"En Hungría la limpieza del vertido debe ser inmediata"
El catedrático de Ecología Francisco García Novo, que fue testigo del desastre de Aznalcóllar, subraya que la lluvia es la principal amenaza tras el desastre ecológico
La tarde del 25 de abril de 1995 Francisco García Novo pensó que jamás volvería a pisar su Doñana de siempre. Mientras recogía las muestras de agua dentro de los límites del parque natural, en la cabeza del catedrático de Ecología de la Universidad de Sevilla borboteaba imaginariamente el espeso líquido negruzco que desde hacía horas envenenaba el Guadalquivir. La balsa del municipio sevillano de Aznarcóllar se había roto. Nunca había visto morir tantos peces juntos. Contempló el paisaje que tanto amaba tomando conciencia de la catástrofe ecológica que se avecinaba. "Después de haber estado 20 años en Doñana me despedía de ella. Fue angustioso".
La basura tóxica se quedó a las puertas del tesoro medioambiental. García Novo dobla y desdobla con habilidad circense semejanzas y diferencias entre esta catástrofe que vivió en primera persona y el vertido húngaro del pasado martes, que define como "una desgracia", porque es "mortífero, quema todo lo que encuentra a su paso". Aunque desmiente algunas leyendas urbanas difundidas en las últimas horas, como que el vertido puede afectar al aire. "Hay que actuar rápidamente, si no el desastre será irreversible", apunta en conversación telefónica con este diario.
Actuar significa, según explica, recoger el lodo rojizo y altamente cáustico con excavadoras, depositarlo en camiones y enclaustrarlo en un silo seguro. Así, metro a metro, hasta completar los 40 kilómetros cuadrados que ha anegado el veneno ("Sería una proeza, como se hizo aquí en Andalucía"). Lo mismo que el cauce de los ríos afectados, que deberían ser lavados palmo a palmo para que la vida vuelva a sus aguas. Una operación que se hizo en el Guadalquivir. "Es un trabajo enorme. Aquí, en Andalucía, llegaron a trabajar hasta 600 camiones al mismo tiempo". Las consecuencias de mirar para otro lado y no tomar estas medidas ante una catástrofe de estas características se traducen en meses o años de ausencia de vida vegetal y animal.
Mientras desglosa la composición de esta riada sucia (sosa, hierro, aluminio, silicio, titanio, magnesio, cadmio, cobalto) que amenaza el Danubio, García Novo apunta que el barro podría contener, aunque en poca proporción, materiales radiactivos. "Si no se recoge el lodo, la zona no se recuperará jamás. El impacto de la restauración es enorme, intensísimo, y por otro lado, imprescindible". Este experto apunta un aspecto que en el caso de Hungría juega en contra: la época del año. Las tormentas amplificarían el problema con el filtrado de los residuos tóxicos a las capas inferiores de la tierra, a los acuíferos y a los ríos. "Estamos empezando el invierno y cuanto más tiempo pase, peor, por el peligro de que eso se extienda. Aquí [por Andalucía] hubo mucha suerte porque prácticamente no llovió en aquel invierno y dio tiempo a limpiarlo; pero los milagros ocurren pocas veces".
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