“Peleas absurdas y otras gilipolleces”
Yo haría un test básico a todos los candidatos para que nos dijeran qué idea tienen del mundo, y luego ya si eso que me expliquen lo que harán con las terrazas de los bares
El título, me van a perdonar, es una cita. No es de Gracián o Samuel Johnson, sino de Carles Francino. Creo que fueron las más sentidas de sus emotivas palabras, y eso que lo eran todas, cuando el otro día volvió a la radio después de estar al borde de la muerte. La cita completa es: “Quizá deberíamos invertir más energía en las cosas importantes de la vida, las que tienen que ver con los sentimientos nobles, con cuidar a las personas a las que queremos, por intentar que este mundo sea un poquito mejor, que tampoco es tan complicado, al menos intentarlo, y no perder el tiempo en peleas absurdas y otras gilipolleces”. Es uno de los análisis políticos más claros que he escuchado últimamente. Las cosas importantes de la vida, justo pensaba en ello ese día. Me sentía abrumado por una cascada de titulares tremebundos, que pasan como si nada pero que notas que tocan el secreto de las cosas, y esperas poner la tele y que los políticos estén hablando de eso, y no. Fueron noticias que coincidieron esos días: “España necesita 120.000 enfermeras” (La Vanguardia). “Los jefes de empresas cotizadas ganan 86 veces más que sus empleados” (EL PAÍS). “Amazon no pagó ni un euro de impuestos por sus 44.000 millones en ventas en la UE en 2020” (The Guardian). Y aún no he olvidado otros más antiguos: “España es el país de Europa con mayor tasa de abandono escolar” (este es cada año). O uno que explica muchas cosas, de 2018: “El 12% de los contratos que se firman en España son de camarero” (y en 2006 eran la mitad). Luego te preguntas qué demonios significará votar en clave madrileña, y qué será la libertad.
Yo haría un test básico, como de cultura general, a todos los candidatos, para que nos dijeran qué piensan de estas cosas, qué idea tienen del mundo, y luego ya si eso que me expliquen lo que harán con las terrazas de los bares. Y no quiero ni pensar lo que significa ser un votante catalán en estos momentos. Como allí todos son trascendentales, los momentos, ya dan igual, te limitas a esperar al siguiente. Una idea del mundo se echa bastante de menos, porque la mayoría de estos políticos nuestros solo tienen una ligera idea de cómo llegar a la semana que viene. Jugando a la guerra de barcos, disparando a voleo a ver qué pasa, pensando más en hundir al otro y en cómo conseguir ganar o no perder.
Todo esto cae en el décimo aniversario del 15-M. He leído reflexiones sobre qué ha quedado de aquello, pero creo que la pregunta más bien es si ha cambiado algo de lo que lo propició, y sí: ahora estamos peor. Aunque solo sea porque la solución que salió no era solución y seguimos esperando una solución. Yo creo que tantos de estos líderes jóvenes dejan la política no tanto por cómo son ellos, sino porque el poder ya no es lo que era, se cobra menos y encima estresa mucho más. Está todo más atascado y a mucha gente un giro del destino les deja tirados, y giros del destino estamos viendo bastantes, y los que nos quedan.
Estos políticos usan muchas etiquetas y frases hechas, pero ya no sé qué ideología tienen ni qué piensan de la vida, sé que mañana me pueden sorprender diciendo lo contrario, y esa desconfianza, ese cansancio, no esperar nada, es lo peor de todo, porque anhelamos alguna certeza. Me recuerdan a los tipos que perseguían al Gran Lebowski, y él decía que no eran nazis: “Tío, son nihilistas, no creen en nada”. Y su amigo grandullón, que dos décadas después votaría a Trump (la película es de 1998), replicaba: “Dirás lo que quieras sobre los principios del nacionalsocialismo, pero al menos es una doctrina”.
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