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Columna
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Motivos para el optimismo

Quizá haya llegado la hora de cuestionar el dogma del 3% de déficit público en cada país de la UE

Por primera vez desde el comienzo de la llamada “crisis de la deuda soberana”, acabamos de vivir una buena semana para Europa. Y a las pruebas me remito. Todo comenzó con el anuncio de Mario Draghi sobre la compra de títulos de los Estados con dificultades y en la medida de lo necesario. Era la traducción concreta de un anuncio anterior, según el cual el BCE haría retroceder la especulación contra la eurozona. Después, se sucedieron: la decisión del Tribunal Supremo alemán, que validó el mecanismo europeo de seguridad, aceptó por tanto la solidaridad que implica y no les dejó a los adversarios alemanes del euro más recurso que el pataleo. A mediados de semana, el sorprendente y bienvenido discurso del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, que de pronto ha recordado que dispone de un puesto importante. El hecho de que haya vuelto a hacer política es una señal de que la relación de fuerzas está cambiando.

Barroso se ha sacado del sombrero una propuesta, una federación de Estados nacionales, concepto elaborado en su día por Jacques Delors y que se hace eco de las proposiciones que Angela Merkel le ha transmitido a François Hollande para dar una perspectiva política a la UE. Proposiciones a las que, por el momento, François Hollande se ha abstenido de responder, hasta tal punto parece tener miedo a la izquierda de la izquierda.

La semana continuó con dos acontecimientos importantes. Por un lado, el anuncio del proyecto de fusión entre EADS y BAE System; por otro, los resultados de las elecciones legislativas holandesas. La unión de EADS y BAE System, que dotaría a Europa de un gigante mundial de la aeronáutica, más poderoso que el norteamericano Boeing, abriría una perspectiva considerable. Sería también un avance esencial para aquellos que creen en la necesidad de una defensa europea. Es una visión industrial esencial para Europa y, tal vez, se vea frenada, e incluso combatida, por un Gobierno británico más cercano a los intereses norteamericanos. Pero dotar a Europa de un instrumento semejante en materia de aeronáutica civil y militar sería la consecuencia lógica del cambio de estrategia estadounidense. Por supuesto, los acontecimientos de estos últimos días en ciertos países islámicos han llevado a Barack Obama a repetir que su país no se retirará de la escena internacional. Pero estas declaraciones no deben hacernos olvidar el discurso de Honolulu, que redefine las perspectivas estratégicas de EE UU para los años venideros y desplaza el eje de sus preocupaciones desde la zona Europa / Oriente Medio hacia la zona Asia / Pacífico.

La guinda del pastel han sido las elecciones holandesas. Pese a que toda la prensa anunciaba la victoria de los euroescépticos y, sobre todo, de la de la extrema derecha, esta última se ha desplomado y han vencido los partidarios del nuevo tratado. Tomemos nota pues de esta hermosa secuencia de acontecimientos. Constatemos que las primas de riesgo de España e Italia han comenzado a bajar y que las Bolsas han despertado.

Pero, por hermosa que sea, esta secuencia no es más que una etapa en un largo proceso de crisis que, seguramente, conocerá retrocesos y, esperémoslo, avances. En primer lugar, los adversarios de Europa y el euro no se han rendido. El director de Goldman Sachs no ha cambiado su discurso y sigue militando por la destrucción del euro, secundado por numerosos fondos especulativos. Hay muchas posibilidades de que su próximo objetivo sea Francia.

En segundo lugar, el discurso dominante consiste ahora en ponernos en guardia contra la austeridad tal y como se viene practicando, pues se considera un obstáculo para el retorno del crecimiento. Pero lo urgente no es ya saber cómo vamos a reactivar el crecimiento, sino saber si vamos a evitar una recesión en toda Europa, lo que, evidentemente, sería catastrófico en un territorio que está batiendo tales récords de paro. En tercer lugar, es necesario abrir sin tardanza una discusión política sobre los modos de aplicación y sobre el ritmo de los programas de retorno al equilibrio de las cuentas. Está claro que tanto Grecia como Portugal necesitan plazos específicos. Y lo mismo ocurrirá con España... Tal vez haya llegado el momento de cuestionar el dogma del 3% del déficit público que cada país debe alcanzar. El nuevo tratado abre la vía para ese cuestionamiento cuando se trata de distinguir déficits estructurales y coyunturales.

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Oponerse a la reducción de los déficits estructurales al tiempo que se toleran los déficits coyunturales seguramente abriría el camino hacia una reducción de los imperativos y hacia un retorno más rápido del crecimiento. Ahora, no hay pues razón alguna para perder la esperanza ni mucho menos para desanimarse.

Traducción: José Luis Sánchez-Silva.

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