Conciertos espectaculares, vaqueros impecables e inyecciones de vitaminas: el festival de Coachella, en primera persona
La firma Guess Jeans ha creado un complejo residencial efímero para potenciar la experiencia del festival más mediático del mundo
El avión aterriza media hora antes de lo previsto en el aeropuerto de Los Ángeles (California). A la salida aguarda Steven, el conductor contratado por la marca de ropa Guess para trasladar al equipo de ICON hasta el hotel. En dos días, partiremos hacia Indio, donde se celebra el festival Coachella durante los fines de semana del 12 al 14 y del 19 al 21 de abril. Allí, por tercer año consecutivo, Guess Jeans ha instalado un exclusivo complejo en las inmediaciones del evento y ha invitado a una diversidad de talentos creativos, amigos, y embajadores de la marca, entre los que se encuentran artistas como J Balvin o Ice Spice.
Apenas basta con poner un pie en La Ciudad de las Estrellas para constatar la famosa determinación de sus habitantes por querer ser alguien, una llamarada de vanidad que no se extingue ni a los 65 años que afirma tener Steven. Después de perder su empleo como gerente regional durante la pandemia, se recicló en chófer para cotizar los tres años necesarios para acceder a la pensión completa. Una vez jubilado, planea dedicarse a la escritura:
—¿Y ya tiene alguna idea para empezar? —pregunto.
—¿Has visto Star Trek? —responde.
—Claro.
—Resulta que hace 20 años se me ocurrió hacer un guion que contara la juventud de los personajes. ¿Sabes lo que ocurrió? Que acabaron haciendo esa película.
—Vaya.
—Sí, pero la buena noticia es que estoy pensando en la dirección correcta.
Al día siguiente, el grupo de periodistas, notablemente afectado por el jet lag, llega a la sede principal de Guess en Los Ángeles. Allí nos recibe Nicolai Marciano, que acaba de cumplir 28 años esta semana, y que lidera el ambicioso proyecto de relanzamiento de Guess Jeans, recientemente presentado en Pitti Uomo, Florencia. Esta iniciativa representa un giro hacia la sostenibilidad mediante el uso de un método revolucionario que reduce en hasta un 80% el consumo de agua en los procesos tradicionales de lavado de vaqueros. La técnica, desarrollada por la empresa española Jeanologia y denominada Guess Airwash, utiliza burbujas de aire y láser para desgastar y teñir el tejido vaquero, respectivamente.
La historia de Guess se remonta a 1981, cuando los hermanos Marciano introdujeron una innovación revolucionaria en el diseño de jeans: el proceso de lavado a la piedra. Este método, que suavizaba el tejido, ayudó a consolidar a Guess como una marca vanguardista en la industria textil. Desde que entró en la empresa a los 17 años, Nicolai Marciano se ha dedicado a explorar a fondo la esencia de Guess, comenzando por su archivo histórico. “Me fui dando cuenta de que personalmente resonaba más con el periodo entre los ochenta y noventa que en su enfoque más moderno centrado en el lifestyle”, comenta Nicolai mientras guía a los periodistas por el archivo. “Al revisar estos documentos, supe que debíamos dirigir nuestras colecciones hacia las nuevas generaciones, y replicar el impacto que tuvo Guess en su momento con los stone washed jeans y su característica estética en blanco y negro, utilizada en sus campañas publicitarias. Estamos tomando esos mismos ingredientes y renovándolos para la nueva generación”.
Una vez finalizada la visita, el grupo regresa al hotel para disfrutar de la última noche en la ciudad antes de partir hacia el festival. Viajamos en un apabullante Cadillac negro, cuyo interior incita a dar órdenes o despedir empleados al estilo de Logan Roy en Succession. Según Steven, la prevalencia de coches de lujo y de gran tamaño en Los Ángeles se debe a que la identidad de muchos de sus habitantes está determinada por el aspecto de su automóvil. También es notable la abundancia de personas musculosas y la escasez de fumadores. Por lo que parece, en Los Ángeles solo fuman los valets en las puertas de los restaurantes y, según las últimas publicaciones de los paparazzi, el actor Jeremy Allen White cuando pasea por la ciudad de la mano de Rosalía.
