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ENSAYOS DE PERSUASIÓN
Columna
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La patronal acusa de comunista al Gobierno; también lo hizo con Felipe González

Las ganas de los sindicatos de empresarios de influir cuando no les gusta quienes gobiernan son continuas desde la Transición

El presidente de CEPYME
El presidente de CEPYME, Gerardo Cuerva, durante la inauguración de la Asamblea General de la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa, este 3 de julio, en Madrid.Ricardo Rubio (Europa Press)
Joaquín Estefanía

No es ésta la primera vez en que una patronal califica de comunista a un Gobierno. Ya se lo llamaron a Felipe González en 1982: que llegaba con un programa “que tenía un auténtico objetivo de cambio, pero de cambio en aspectos esenciales de nuestro modelo de sociedad que lo aproxima en gran medida a los modelos marxistas de Europa del Este”. Ver para creer. Hay numerosos ejemplos más del desbarre patronal a lo largo del tiempo. Quizá la penúltima ocasión fue un duro informe de la CEOE del año 2021 contra la reforma laboral de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz: se trataba de una reforma que, decían, tiene una “profunda raigambre ideológica”, promueve “un abordaje marxista del mercado laboral” y resulta “intervencionista, regresiva y desalineada con las necesidades del tejido empresarial”. Ya se puede hacer un balance.

Las ganas de influir de las patronales, cuando no les gusta quienes gobiernan, son continuas desde el inicio mismo de la Transición. No hay que olvidar que las patronales son sindicatos de empresarios, que defienden los intereses de estos últimos.

La pasada semana, la patronal de las pequeñas y medianas empresas (CEPYME) celebró su asamblea anual. Allí se presentó un manifiesto por la libertad empresarial. Sus contenidos, las palabras de su presidente, Gerardo Cuerva, y las de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (perejil en todas las salsas), fueron bastante coincidentes: contra el intervencionismo gubernamental y contra la estigmatización de la figura del empresario, llamando a hacer una “defensa activa” de éste. Cuerva explicó que está demostrándose que hay poco espacio para la empresa privada ante un Gobierno “que adopta tesis comunistas”. Y enardeció a los suyos recordando una frase de José María Cuevas, un mito del asociacionismo empresarial en España: “No nos escuchan, quizá es hora de tocar los tambores”.

Desde el principio de la Transición (la fundación de CEOE fue en junio de 1977), sus principales dirigentes se enfrentaron con Adolfo Suárez y su vicepresidente económico, Enrique Fuentes Quintana (al que querían “achatarrar”), en apoyo de la franquista Alianza Popular. La profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona Carme Molinero lo cuenta muy bien en su trabajo Empresarios a la búsqueda de partido: las conflictivas relaciones entre la CEOE y el Gobierno de Suárez: la patronal no tenía aún la fuerza organizativa imprescindible para convertirse en un grupo de presión política, por lo que decidió pasar a la ofensiva utilizando las herramientas propias del movimiento obrero, como la presencia en el espacio público para agrupar a los empresarios y obtener interlocución con el Gobierno. Desde el mes de noviembre y hasta febrero de 1978, la CEOE organizó grandes concentraciones de “Afirmación empresarial” (bajo el lema de “¡Reaccionemos!”); en la de Madrid se llegó a calificar el proyecto de reforma fiscal de “terrorismo de Estado”.

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La patronal fue disponiendo de notables recursos económicos; pudo contratar a la empresa Sofemasa para realizar encuestas previas a las elecciones y adaptarse al terreno de juego (por ahí aparece el gurú Pedro Arriola). Por ejemplo, los empresarios gallegos hicieron una intensa campaña en las elecciones autonómicas de la comunidad bajo el eslogan de “¡Queremos que se sepa que no somos neutrales!”. Pero la intervención más agresiva fue la de los empresarios andaluces en la que de una manzana surgía un gusano con una hoz y un martillo, representativo del marxismo del PSOE.

Con la dilución de Unión de Centro Democrático desapareció la acción directa que la CEOE había desarrollado desde la instauración de la democracia. La mayoría absoluta socialista de 1982, con una Alianza Popular todavía incapaz de presentarse como alternativa, llevó a las patronales —con los poderes económicos al frente— a considerar que le convenía “amansar y civilizar a la grey socialista más que enfrentarse con ella”, en palabras de Fabián Márquez, uno de los asesores laborales más significativos de la cúpula patronal.

El manifiesto de CEPYME recuerda más a aquellos tiempos que a estos.

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