Venezolanos de a, b y c
Hay una oposición de la élite burguesa que viaja a Nueva York y Miami Los productos no regulados pueden costar 10 veces más que los regulados
La gente en Caracas está dividida en las primeras tres letras del abecedario, a, b y c y dependiendo de la letra, que define su estrato socioeconómico, vive en una de las cuatro municipalidades que conforman la capital venezolana: El Libertador (y vuelve y juega Simón Bolívar), Chacao, Baruta y El Hatillo. Las tres últimas gobernadas por la oposición con el nombre de Henrique Capriles. En El Libertador manda el chavismo y un incontable número de vírgenes que hacen presencia en 22 parroquias.
Aunque la iglesia, como los medios y los empresarios, es uno de los sectores de los que se alimenta el chavismo para polarizar como base de su modelo de confrontación, las vírgenes del Valle, la Pastora, la Coromoto y la Chinita se encargan estos días de rezar por la salud del mandatario, que no pudo llegar a su toma de posesión el pasado 10 de enero.
Chávez se dice cristiano y no católico y menos del Opus golpista, que hacia 1992, fue señalado por andar por caminos non sanctos acompañando a los militares contra el expresidente Carlos Andrés Pérez y perdonados o sobreseídos por el expresidente Rafael Caldera.
La diversión varía por sectores o por letras. La que llaman la “oposición sifrina” (de la élite burguesa) viaja con frecuencia a Miami y Nueva York en siete vuelos directos que salen desde un deteriorado aeropuerto de Maiquetia, donde las puertas de los baños no tienen cerrojo y toca hacer fila eterna para entrar al único en el que es posible tener algo de privacidad.
Whisky, ron, vino y vodka, comida tailandesa e italiana, son las preferencias de estos venezolanos en restaurantes y bistrós de la zona de Palos Grandes y las Mercedes. La moda de la tan burguesa ginebra aun no ha llegado. Sí hay una proliferación de salas de teatro llenas de actores que dejó en la calle el cierre de Radio Caracas Televisión en 2007, cuando el Estado no le renovó la concesión.
Teatro de oposición donde actrices como Mariela Celis se burlan de Chávez. No es muy amplia la oferta. Una y otra vez, la Novicia Rebelde y Jesucristo Superstar.
Este sector de la sociedad, que es minoría a efectos de votos, y que pretende señalar al chavismo de minoría, se informa por los medios que sobreviven con cierta independencia, El Nacional que dirige Miguel Henrique Otero —todos los Enriques se escriben con h en Venezuela—, El Universal, Noticiero Digital.com, Noticias 24 y la televisión cerrada. Estos, sus medios, sin embargo, no registran lo que pasa en el interior de la oposición, dividida por los sectarismos que tanto le critican a Chávez.
Los chavistas consumen la información estatal de Venezolana de Televisión, VTV y Telesur y de páginas web como Aporrea.org. Su diversión está en los partidos de béisbol, en largas caminatas por el Bulevar de Sabana Grande y en lo que resulta en el lenguaje venezolano “más arrecho”, en validar la pobreza como un modo de vida digno.
Chavistas y opositores, gentes de a, b o c, creyentes o no, compran la misma canilla o pan baguete, regulada en el mercado a 2 bolívares (0,35 euros) con 200 gramos de queso, también regulado a 8 bolívares (1,4 euros) y una pepsi producida por el demonio de Polar a 6 (1,04 euros), y tienen el conocido sanduche francés por 16 bolívares (2,8 euros). Polar produce no solo cerveza y Pepsi, también harina y azúcar, los dos productos de los cuales hay desabastecimiento en los supermercados.
Si algo les duele, consiguen el mismo analgésico regulado. Pero si prefieren otro, tienen que pagarlo 10 veces más caro. La diferencia entre los productos regulados y no regulados tiene un claro ejemplo en un medicamento como el Glucofage para los diabéticos. Regulado se consigue a 4.30 bolívares (0,75 euros) y si es Glucofage XR, cuesta 72 bolívares (12,5).
Todo es dinero en Venezuela. La Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), que se encarga del control de cambios de la moneda, no permite que las transnacionales como Telefónica puedan sacar sus utilidades. Los bolívares represados (inmovilizados) llenan las arcas del sector financiero, al que Chávez acusa de ahogar con intereses a su pueblo.
Dinero y política. Libertad de expresión y activismo. Patria o muerte. Palabras que no deberían ir juntas en Venezuela se mezclan peligrosamente. Los debates que en otras sociedades ocupan la atención de parlamentos y tribunales en Venezuela no existen. Hablar del matrimonio gay o del medio ambiente se cobijan en un solo nombre: sexobiodiversidad.
Diana Calderón es directora de Informativos de Radio Caracol
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