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ENTREVISTA

Robert Kaplan: “No veo cómo puede funcionar una intervención en Siria”

El analista e historiador, que apoyó las intervenciones en Kosovo y en Irak, cree que las condiciones son muy distintas ahora en Siria

Robert Kaplan, analista del 'think tank' Stratfor.
Robert Kaplan, analista del 'think tank' Stratfor.GORKA LEJARCEGI

Las líneas que dividen el mundo en la cabeza de Robert Kaplan no coinciden con las de los mapas políticos. El individuo, dice, ayuda a contar una parte de la historia. La otra mitad es cosa de la geografía, el clima y los recursos. Definieron en el pasado las fuerzas geopolíticas y sirven para anticipar el futuro. Su nuevo libro, La venganza de la geografía, sale a la venta en España en plena crisis siria. El autor, un peso pesado en el mundo del periodismo y analista jefe del think tank Stratfor, argumentó ante Bill Clinton la necesidad de que EE UU actuara en los Balcanes y después apoyó a George Bush para invadir Irak. Ahora, sin embargo, no lo ve tan claro en el caso de Siria.

Pregunta. ¿Cómo explica la crisis siria a través de la geografía?

Respuesta. Siria es la expresión geográfica de que no es un país real. Hay diferentes grupos sectarios y étnicos que están vinculados a territorios específicos. Son grupos que lograron estar juntos de una manera estable, aunque forzada, por la familia El Asad durante cuatro décadas. Pero no hicieron nada para desarrollar la sociedad civil o infundir una identidad real de ciudadanía. El único elemento de unidad fue la hostilidad hacia Israel. Eso se está derrumbando y no está claro que haya un Estado. Ese es el problema.

P. ¿Es un país trampa?

R. Cualquier intervención debe ser liderada por EE UU, oficial u oficiosamente. No veo, sin embargo, como en Siria podría tener éxito o funcionar. El poderío militar de EE UU puede hacer muchas cosas; proteger las líneas de comunicaciones marítimas, puede hacer de equilibrio contra China en beneficio de Japón y Corea del Sur. Pero no puede estabilizar una sociedad islámica muy compleja, en guerra. De haber una solución sería por una negociación entre los vecinos: Turquía, Irán y Arabia Saudí con Rusia.

P. Túnez, Libia, Egipto. Todo está pasando en esa zona.

R. Estamos hablando del antiguo Imperio otomano. El siglo XX y comienzos del XXI no aportaron una solución a su colapso. Cuando el sultán gobernaba desde Estambul, no había disputas sobre quién controlaba qué territorio. Cada grupo era leal al sultán y no hacia su vecino. Tras su colapso, los imperios coloniales crearon líneas artificiales y después surgieron dictadores que gobernaron como Francia y Reino Unido hicieron antes. Por eso la primavera árabe es fruto del colapso gradual de la autoridad de control central. Nada tomó su lugar, porque varios de estos países no son realmente países. Es el caso también de Libia.

P. ¿Se podría trazar una unión entonces de estos problemas en el sureste del mediterráneo con la crisis en Grecia?

R. De nuevo, una consecuencia del colapso del Imperio otomano y del bizantino. No es un accidente que la parte más problemática en términos económicos y políticos de Europa sea la del sureste. Grecia tiene poco que ver con el corazón de Europa. Tiene instituciones débiles, por no dejar de mencionar la evasión fiscal, que pasa en países donde la autoridad central es tan débil o tan corrupta que nadie presta atención.

P. ¿Entonces, geográficamente hablando, tampoco es casual que sea todo el sur de Europa el que tenga dificultad?

R. Juntar diferentes patrones de desarrollo es una idea muy ambiciosa. Los países del sur fueron más débiles desde el punto de vista institucional. Hay una tradición política muy diferente a la de Luxemburgo, Bélgica, Francia o Alemania. Por eso no es accidental que el sur de Europa esté afrontando esta terrible crisis económica mientras que el norte crece. La cuestión está en saber si los ciudadanos del norte seguirán aceptando subsidiarles.

P. ¿Dónde está la línea de división entre Europa y África?

R. Los mares son conectores al igual que divisores. Por eso la frontera real es el desierto del Sáhara. El Mediterráneo unifica. La historia de España y Marruecos estaba increíblemente unida los últimos dos milenios. Es solo en los últimos 150 años donde se produjo tal división. Por eso el futuro de Europa estará parcialmente determinado por lo que pase en el norte de África.

P. ¿Lo mismo pasará con EE UU y México?

R. Ahí la línea divisoria, la barrera, está en la jungla del Amazonas. El Caribe, como el Mediterráneo, une.

P. Se puede trazar un triángulo entre EE UU, Europa y América Latina para representar en el pasado la relación de fuerzas en el Atlántico. ¿Se puede decir que la punta europea rotó hacia Asia?

R. EE UU tiene una vinculación estratégica y emotiva muy fuerte con Asia. Ahora es el centro de la economía mundial, y también el demográfico. Es natural que sea su área de mayor preocupación. Además, la inmigración que a mediados del pasado siglo empezó a llegar de Asia y América Latina es la que está provocando que las élites vean el mundo de otra manera. Los hijos de esos inmigrantes son los que ocupan puestos de poder. EE UU no ve Europa en su futuro. Siempre se implicará en Europa, pero no como antes del fin de la guerra fría.

P. La relación de EE UU con Rusia es siempre motivo de análisis. Pero en su libro es China el gran rival ruso.

R. El pacto de Varsovia puede estar muerto. También el comunismo. Pero Rusia sigue siendo grande y está cerca de Europa, y encima es rica en recursos naturales. Conforme la Unión Europea se debilita, Rusia se fortalece en el este europeo. Con China escenifica una gran relación. Son dos países totalitarios, que se llevan bien. China, además, necesita de sus recursos. Pero aunque son aliados tácticos, no lo son estratégicos. Siempre van a ser sospechosos el uno del otro.

P. ¿Cómo ve India?

R. India puede ser el verdadero Estado pivote del siglo XXI. Será una gran potencia, con una población mayor que la de China. No veo un colapso del país, algo que no tengo tan claro con China. En este momento no tiene una economía muy espectacular y no es un país eficiente, pero se irá solucionando.

P. ¿Cómo afecta la tecnología a la geografía?

R. Las comunicaciones electrónicas la hacen más claustrofóbica, no irrelevante. El hecho de que podamos comunicarnos por correo electrónico no significa que vivamos en el mismo mundo. Cuando se ven todas las disputas, te das cuenta de que las montañas, los valles, todos importan. Lo que pasa ahora es que cualquier lugar es estratégico y afecta a otro como nunca antes.

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