Rousseff toma oxígeno anunciando más apoyos a los trabajadores
La presidenta de Brasil intentar coger fuerza de cara a las elecciones de octubre levantando la bandera del desarrollo
La ocasión para que la presidenta Dilma Rousseff se dirigiera a sus leales y a sus potenciales electores ha llegado con la celebración del primero de mayo. En la víspera del Dia del Trabajo, Rousseff anunció en cadena nacional de radio y televisión un paquete de ayudas al trabajador, una decisión que puede fortalecerla en un momento de corrientes de opinión pública desfavorables.
Las ayudas van desde la corrección de la tabla del Impuesto de la Renta, que garantiza una mordida más pequeña del fisco, a un reajuste del 10% de la Bolsa Familia, pasando por el compromiso de seguir impulsando el salario mínimo, un instrumento que cambió la lógica económica en Brasil al mejorar la renta de los más pobres durante los años del PT en el poder.
Se trata de una estrategia sinuosa en la que el Gobierno abre más el cofre después del compromiso público de reducir sus gastos este año.
Bajo fuerte presión a seis meses de las elecciones, exprimida por las denuncias contra Petrobras, y acosada por el fantasma del despido que ronda el sector de la automoción, la mandataria aprovechó para subrayar los beneficios promovidos por su Goberno y el anterior, con Lula. Rousseff habló de los 20 millones de empleos generados en los últimos 11 años, o de la subida del 70% de los salarios en ese periodo.
"Nuestro gobierno siempre defenderá los derechos y las conquistas laborales", dijo la presidenta, activando la vieja fórmula getulista de acariciar los oídos de los menos favorecidos.
Rousseff también habló del alza de los precios de los alimentos y la relacionó con problemas coyunturales, en ocasiones motivados por factores climáticos. El discurso reveló que Rousseff está más que nunca en la batalla electoral, en un momento en que sus opositores van cogiendo aliento en los sondeos, como uno de la CNT divulgado la semana pasada que mostraba un avance de Aécio Neves y un rechazo creciente a Rousseff.
Esta semana la presidenta repitió en dos ocasiones, durante una cena con periodistas y en una entrevista para una radio, que llevará su candidatura adelante, a pesar de los evidentes movimientos partidarios del regreso de Lula. Este viernes, él y Rousseff se verán en el 14 Encuentro Nacional del Partido de los Trabajadores, donde intentarán unir fuerzas para reactivar a la militancia política.
La presidenta también ha aludido a los problemas de Petrobras, cuya presidenta, Graça Foster, necesitó acudir nuevamente al Senado este miércoles. “Petrobras jamás va a ser confundida con actos de corrupción o de acción indebida de cualquier persona. Lo que tenga que ser purificado debe y va a ser purificado con el máximo rigor”, garantizó, añadiendo que no se va a quedar callada ante la supuesta campaña negativa contra Petrobras de quienes "para quitar provecho político, no dudan en herir la imagen de esa empresa que el trabajador brasileño construyó con tanta lucha, sudor y lágrimas”.
Rousseff mostró las garras, pero no se sabe si esto le bastará para defender su campaña electoral. En un momento en que la séptima economía del mundo, como confirmó el Banco Mundial esta semana, parece perder el optimismo que barrió Brasil los últimos años, la intención del PT es insistir en el mensaje de que merece la pena creer que el futuro puede ser mejor aún, con más dinero en el bolsillo, estabilidad e inflación controlada.
Queda mucho camino, y se supone que este año Rousseff está más preparada que en las elecciones de 2010, cuando Lula no tuvo más que decir su nombre para que se le abrieran de par en par las puertas del Palacio de Planalto, la casa presidencial. Pero sus adversarios también han aprendido a atacar los puntos débiles del PT, como la corrupción en la maquinaria de la administración pública. De cara a octubre, la batalla está garantizada.
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