Lisboa pide más tiempo y mejores condiciones para cumplir con la troika
Las previsiones son desfavorables: el PIB caerá un 2% y el paro llegará al 18% En dos años el país debe ahorrar 4.000 millones más en educación y salud
Los representantes de la troika (esos tipos trajeados y serios que salen continuamente en los telediarios portugueses entrando y saliendo de reuniones pero que rara vez hablan en ellos) están en Portugal por séptima vez desde que el país pidiera, hace casi dos años y para evitar la bancarrota, el macropréstamo de 78.000 millones de euros. Su objetivo, como las otras seis veces, es verificar las cuentas públicas lusas, comprobar que se cumplen los ajustes prometidos y, si eso es así, dar el visto bueno a los envíos correspondientes de dinero (cada visita se corresponde con una entrega de parte del préstamo).
Pero en esta ocasión es diferente. El Gobierno portugués, ahogado por unas oscuras previsiones económicas que no acaban de despejarse, ha solicitado en Europa más tiempo para sortear el déficit, para pagar la deuda de este préstamo y para ejecutar nuevos y concretos ajustes en el gasto público. La troika, compuesta por representantes del FMI, de la UE y del BCE, que tenía pensado abandonar Lisboa el pasado viernes, ha decidido quedarse este fin de semana para pensarse algunas de estas cuestiones, discutirlas y decidir sobre ellas.
También esta visita es especial porque el pasado día 2, hace una semana, cuando estos representantes se encontraban ya en Lisboa inspeccionando balances, una multitudinaria manifestación abarrotó las calles de la capital portuguesa organizada por un colectivo de nombre significativo: Que se lixe a troika (Que se joda la troika). La protesta ha sido significativamente ignorada por el Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho, que vive en una situación esquizofrénica, atrapado entre la marea de descontento de su pueblo y las directrices de la troika, esperanzado por ciertas buenas noticias económicas algo gaseosas y un aluvión de malos presagios que pueden arrastrar todo al abismo (incluido el sacrificio de los portugueses, empobrecidos día a día).
Las buenas noticias: por primera vez en años, la agencia Standard & Poor’s revisó al alza un escalón la nota de la deuda de Portugal, que a pesar de la subida, aún se mantiene al nivel de bono basura. La causa: la bajada prolongada de los intereses en el mercado secundario de dicha deuda. Hace un año, los intereses del bono a diez años llegaban casi al 15%; ahora reposan al 5,9%.
En virtud de los ajustes impuestos por la troika, una consulta en urgencias cuesta ya 20 euros
Las malas tienen que ver más con la economía real de la gente que con los monitores trepidantes de los brokers. Y son estas: el PIB portugués se contraerá casi un 2% y el paro crecerá casi hasta un 18%.
Por eso, el Gobierno portugués ha solicitado un año más para bajar del 3% de déficit (ahora la meta está en 2014), cosa que, casi con toda seguridad, será aprobada en un futuro próximo por Bruselas, dado que otros países se encuentran en el mismo atolladero; también solicitó esta semana —junto con Irlanda— más tiempo para pagar el macropréstamo debido a que los plazos actuales de su devolución —junto con los de la devolución de la deuda soberana del país y sus intereses— pueden, en 2014 y 2015, llevar de nuevo la asfixia al Estado y acarrear otro colapso —y otra solicitud de ayuda— que resultaría fatal.
La Unión Europea responderá dentro de unas semanas pero Alemania ya ha avisado, según cuenta el semanario portugués Expresso, de que una modificación significativa de estos plazos implicaría la tormentosa consulta automática a su Parlamento.
Passos Coelho también ha solicitado a la troika casi un año más para acometer un recorte aún más doloroso y tangible: el ahorro de 4.000 millones de euros en gastos del Estado en 2013 y 2014. La mayor parte de este recorte tajante se llevará a cabo en las ya maltrechas áreas de educación y salud, en un país en el que, entre otras cosas, la consulta de urgencias cuesta ya veinte euros.
El Partido Socialista portugués (PS), actualmente en la oposición, critica cualquier medida más de austeridad sobre una población de por sí ahogada en recortes y califica la medida de “mero desmantelamiento total del Estado social portugués”. El Gobierno se limita a postergar la fecha de este compromiso, a fin de que se haga efectivo y completo a finales de 2015. Ese decisivo año es lo que, este fin de semana, se están pensando en Lisboa los odiados y poderosos hombres de la troika, los representantes de los acreedores que prestaron los 78.000 millones de euros, esos tipos que van y vienen por los telediarios, serios y mudos.
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