Ni el sexo, ni los hijos: el dinero es uno de los grandes problemas de las parejas españolas
Las finanzas son el cuarto motivo de divorcio en España y generan desacuerdos en torno al presupuesto familiar y distanciamiento por las diferencias entre ingresos, especialmente cuando llegan las vacaciones
El matrimonio formado por la actriz Gabrielle Union y la estrella de la NBA Dwyane Wade es uno de los más sólidos de Hollywood, según afirma la prensa de sociedad estadounidense. Uno de los motivos, más que al amor puro, hace pensar en una hoja de Excel. La actriz ha reconocido que siguen dividiendo los gastos comunes a la mitad, una confesión que muchos medios han señalado con cierta sorpresa. Esa escena, también, era una de las más memorables de algunos episodios del programa de telerrealidad Alaska & Mario: la célebre pareja, dueña de un patrimonio inmobiliario nada desdeñable, se reunía en varios episodios con calculadora y decenas de tickets para hacer las cuentas comunes del mes y dividirlo todo.
Parece fácil. Pero el informe ¿Por qué se divorcian las parejas españolas?, presentado por la Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA) a comienzos del año pasado, asegura que las finanzas son el cuarto motivo de divorcio en nuestro país. La psicóloga María Palau, experta en gestión emocional, asegura que el dinero es un aspecto muy delicado en las relaciones de pareja. “Es uno de los motivos más comunes por el que las parejas acuden a terapia. Si a veces ya es difícil gestionarlo de forma individual, encontrar una forma de gestionarlo en pareja puede ser muy complicado. Las razones más comunes suelen tener que ver con diferencias en los valores de cada miembro de la pareja, la desigualdad financiera, el desacuerdo con los gastos compartidos, las deudas individuales y las diferentes formas de afrontarlas, así como los estilos de vida de cada uno de ellos”, explica.
Los gastos en vacaciones: overbooking emocional
Ante la cercanía del verano, otro asunto a tener en cuenta es, una vez más, el relacionado con los gastos, pues desde la elección del destino al que viajar hasta el hotel en el que hospedarse llevan asociados siempre asuntos financieros. Pepe Maciá, conferenciante experto en finanzas, enseña a sus clientes a enfrentarse al universo financiero dividiéndolo en tres apartados: convivencia, viajes y gastos personales. Asegura que tanto en la convivencia como en los viajes, las parejas suelen funcionar de tres formas diferentes.
La primera ya la hemos mencionado: aportando la mitad de los gastos en común y quedándose para cada uno lo que sobre. “Esto funciona cuando las dos personas ganan lo mismo, porque no hay dónde compararse, que suele ser el problema. Si uno de los dos gana más que el otro, la persona que menos gana puede sentir que no le queda nada para sus gastos propios, por lo que o se conforma con lo que le queda, o pide a su pareja. En los dos casos, se puede sentir inferior”, asegura.
Otra es aportando la parte proporcional, dependiendo la diferencia entre la persona que más gana y la que menos. “De esta forma, la persona que más gana aporta más a los gastos. Pero aquí la persona que más gana puede sentir que pierde, porque gana más dinero que su pareja, pero al final, para gastarlo en cosas propias, tiene lo mismo que esta”, matiza.
Una última vía: juntar todo el dinero, como si fuera una sola economía, y gastar desde ahí. “Aquí también puede haber discrepancias por parte de la persona que más gana, al sentir que paga más, porque aporta más dinero a la relación. La persona que menos gana puede que sienta miedo a utilizarlo porque siente que no todo el dinero es suyo”, explica.
Aunque en España las conversaciones sobre finanzas personales siguen siendo tabú (y mucho más la de los sueldos), resulta fundamental hablar sobre economía y hacer que cada uno funcione como un equipo en el aspecto económico. Pero antes emerge una pregunta, aunque a algunos les pueda resultar incómoda y antigua. Tras los primeros encuentros, ¿quién invita y hasta cuándo?
“Algo que suelen hacer las parejas que comienzan, antes de tener un compromiso tan firme como para compartir gastos, es invitar una vez cada uno, aunque luego puede que surjan resquemores porque, por ejemplo, en una cita concreta uno de los dos pagó más. Tal vez debería surgir de forma natural pagar entre los dos o invitar una vez cada uno cuando ya empieza a nacer una relación formal. Lo ideal es hablarlo, para saber qué espera nuestra pareja”, recomienda Maciá.
Xabier Sanesteban, coach financiero para parejas, entiende que es duro hablar de dinero, “especialmente cuando estamos conociendo a una persona. Queremos agradar al otro y podemos parecer unos agarrados al plantear cómo pagar las salidas juntos”.
