como país. El Estado europeo de mayor tamaño (después de Rusia) es una “unidad artificial creada por los bolcheviques, cuyos fundamentos territoriales, interétnicos y económicos estuvieron muchos años en permanente contradicción”, afirma. “Hace mucho que Ucrania ya no existiría si no hubiera sido por la Federación Rusa, que esperaba que el pueblo hermano sería un aliado contra la expansión de Occidente y que le suministró gas prácticamente gratis durante más de 20 años”, dice. Pero en lugar de cumplirse las expectativas rusas, “surgió un clan de oligarcas que se llevó su capital a occidente y ya se sabe que donde está el capital, está el corazón”.
“Solo Rusia podía garantizar la integridad territorial de Ucrania, pero ¿acaso Rusia tiene ahora necesidad de ello?”, inquiere, y pronostica que Polonia, Hungría y Rumanía formularán reclamaciones territoriales a Kiev en base a las “leyes europeas que contemplan la devolución de tierras a antiguos propietarios” expropiados por el régimen comunista. “Occidente tomará lo que le pertenece”, sentencia Antiuféyev y advierte sobre el reparto de pasaportes rumanos en regiones ucranias que antes pertenecieron a Bucarest.
Antiuféyev fue oficial de la policía en Riga (Letonia) hasta agosto de 1991 cuando fue acusado de participar en el intento de golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov. Se refugió en el Transdniéster, donde organizó los servicios de seguridad y los dirigió hasta 2012, cuando Yevgueni Shevchuk relevó a Igor Smirnov como líder local. En Moscú, adonde se trasladó y donde preparaba su tesis doctoral, Antiuféyev nunca se sintió en casa.
Crimea cambió su vida. Antiuféyev llegó allí “a fines de febrero” y dice estar “orgulloso” de haber sido “participante activo de los acontecimientos que devolvieron la península a Rusia”, aunque evita los detalles sobre cómo se sumó al proyecto. “Yo soñaba con eso. Hice todo lo posible para incorporarme”, sentencia.
El viernes, el día de esta entrevista, Antiuféyev estaba al frente de la RPD, porque Borodái cumplía 42 años y estaba en Moscú. Así que el oficial ocupó el despacho del politólogo ruso y se sentó frente al retrato del presidente Vladímir Putin. “Imagínese, los tanques [leales a Kiev] están solo a cuatro kilómetros”, comentaba, mientras en la antesala uniformados fornidos venían a informarle sobre la situación en el frente. “En la ciudad han penetrado grupos terroristas de los cuerpos de seguridad de Ucrania y la policía, por orden de Kiev, se marchó de aquí. Ahora estamos creando una policía para mantener el orden y unos órganos de seguridad para detectar a nuestros enemigos y parar el terror”, explicaba. Estas tareas han sido encomendadas a quienes fueron sus “colaboradores” en el Ministerio de Seguridad de Tiraspol, Oleg Birioza, que se ha convertido en ministro del Interior de la RPD, y Andréi Pinchuk, ministro de la Seguridad del Estado. Además “por su propia iniciativa” vino Alexandr Karamán, un ex vicepresidente del Transdniéster, que ha sido nombrado “responsable de temas sociales e educación”. Karamán es persona cercana al viceprimer ministro de Rusia Oleg Rogozin.
Antiuféyev reconoce que “chicos” del Transdniéster colaboraron en el “retorno de Crimea a Rusia”, aunque “los servicios de seguridad de Ucrania contactaron a [el presidente del Transdniéster] Shevchuk y éste comenzó a presionar e intimidar a las familias de esos oficiales que estaban realizando una gran hazaña en Crimea”, afirma. “Shevchuk dice que ama a Rusia, pero sirve a varios dueños”, sentencia.
Antiuféyev afirma que decidió ir a Donetsk cuando vio que los acontecimientos tomaban un rumbo “complicado” y le quedó claro que “no iban a ir como sucedió en Crimea”. “Comprendí que podía ser útil aquí y que las cosas no iban bien y debía venir. No busco aventuras, tengo dos hijos pequeños, uno de ocho años y otro de cuatro. Comprendo que me juego la vida, comprendo los riesgos. A mis hijos mayores, que se criaron en el Báltico, apenas los vi, y estos otros también crecerán sin mí”, afirma.
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