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Aitor Ibarretxe, cantante de Lendakaris Muertos: “Se puede ser crítico y reivindicativo sin estar amargado”

La banda navarra de punk celebra su vigésimo aniversario con una gira conmemorativa y un nuevo disco, ‘Mucho asco (casi) todo’, fiel a su estilo irreverente y acelerado

El cantante Aitor 'Ibarretxe' a frente de los integrantes de los Lendakaris Muertos: de la izquierda, Jokin 'Garaikoetxea', Asier 'Agirre', Potxeta 'Ardanza' e Iván 'Karmona'.
El cantante Aitor 'Ibarretxe' a frente de los integrantes de los Lendakaris Muertos: de la izquierda, Jokin 'Garaikoetxea', Asier 'Agirre', Potxeta 'Ardanza' e Iván 'Karmona'.Galder Izagirre

Es viernes por la noche en la sala La Riviera de Madrid y casi 2.000 personas, la mayoría jóvenes de entre 20 y 35 años, corean “¡Que te vote Txapote!”. No se trata de una reunión de la ultraderecha, sino de una actividad significativamente distinta: un concierto de Lendakaris Muertos, mitos navarros de punk. Sobre el escenario, el bajista Jokin ‘Garaikoetxea’ acompaña los gritos con la melodía de Seven Nation Army, de The White Stripes. La canción que han interrumpido para hacer la broma es Sanchista y jujano, perteneciente al último disco de la banda, Mucho asco (casi) todo (Qué Mala Patria, 2024), en cuya letra, escrita en primera persona, se imaginan debatiéndose entre dar su papeleta a Arnaldo Otegi o a Pedro Sánchez.

El concierto, celebrado el pasado 15 de marzo, es parte de su actual gira XX años dándolo (casi) todo, con la que el grupo navarro de punk conmemora el vigésimo aniversario de su fundación. Además de presentar los temas del nuevo álbum, formado por 13 cortes que apenas suman 17 minutos –la canción que da título al disco dura un segundo–, la banda encabezada por el cantante Aitor ‘Ibarretxe’ (Pamplona, 50 años, apellido artístico en honor a antiguos lehendakaris) se encuentra estos días recorriendo la península para repasar himnos que han hecho de ellos un clásico de la escena, como ETA, deja alguna discoteca, Oso panda, Gora España o Veteranos de la kale borroka. Canciones de rima rápida y ritmo aún más acelerado, de contenido generalmente político, marcadas por un humor ácido e inteligente, ese que también anima a reírse de uno mismo.

El año que viene se cumplirán 20 de la publicación de su disco debut. ¿Se ven muy distintos a como eran entonces? Nos hemos hecho mayores, estamos más viejos, pero la esencia se mantiene. Otras cosas han cambiado mucho, y a mejor. Cuando hicimos Lendakaris, cada uno llevaba unos 15 años con grupos que no se habían comido un colín. Lendakaris fue un salto adelante. Ya no estábamos rogando por tocar donde fuera, sino que nos llamaban de todos sitios. La gente se sabía las canciones. El mayor cambio es habernos convertido en un grupo de éxito que se paga por ver, con todo lo que conlleva.

¿Recuerda cómo nació el proyecto? A mi hermano Asier [’Agirre’] y a mí nos pasaba que, yendo a todo tipo de conciertos, de punk, rock o cualquier estilo, nos aburríamos siempre a la tercera canción, salvo que el grupo nos gustara mucho. Echábamos de menos un poco de interacción y teatralidad. Así que nos propusimos hacer el grupo que nos gustaría ver.

Lendakaris Muertos apareció en un momento en el que el punk nacional estaba de capa caída. ¿Por qué su propuesta caló tan rápido? Creo que por las letras. No es que nosotros dijéramos nada diferente, simplemente lo decíamos de otra manera. A excepción de Siniestro Total, todos los grupos clásicos punk, La Polla Records, Cicatriz… eran grupos con letras muy serias. Me gustaban mucho, ¡pero parecía que estaban amargados! Nuestra idea era decir lo mismo desde otro punto de vista, quitándole un poco de hierro. Queríamos hacer un grupo también crítico y reivindicativo, pero desde el humor, con el que pasarlo bien.

Para el nuevo disco y la gira ha regresado su hermano Asier, que abandonó la banda en 2013. ¿Qué ha supuesto su vuelta? Realmente un grupo como el nuestro no necesita dos guitarras, pero con Iván [Karmona] estamos muy contentos, aporta muchísimo y no íbamos a meter a uno para sacar al otro. Hicimos como los Iron Maiden, sumamos una guitarra y ya está. Imagino que sonará más cañero. En la primera etapa del grupo componíamos Asier y yo, generalmente cada uno por su lado. Cuando le propusimos volver y dijo que no, le planteamos que nos pasase canciones. Es lo que hacía Dee Dee Ramone cuando se fue de los Ramones, estaba harto de las giras pero seguía escribiendo, y las mejores canciones de los Ramones son suyas. Al final Asier se animó a entrar otra vez. Compusimos el disco a todo correr. Nuestro sistema es reservar el estudio a mes y medio vista y hacer las canciones con la presión. Estábamos un poco oxidados, pero creo que ha quedado bien.

