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Latinoamérica se ayuda a sí misma

El descenso en los presupuestos a la cooperación internacional desemboca en un auge de la cooperación entre los propios países de la región

Pablo Ximénez de Sandoval

Uno de los reflejos más dramáticos de la crisis económica y de las restricciones presupuestarias en Europa es el descenso en la cooperación internacional. En el caso de Iberoamérica, España era el primer donante. Las cifras llegaron a superar los 1.000 millones de euros al año entre 2007 y 2009. En 2011 fueron 465 (el 28,4% de la ayuda total al desarrollo). La ayuda mundial a Latinoamérica se situó en 5.500 millones, tras dos años consecutivos de descensos. Esta realidad, junto con la subida de renta de los países latinoamericanos en los últimos años y una cada vez mejor engrasada integración regional, ha abonado el terreno para lo que se llama la cooperación sur-sur, como oposición a la ayuda norte-sur.

Argentina, Brasil y México fueron países donantes para 586 proyectos de cooperación al desarrollo en sus países vecinos, según un informe sobre esta cuestión elaborado por la Secretaría General Iberoamericana (Segib) y presentado en el marco de la Cumbre de Cádiz. Los tres países son responsables del 70% de proyectos centrados sobre todo en desarrollo agrícola y creación de infraestructuras básicas de agua, energía o transporte.

El informe destaca otro fenómeno aparte de la menor capacidad de los países emisores de ayuda. Latinoamérica está siendo desplazada como receptora. Países que antes calificaban como receptores evidentes de cooperación al desarrollo empiezan, gracias a la elevación de la renta, a caer en otras categorías. Los llamados países de renta media son “desplazados en la elegibilidad para la cooperación por el uso de criterios basados en los ingresos que obvian la persistencia de la desigualdad”, asegura el informe. “Hemos pasado de recibir el 9% de la ayuda mundial a menos del 5%”, explica Salvador Arriola, responsable de Cooperación de Segib.

El fortalecimiento de la cooperación regional ha venido en convertir prácticamente a todos los países en donantes, de una forma u otra. Entre los proyectos se encuentra sorpresas como Cuba, Venezuela u Honduras. “Honduras, por ejemplo, tiene un programa de cooperación sur-sur en el que no solo es receptor, porque tiene mucha experiencia en producción agropecuaria que puede aportar”, asegura Arriola. “Cuba tiene experiencia en medicina y el ámbito de la cohesión social. Los países están desprendiéndose de ese perfil de receptores”, añade.

El informe destaca el aumento de la llamada cooperación triangular. En este modelo, el donante y el receptor buscan la ayuda de un tercero por la complejidad técnica del proyecto. De nuevo Argentina, Chile, Brasil o México impulsaron el 80% de los proyectos de este tipo.

España y Brasil tienen ya varios años de experiencia en la cooperación triangular. Un tipo de proyectos que inauguraron en 2009, cuando Brasil quiso destinar 40.000 millones de toneladas de alimentos, excedentes de sus programas de reducción de la pobreza, que acabaron en Haití, Cuba y Honduras. En aquella operación, que viene a ser paradigmática de la cooperación triangular, España aportó los barcos y la logística sobre el terreno de la AECID para distribuir los alimentos. Entre los 70 proyectos de cooperación triangular en Latinoamérica del año pasado, los ‘terceros países’ fueron principalmente Japón y Alemania.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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