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Los extranjeros compran en Brasil 12 kilómetros cuadrados de tierras al día

El interés se debe al cultivo de soja, en vistas a producir biocombustibles

Juan Arias

A los extranjeros les gustan las tierras de Brasil. Al menos es la conclusión que se puede sacar de un informe del Sistema Nacional de Registro Rural (SNCR), publicado ayer por el diario Folha de São Paulo. En concreto, los ciudadanos extranjeros están comprando tierras a una media de 12 kilómetros cuadrados al día. Los compradores son particulares, empresas extranjeras que operan en el país y también testaferros que actúan en nombre de extranjeros.

Entre noviembre de 2007 y mayo de 2008 se adquirieron por lo menos 1.523 fincas rurales, que suponen un área total de 2.269 kilómetros cuadrados. De ellas, 1.372 fincas son propiedad de extranjeros. Según el informe del SNCR, el área total de las propiedades extranjeras pasó en seis meses de 38.000 kilómetros a 40.000.

Los motivos del interés extranjero por comprar tierras rurales en Brasil se debe, según los expertos, especialmente al cultivo de soja, con vistas a la producción de biocombustibles. Otro de los motivos a los que apuntan es la producción ganadera. Las tierras compradas se encuentran por todo el país, no sólo en la Amazonia.

Hasta ahora, la legislación brasileña era muy abierta para que los extranjeros pudieran comprar tierra. Vista la extranjerización de las tierras, el Gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva está estudiando formas para parar esa sed de terrenos.

La tierra en Brasil es muy fértil, puede dar hasta tres cosechas al año y por el momento es aún barata en relación con otros países. Se puede obtener, por ejemplo, un terreno de 150.000 metros cuadrados por 100.000 euros. Además, los terrenos de las zonas rurales tienen muchas ventajas. Sus dueños pagan luz rural, casi un 60% menos de la luz normal; pueden construir lo que quieran sin necesidad de permisos de la municipalidad ni del Gobierno; si la tierra está arborizada tienen que dejar en pie sólo el 10% del bosque. Y casi no pagan impuestos: el propietario de una finca de diez mil metros de tierra rural paga al año un impuesto de unos cuatro euros.

Que haya extranjeros que compran la tierra y la dejen en manos de brasileños para ser explotada se debe, especialmente, a que ellos no pueden vivir aquí más de seis meses al año como turistas a no ser que hayan constituido una empresa con todas las formalidades.

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