La diligencia de periodistas alcanza el resort en poco más de dos horas y media. Las villas blancas, alineadas alrededor del complejo, poseen una innegable vocación intimidante. Hay un encargado de seguridad en la puerta de cada una de ellas. El interior de las casas es blanco y desnudo. El calor intensifica la claridad del agua de las piscinas en los jardines. En cualquier esquina uno se echaría a dormir de manera reposada y profunda.
La ecléctica lista de invitados de la cena incluye desde figuras de la moda como Devon Lee Carlson y Lila Moss, hasta influencers como David Dobrik y Rickey Thompson. Según explica Nicolai Marciano, el “Guess Jeans Compound es una confluencia de talento, creatividad y arte, reunidos para disfrutar del mejor festival del mundo”. A diferencia de eventos organizados por otras marcas, aquí los invitados conviven varios días en distintas casas. “Lo más curioso es que casi todos probablemente ya se conocían de alguna fiesta o evento. Hemos sido muy cuidadosos al formar grupos con buena química dentro de cada villa y a lo largo del complejo. Creo que lo hemos logrado”, señala Marciano.
Las mañanas en el desierto son claras y secas, con un sol frío y brillante. Al mediodía, la temperatura aumenta lo suficiente como para pasar varias horas divagando tranquilamente en la piscina, en un ambiente progresivamente ruidoso y animado. Se escuchan conversaciones extrañas: un hombre le propone a un joven extenista que acaba de conocer dentro del agua entrar a jugar a su equipo de pádel. “Lo tengo a medias con Daddy Yankee”, explica. Para quien lo necesite, la villa principal del complejo también ofrece la posibilidad de recibir suplementos de vitaminas mediante inyección. Según parece, en California se han popularizado empresas que ofrecen estos tratamientos de bienestar, que incluyen sueros intravenosos de Drip Hydration, inyecciones de vitamina B12, terapia de luz azul y roja de HigherDOSE, y zumos détox.
Es indiscutible que pocos festivales en el mundo presentan un cartel tan potente como Coachella, que este año cuenta con Lana del Rey, Tyler the Creator, Doja Cat, J Balvin y Peso Pluma. La organización de las entradas y salidas del recinto está perfectamente cuidada, no hay indicios de que se vayan a producir colas o aglomeraciones. La sensación de control y seguridad persiste a lo largo de todo el festival. Nada más entrar, lo primero son las fotos. Sobre la icónica noria desciende la luz de un sol de color de paja amarillenta, vagamente rojiza. Un sol de primavera. La hierba desprende el buen olor de la ropa nueva. Es fácil sentirse aturdido o impresionado por la multitud, que se desplaza de un lado a otro entre los ocho escenarios. Nunca fue tan fácil oler a limpio como en este sitio. Es curioso cómo con los tatuajes y los pañuelos anudados al cuello los festivaleros den exactamente la imagen contraria a la de un presidiario.
El concierto de Peso Pluma comienza y revela que, además de los autóctonos californianos, hay miles de visitantes latinos en el festival, que despliegan orgullosos sus banderas y responden a los mensajes en español lanzados por el cantante mexicano. Todas las actuaciones se pueden disfrutar con cierta comodidad desde la zona VIP. En las barras de los puestos de bebidas, tienen la cortesía de descorchar las latas de 50cl, que se venden por 18 dólares. Con ese precio, prácticamente nadie se emborracha, y aquellos que lo hacen son, con razón, reprendidos. Esto podría explicar, en parte, la polémica causada por la reacción de Damon Albarn, el cantante de Blur, quien se quejó de que el público de Coachella no cantó Girls & Boys, uno de los temas más icónicos del grupo.
Al poco rato de estar ahí, la zona VIP agota por exceso de fabulousness. Todos tienen ese aire de las personas que no han sido humilladas nunca. En cuanto cae la noche, el viento llega con una irrupción glacial. Uno de los periodistas sospecha que estas bajas temperaturas podrían ser una artimaña empresarial para que las personas que han acudido al festival medio desnudas —alrededor de los ochenta por ciento de los visitantes— tengan que pagar los 80 dólares que cuesta una sudadera oficial del Coachella. Sin embargo, da la sensación de que no hay ropa suficiente para esconderse de este viento.
