Bolivia pone en marcha la ley que permite trabajar a niños de 10 años
El nuevo código recoge la principal exigencia de un sindicato de menores y preocupa a los organismos internacionales
Juan David, trabajador autónomo de 12 años, celebraba la entrada en vigor del nuevo Código de la niñez que permite trabajar a los críos desde los 10 años, y no a partir de los 14 como hasta ahora. Bolivia se ha convertido en el único país del mundo que lo autoriza. La medida es producto de la presión que ha ejercido, durante los meses de trámite parlamentario, la Unión de Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores de Bolivia (Unatsbo), una especie de sindicato de trabajadores infantiles. En general en el Código se prohíbe el trabajo a menores de 14 años, pero se prevén excepciones a partir de los 10 años si tienen permiso de los padres o son autónomos, algo que causa preocupación entre los organismos internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que ha anunciado una detallada revisión de la medida.
Frente a la alegría de los niños trabajadores, el Defensor del Pueblo y las organizaciones de derechos humanos consideran la ley “un retroceso” porque “desoye las reflexiones, los convenios y protocolos internacionales suscritos por el Estado”, critica la presidenta de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, Yolanda Herrera.
Los niños y adolescentes bolivianos frenaron, en diciembre, el proyecto de Código que prohibía el trabajo a menores de 14 años. Protestaron en las calles de La Paz y la policía les dispersó con gases lacrimógenos, algo que levantó una oleada de condena ciudadana a la dura represión. Con ello logró también la atención del presidente, Evo Morales, que, días después, les invitó a desayunar en la Casa de Gobierno. Allí les dio la razón y se identificó con sus demandas, pues él trabajó desde pequeño como pastor y agricultor.
El vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, promulgó el documento el jueves en la sede del Gobierno ante casi un centenar de representantes de Unatsbo. Reconoció que ha costado elaborar la ley “porque había un conjunto de convenios internacionales que el Estado ha firmado referido a los derechos de las niñas, niños y adolescentes, y existe una realidad boliviana, una modalidad propia de lo que es el trabajo y la situación de los niños y adolescentes del país”, afirmó.
Juan David sabe mucho de esa realidad. “Mi papá nos dejó a mi mamá, a mis tres hermanos y a mí hace ocho años y, desde entonces, hemos buscado trabajo para ayudar a mi mamá”, cuenta el chico. “Soy carretillero por cuenta propia y tengo mi propia carretilla”, afirma. Su empleo consiste en ir al mercadillo de los sábados y ofrecerse para transportar mercancía de las personas que acuden a comprar al sitio. Lleva hasta 12 kilos en cada viaje de los seis o siete que hace en un día. Gana entre tres y siete euros, y trabaja en mejores condiciones que los críos que cargan los sacos a pulso y lo hacen a diario. Como él, cientos de miles de niños en Bolivia están obligados a trabajar si quieren a sobrevivir a la extrema pobreza o la disgregación familiar en las ciudades. Otros miles trabajan como una forma cultural de aprendizaje de técnicas para un oficio futuro. El nuevo código de la infancia propone elaborar un censo del segmento de población entre cinco y 18 años para saber cuántos son trabajadores. Las cifras oficiales, de 2008, calculan que hay 850.000 pequeños trabajadores —de una población total del país de 10 millones—, pero cálculos recientes elevan la cifra a un millón.
Desde el 2003, cuando se creó la Unatsbo, muchos están organizados. Juan David, que cursa el primer curso de Secundaria, es representante en Cochabamba.
Su estructura —supervisada por exafiliados mayores de edad— se basa en grupos de niños vendedores de dulces, de flores, lavadores de vehículos, lustradores de zapatos, portadores de agua en los cementerios. Se forman asociaciones gremiales locales, regionales para luego integrar una organización en casi todo el país.
Tienen reuniones virtuales cada mes. “Tenemos el Facebook”, apunta Juan David, que explica las condiciones que debe tener un representante, elegido en votación. “Tienes que conocer bien el Código, saber hablar bien, estar muy atento y no distraerse en las reuniones”, explica.
Él espera seguir estudiando. “Muchas señoras son mis clientas y me conocen hace tiempo. Una de ellas me ha prometido que si acabo el Bachillerato, me ayudará en la universidad”, explica orgulloso. “Me gusta mi trabajo, desarrollo mi fuerza, hago amigos, me ayuda a socializarme con la gente”, dice.
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