François Hollande: “El acuerdo ya ha producido efectos positivos”
Hollande se convierte en líder del Club Med y el gran defensor del euro al mediar con Alemania para avalar las peticiones de España e Italia
El presidente de Francia, François Hollande, se ha mostrado satisfecho esta mañana por el acuerdo alcanzado de madrugada en el que, con su apoyo, Alemania ha abierto la mano para aceptar las demandas más urgentes de España e Italia. "Constato que estos primeros anuncios ya han producido efectos positivos [en los mercados]", ha dicho el mandatario a su entrada en la sesión de este viernes de la cumbre del Consejo Europeo. Posteriormente, a la salida de la cumbre, anunció que someterá rápidamente a la aprobación del Parlamento francés el pacto europeo de equilibrio fiscal, que durante la campaña se había negado a ratificar si no se acompañaba con medidas en favor del crecimiento.
Si alguien duda a estas horas de que el acuerdo alcanzado en Bruselas a las tantas de la mañana es bueno o malo, puede hacer dos cosas: pararse a leer los indignados comentarios de los lectores eurófobos en las webs de los diarios británicos e imaginar por un momento lo que habría pasado si hubiera estado en la cumbre Nicolas Sarkozy en vez de François Hollande.
La conclusión de estos dos saludables ejercicios matutinos es que Angela Merkel ha tenido mucha suerte de que su viejo socio en la palabra Merkozy perdiera las presidenciales hace dos meses. Después de haber advertido que diría no a casi todo, la pragmática canciller saldrá esta tarde de Bruselas rumbo al Bundestag con un acuerdo bajo el brazo, y no percibida como Frau Nein, sino como Frau Sí a todo. ¿Quién lo iba a decir oyéndola hace solo dos días?
El subestimado Monsieur Normal ha puesto a París, por primera vez en años, en una situación de autonomía intelectual respecto a Berlín y a mitad de la noche se puso al frente del Club Med para defender los intereses de la castigada periferia europea frente a su querido pacto por el crecimiento, que en realidad era solo una excusa para lograr la indispensable y urgente estabilidad financiera.
La estrategia de Hollande ante la cumbre ha sido habilísima, porque no hay vencedores ni vencidos, triunfadores y humillados. Ganan todos. España e Italia pueden vender a sus opiniones públicas un acuerdo satisfactorio para sus intereses. Merkel quizá habrá decepcionado a su público más rancio, pero al abrir la mano con las deudas (a cambio de más control en Bruselas) se gana la simpatía de muchos.
Y en cuanto a la propia Francia, si la grandeur es que parece que ganas cuando en realidad pierdes, la elegancia serena de su presidente logra que París no sea percibido como el palmero de Berlín, sino como la bisagra del acuerdo y el gran defensor del proyecto del euro aunque eso suponga ceder soberanía. En todo caso, Hollande consigue también el objetivo de poner orden en la construcción de la arquitectura europea: la unión política que quiere Merkel será el último piso de la casa.
La última consideración a vuelapluma es de orden moral. Hace dos días, en París, un asesor del Elíseo explicaba a este diario que iba a ser muy difícil lograr un acuerdo para recapitalizar directamente a los bancos españoles porque en muchas capitales del norte había un gran enfado con la forma en que Mariano Rajoy había gestionado la comunicación del rescate.
Quizá se estaba apuntando un tanto por adelantado, pero conviene recordar que Hollande fue el primero que dijo que sería deseable que Europa recapitalizara a los bancos españoles, nada más tomar posesión de su cargo, durante su viaje a Estados Unidos. Y entonces la respuesta de Rajoy fue un despreciativo “igual el señor Hollande conoce datos de los bancos españoles que yo no tengo”.
Un poco de humildad y de agradecimiento, señor Rajoy, nos vendrá muy bien de ahora en adelante.
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