El impacto de los espectáculos visuales de artistas como Lil Uzi Vert o Sabrina Carpenter tiene un efecto casi estupefaciente. Ni siquiera la apariencia inmaculada de los asistentes puede eclipsar el hecho de que pocos festivales en el mundo organizan espectáculos a la altura de los de Coachella. El plato fuerte de esta noche es Lana del Rey. Por el camino al concierto, una periodista se empieza a sentir constipada e incómoda, dice que por la espalda le recorren escalofríos. Es normal: sacar los brazos o la nariz del abrigo quiere decir quedarte helado. El grupo decide marcharse antes de tiempo, aunque ello signifique perderse el show de la artista estadounidense que, como descubriríamos al día siguiente, contó con la presencia estelar de la cantante Billie Eilish.
Al salir del recinto, se escucha el ruido de la arena chocando contra los cristales de los coches y la boca empieza a secarse mientras se resiste como se puede a los trompazos del viento en la garganta y las mejillas. Para desplazarse de un aparcamiento a otro, con unos 45 minutos de caminata de distancia, el grupo toma un Uber. Tras hablar con varios conductores, el mejor precio obtenido para un trayecto de unos diez minutos es de 150 dólares. Durante el recorrido, el conductor justifica el alto coste explicando que cada vez que sale, tiene que hacer una cola de una hora.
Casualmente, la mañana en que Nicolai Marciano recibe al grupo de periodistas no solo coincide con el cumpleaños de su padre, Paul, sino también con el día después de una afterparty donde pincharon DJs como Kaytranada, Freddie Gibbs y Hayes Bradley, y asistieron celebridades como Leonardo DiCaprio, Justin Bieber y Hailey Bieber. “Fue increíble, todo salió genial”, resume Nicolai, que a sus 28 años ya lidera uno de los proyectos más ambiciosos de la marca. Revela que no fue hasta los 15 cuando comenzó a considerar la posibilidad de dedicarse a la moda. “Obviamente, mi padre ya había expresado su deseo de que trabajara con él”, comenta. Recuerda su primera visita a las oficinas de Guess, donde descubrió el proceso artesanal detrás de cada conjunto de vaqueros. Inicialmente, quiso crear su propia marca de ropa con un amigo. “Luego me di cuenta de que aprendería mucho más empezando con prácticas en la empresa de mi padre que lanzando mi propia marca”, afirma.
—¿Siente presión al ocupar un cargo tan importante siendo tan joven?
—Creo que la presión es buena; trabajo bien bajo ella y me motiva. Para mí, la presión no es lo mismo que el estrés. La veo como una fuerza conductora, algo positivo. Es una cuestión de percepción, depende de cómo veas la taza, si medio llena o medio vacía.
Para Marciano, no existe en el mundo un festival comparable a Coachella. “Para empezar, el paisaje aquí es único, desde el atardecer, las palmeras, hasta el desierto. Siempre he sentido que hay algo realmente mágico aquí. Además, no hay que olvidar que es un poco como nuestro patio trasero, ya que Guess nació en Los Ángeles, y por eso es tan importante para nosotros tener una presencia aquí”, argumenta. Según el hijo del cofundador de Guess, una cualidad que diferencia a Coachella de otros festivales es el cuidado con que tratan cada detalle, además del hecho de que todo el terreno está cubierto de césped. “Eso le da un toque de comodidad importante, lo hace muy acogedor”.
Llega el último día de Coachella. Prácticamente nadie ha escogido un conjunto ligero para pasar la última noche. Algunos se han traído el abrigo, y otros directamente se han enrollado en una manta térmica. Da la impresión de que la euforia de los primeros días se ha desinflado. Ahora todo se vuelve emotivo. Durante este último día, actúan artistas como la española Bb Trickz y la rapera norteamericana Doja Cat. Sin embargo, el premio a la actuación más sorprendente es, indiscutiblemente, para el colombiano J Balvin. Tras una performance en la que reveló un llamativo cambio estético, dejó al público tieso como el mástil de un barco al aparecer en el escenario junto a Will Smith vestido de Men in Black. Estas son el tipo de cosas que, probablemente, solo se pueden ver en Coachella.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.