“La mayoría roba, pero uno saquea para dar de comer a los chiquitos”
Fernández acusó de extorsión a los policías que dejaron de controlar provincias lastradas por la delincuencia y la pobreza
E. G., de 27 años, casada y con cuatro hijos, vive en un barrio precario de la provincia de Buenos Aires. En 2012 participó de los saqueos que ocurrieron en Argentina y esta vez planeaba hacerlo hasta que su padre le advirtió que los supermercados estaban custodiados por la Gendarmería Nacional. Ella dice que lo suyo no es robo porque solo busca alimentos, cada vez más caros, para sus niños, aunque tacha de ladrones a los que se llevan bebidas alcohólicas o televisores. “La mayoría roba, pero uno va a saquear para dar de comer a los chiquitos. Cuando vas a decir al intendente (alcalde) que no tenés para comer, te dice que no tiene nada más que una bolsa con un paquete de fideos, uno de arroz, uno de azúcar, uno de puré de tomate y una botella de aceite por mes, pero te dura dos días”, se queja.
Las razones de los saqueos son variadas: desde la “extorsión” de los policías en huelga que denunció este martes la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en el acto de festejo de los primeros 30 años de democracia ininterrumpida en Argentina hasta una mezcla de delincuencia, desigualdad y pobreza. A diferencia de 2012, esta vez se han disparado por la huelga de policías en 20 provincias que continuaba solo en una de ellas, la norteña Salta, pese a que este miércoles el jefe de Gabinete argentino, Jorge Capitanich, dijo que ya reinaba “un clima de paz y tranquilidad pública”. En enfrentamientos entre saqueadores y comerciantes han muerto diez personas, incluidos adolescentes en situación de pobreza. Ciudadanos de clase media vigilaban con armas largas casas y negocios. Unos 1.900 comercios fueron saqueados. Los policías consiguieron así un aumento salarial del 30% de media, que supera al conseguido por el conjunto de los asalariados argentinos en los últimos 12 meses (26%, frente a un 25,5% de inflación) y que complica las cuentas de las provincias.
La investigadora social Maristella Svampa considera que “diferentes hipótesis buscan explicar” los saqueos. Una es la “catastrofista”, que los compara con los que ocurrieron en la hiperinflación de 1989 o en la crisis de 2001, poco antes de que la pobreza llegara a afectar al 57% de la población. En la actualidad, entre 20% y 24% es pobre. La segunda hipótesis es la “conspirativa, que sostiene que todo saqueo es organizado y de lo que se trata es de detectar a los responsables políticos o sociales”, según Svampa. En 1989, cuando gobernaba el radical (centrista) Raúl Alfonsín, fueron acusados trotkskistas y peronistas. En 2001, cuando caída el radical Fernando de la Rúa, los peronistas que lo sustituyeron. Ahora el kirchnerismo responsabiliza a peronistas opositores, narcotraficantes y delincuentes comunes. “Por último, la hipótesis de índole más sociológica: los saqueos constituyen un repertorio de acción colectiva de los sectores populares, asociados a fuertes estructuras de desigualdad. Desde mi perspectiva, hay que evitar los reduccionismos explicativos”, señala la doctora en Ciencias Sociales. En los 70, el coeficiente Gini de desigualdad de ingresos (el 0 indica equidad total y el 1, la mayor injusticia) era 0,36 en Argentina, pero subió hasta 0,55 en 2002 y en los diez años de gobiernos kirchneristas ha bajado a 0,41 (es 0,34 en España). “Los saqueos iluminan la faz oscura de los sectores subalternos en su intento por invertir un orden desigual, apropiándose de bienes primarios y de consumo que esta sociedad promete a sus consumidores, pero a los que en tiempos normales los pobres están lejos de acceder. Lo novedoso es que las fuerzas de seguridad ahora son conscientes de su capacidad de presión. Del lado de los sectores medios y acomodados afectados, (esto) potencia los prejuicios y la acción racistas y clasistas”, advierte Svampa.
E. G. se entera de la organización de saqueos por el boca a boca y Facebook, aunque hace una semana se le descompuso el ordenador. En 2012 fue a saquear porque su marido solo tenía trabajo un día por semana, ganaba 90 euros al mes y con otros 155 de subvención estatal su familia comía una vez por día. “No tenía miedo porque fui con mi papá”, cuenta. Ahora su marido consiguió empleo formal, cobra 790 euros, sus hijos han vuelto a comer dos veces por día, pero ella planeaba saquear porque la carne vacuna y el pan “aumentan mucho” de precio. Aclara que otros vecinos roban electrodomésticos o ropa para después revenderlos y comprar después bienes básicos. También están los que no participan de saqueos por razones morales o por el riesgo de resultar heridos. Esta vez la presencia de gendarmes la disuadió de ir. “Ni loca voy a que me maten”, cuenta y reconoce que delincuentes y policías de civil participan también de saqueos mientras que punteros (dirigentes políticos barriales) los promueven.
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