¿Es difícil la convivencia en un proyecto tan duradero? En un grupo la dinámica es como la de una familia, una pareja o un grupo de amigos. Sobre todo con el tema del dinero. Cuando se mueve dinero, se generan desacuerdos. Hay que andar con cuidado en todo, pero bueno, somos dos parejas de hermanos además de Iván [el baterista Potxeta ‘Ardanza’ es hermano del bajista Jokin], así que a la fuerza nos llevamos. También es verdad que después de tantos años uno se conoce a los demás y sabe por dónde van a salir, sus cosas buenas y sus cosas malas.

Muchas letras del grupo, como Esto no es punki o Ni sí ni no ni todo lo contrario, hablan de lo pesado de ser purista. A nivel de principios, ¿han tenido que asumir contradicciones en su carrera? Claro. En un momento dado, hubo que tomar decisiones. Lo que cambia todo siempre es el dinero. Si quieres tocar en depende de qué sitios, tienes que aceptar ciertas cosas con las que quizás no estás de acuerdo. Cuando tomas ese tipo de decisiones, hay cosas que tienes que dejar atrás. Nosotros decidimos seguir con la carrera que hemos tenido sabiendo que nos iban a llover críticas, pero hicimos lo que queríamos hacer. Nadie nos obligó. Tampoco es algo que hiciéramos solo por el dinero. En nuestros primeros años se nos tachaba a muchos grupos de vendidos. Pero es que incluso fichando por una discográfica independiente, en nuestro caso una discográfica de Pamplona, te ponían a parir como si hubieras fichado por Universal o por Sony. Actualmente nosotros hemos hecho nuestra propia discográfica, y la realidad es que seguimos siendo independientes. Creo que el camino que elegimos fue el correcto.

El penúltimo álbum de Lendakaris empezaba con un corte, Llamada perdida, donde un contestador suyo atendía a ayuntamientos y al Viña Rock, pero no a los gaztetxes. ¿Cuánto hay de broma en eso? Si ves nuestra lista de conciertos, es verdad que centros sociales hay pocos, por no decir ninguno. Pero en gaztetxes de Euskadi o Navarra sí que tocamos. Hace bastantes años estuvimos en un centro social okupado en Madrid y tuvimos una muy mala experiencia, así que decidimos que se acabó tocar así, sin seguridad. En el norte sí lo hacemos.

¿A qué alude el “casi” de su nuevo disco, Mucho asco (casi) todo? Es una especie de asterisco para decir que no estamos amargados del todo. Siempre hay esperanza. Muchas veces me preguntan qué es lo que más odio, y yo realmente no odio nada. Podemos ser críticos o tender a la exageración, pero yo no vivo en el odio. Sé que es el discurso que tendrá cualquier coach, que es malo vivir en el odio, pero es que es verdad. Nos dan asco muchas cosas, pero también hay otras tantas que no nos dan asco. Nos gusta disfrutar de la vida igual que a todo el mundo. O a casi todo el mundo.

La banda, en foto promocional de la gira
La banda, en foto promocional de la giraGalder Izagirre

En Lejía conejo bromean sobre querer cambiar el mundo sin mancharse las manos, como en su día con el 15-M en La hoz y el Martini. ¿Tienen poca confianza en la juventud? No te creas, ¿eh? A medida que la gente se hace mayor y tiene hijos se tiende a criticar lo nuevo. Es algo natural. Los padres siempre van a criticar la música que escuchan los hijos, lo raro sería que les gustara. Por eso mismo, se dice que antes se luchaba más. Yo no sé si es así. Cuando era joven, había unas luchas que estaban ahí, pero el feminismo no tenía la misma fuerza. Desde ahí se ha avanzado un montón. También se ha retrocedido, pero por la reacción contra eso. La gente está más concienciada. No estoy desencantado con la juventud, ni mucho menos.

Le dedican también una canción al sumergible Titan. Su anterior EP, Miedo a un planeta plano, versó sobre el coronavirus. ¿Les gusta que sus sátiras funcionen como retratos de época? A mí me encantaría hacer el ejercicio diario de ver una noticia en la tele y al día siguiente sacar una canción sobre esa noticia. Seguro que ya hay un rapero o una rapera haciendo eso. Nunca me he arrepentido ni tenido la impresión de que una canción se quedara obsoleta. Bueno, hicimos una sobre MySpace que igual sí. ¡Quién iba a imaginar entonces que caería MySpace!

¿Han podido hablar ya con Pablo Echenique sobre la canción que han bautizado con su nombre? La verdad es que no. Nos ha llegado de su parte que la canción le gustó, pero aún no hemos hablado directamente. La primera vez que intenté contactar con él coincidió con toda la movida de Podemos, cuando salieron de Sumar. No sé si él sigue metido en política a esos niveles, si le pilló eso o simplemente no le apetecía. Pero bueno, hicimos lo posible para hablar con él, yo quería enseñarle la canción antes. Realmente eran dos canciones, después venía una segunda parte en la que Pablo tenía que decir una frase y con eso daba comienzo otra canción. Igual para el siguiente disco lo logramos.

¿Su proyecto paralelo en euskera Aberri Txarrak sigue vivo? Está más bien parado, porque no da tiempo a tanto y andamos cada uno con nuestros proyectos. A mí me gustaría volver a hacer cosas con los Aberri. Lo empezamos porque tenía unas canciones en euskera, soy bilingüe y la mayor parte del tiempo lo hablo. Me apetecía y por eso no descarto seguir con la banda, ni hacer otras cosas en euskera. Es una porción importante de mi vida y mi cultura

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