Infidelidad financiera
Sí, los cuernos han llegado a la cuenta corriente. Así lo indica un estudio de la consultora estadounidense creditcards.com, que asegura que “una de cada cinco personas reconoce haber escondido una deuda, saldo en tarjetas de crédito o hábitos de compras compulsivas”. Para evitar estos escarceos financieros, hemos de preguntarnos cómo solventar las clásicas peleas causadas porque una parte de la pareja quiere darse un capricho o pegarse un lujo, mientras que el otro se opone categóricamente.
Pepe Maciá aclara que lo primero es preguntarse: ¿qué es un lujo, para quién lo es y cuánto cuesta? “Para alguien un lujo puede ser un televisor de 50 pulgadas y, sin embargo, considera que el coche es una necesidad, cuando es más caro que el televisor. Por eso es necesario sentarnos con nuestra pareja para marcar nuestra personalidad financiera, que es una forma de definir cómo utilizamos el dinero y que viene arraigada desde nuestra infancia. La manera de solventar estas diferencias es hablando del tema con antelación y planificando ese gasto, de forma que se vaya apartando un dinero para llevarlo a cabo, por ejemplo 100 euros al mes en vez de 500 de golpe, para hacerlo más llevadero para la persona que no está de acuerdo”.
Por su parte, la psicóloga María Palau señala que la clave en los problemas de finanzas está en encontrar un punto medio que se acerque a las necesidades de ambos miembros. “No se trata de cambiar la forma de ser de ninguna de las personas, sino de que los extremos se acerquen. Esto puede implicar negociar, hacer concesiones o encontrar alternativas creativas. Por ejemplo, es común que cada miembro de la pareja tenga una cantidad igual de dinero disponible para gastar en lujos personales o que se establezca un sistema de turnos para que cada uno tenga la oportunidad de darse un capricho”, dice la experta en gestión emocional, que considera fundamental además ser flexibles. “Aunque tener estas conversaciones es parte esencial de poder resolver los conflictos, las relaciones no son perfectas y la libertad y confianza debe estar presente, por lo que es responsabilidad de ambas partes cuidar esa libertad individual y la confianza que tiene la otra persona en ti”, asegura.
Regalos envenenados
Los regalos pueden ser materia peligrosa cuando hablamos de finanzas en el ámbito de las parejas. Pepe Maciá señala que son una de las partidas del presupuesto que más diferencias generan en las familias. Recomienda que esos regalos que no son fruto de imprevistos, que se repiten cada año, como cumpleaños, Navidad o aniversarios, estén presupuestados. Por ejemplo, fijar un tope en cada pareja. “Si impera el sentido común, el orden y el control, conseguiremos respetar este presupuesto. No soy partidario de hacer mejores regalos en función de los ingresos de cada uno”, señala.
Aunque María Palau aclara que lo importante es mostrar cariño y gratitud por el gesto del otro miembro, si las diferencias en los gastos resultantes de su compra se convierten en un problema recurrente en la relación es importante abordar este tema, hablar sobre las expectativas que tiene cada persona de la pareja y, si es preciso, acordar límites económicos para evitar malentendidos y resentimientos.
También la desigualdad de sueldo puede llevar a conflictos. “En relación a la desigualdad de sueldo, en algunos casos, la persona que gana menos puede sentirse insegura”, explica Palau, “y sentir que tiene menos derecho a tomar ciertas decisiones o incluso a opinar en temas que incluyan gastos económicos y, por tanto, acabar afectando a su rol en la pareja, al sentido de pertenencia dentro de la relación y a su capacidad de involucrarse en planes a largo plazo. Por otro lado, la persona que gana más puede experimentar una presión por asumir las responsabilidades económicas, puede sentir que la otra parte está menos involucrada o incluso desarrollar el llamado síndrome del salvador y exigirse demasiado”, asegura.
Lamentablemente, este problema se acrecienta cuando, en una pareja heterosexual, es la mujer la que gana más, según aseguran los expertos consultados. “Ya son muchas las familias donde la mujer cobra más que el hombre y creo que la mentalidad de equipo para las parejas jóvenes está cuajando cada vez más”, considera Maciá. “En un equipo de fútbol, uno marca goles y otro los para, pero ambos levantan el trofeo con el mismo derecho y con la misma ilusión. Cada persona es mejor que su pareja en algunas cosas y peor en otras, y ganar más dinero que tu pareja no te da derecho a sentirte superior, de la misma manera que si aportas menos dinero que tu pareja, no debes sentirte inferior, porque el equipo no es solo dinero”.
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