“Nadie en la escuela de teatro haría lo que haces tú”: cómo Jason Statham saltó de las calles al estrellato
El británico de 56 años confirma con ‘Beekeeper: El protector’ que es el digno heredero de un héroe de acción que da a los espectadores lo que estos quieren: violencia bellamente coreografiada y pocas líneas de diálogo
“Elegimos a Jason porque queríamos que nuestro modelo pareciera un chico normal. Su imagen es la adecuada para estos tiempos: es muy masculino y no parece un modelo convencional”. Así definió en 1997 la marca de ropa French Connection a su nuevo rostro, Jason Statham (Derbyshire, 56 años). Por entonces tan sólo era conocido por haber pertenecido al equipo nacional británico de salto de plataforma, pero hoy es el hombre que rescató al cine de acción tras la semijubilación de los héroes que habían reinado en la taquilla (y especialmente en el videoclub) durante los ochenta y noventa.
Arnold y Stallone se han refugiado en la televisión, Van Damme anda desaparecido del radar, Bruce Willis retirado por problemas de salud y Chuck Norris reducido a memes (aunque sabemos que es el meme el que se reduce ante Chuck). El británico encarna mejor los viejos valores del género que héroes de acción más recientes como los reconvertidos Liam Neeson, centrado en su labor de vengador con cargas familiares, o el melancólico John Wick de Keanu Reeves. Ellos matan por un bien superior, pero los personajes de Statham matan porque la vida es así, no la ha inventado él.
Al contrario que otros musculados contemporáneos (véanse The Rock, Mark Wahlberg o Vin Diesel) Statham no se diversifica. Su personaje está claramente definido: primero pega, después pega, jamás sonríe y no tiene miedo al ridículo. Tal vez sean Crank (2006) y su secuela Crank: alto voltaje (2009) las que mejor le definen. En ellas interpreta a un sicario que debe mantenerse constántemente excitado para sobrevivir, bien porque ha sido envenenado o porque han sustituido su corazón por una batería (sic). Para ello, lo mismo esnifa cocaína que mantiene relaciones sexuales en público, en unas escenas tan explícitas que están alojadas en webs pornográficas. En su lucha por mantenerse vivo corta la mano a machetazos de un tipo que lo apuntaba y con su mano amputada, todavía empuñando el arma, dispara a otro matón. ¿Se imagina a algún otro haciendo eso?
Cuando pensamos en en actores británicos, la imagen que se nos viene a la cabeza es la de un tipo elegante y afectado, forjado en la Royal Shakespeare Company que habla de la fama y Hollywood con desdén y acumula premios merced a personajes atormentados. Jamás en un tipo que conduce coches asesinos y se enfrenta a un tiburón prehistórico de 23 metros, pero él es ahora mismo el actor más taquillero de las islas. “Olvídate de Daniel Craig: el actor más grande de Gran Bretaña es Jason Statham”, publicó hace unos días The Times. Y lo argumentaba: es el que más recauda y las cifras millonarias de sus películas se deben exclusivamente a él. “Nadie va a los éxitos de taquilla de Marvel porque les gusta un actor en particular, van porque ya son fans de un cómic. Sin embargo, los fans de Statham van a sus películas simplemente por Statham. Él es su propia franquicia”.
Futbolista, buceador, karateka y vendedor de bolsos falsos
Statham es hijo de una bailarina y un vendedor ambulante que acabó cantando en bares en las Islas Canarias. A los catorce años empezó a ayudar a su padre con el “negocio familiar”: vender bolsos, joyas y perfumes falsos a las puertas de Harrods. En su tiempo libre practicaba deportes, casi todos. Es un apasionado del fútbol, en el que lo inició el exjugador y actor Vinnie Jones, con quien acabaría trabajando en Mean Machine (Jugar duro) (2001). También practica artes marciales chinas, kickboxing y kárate, pero su principal pasión siempre ha sido el buceo. Fue miembro del Equipo Nacional de Natación de Gran Bretaña durante 12 años y compitió por Inglaterra en los Juegos de la Commonwealth de 1990. Tras no poder clasificarse para los Juegos Olímpicos de Barcelona dejó la competición y se planteó ser especialista de cine, donde conocía a algunas personas.
Una de esas personas era Guy Ritchie que por entonces preparaba su primera película, Lock & Stock (1998), sobre un grupo de criminales de baja estofa. “El tipo se me acercó porque estaba interesado en lo que solía hacer en la puta calle. Había escrito un personaje que era exactamente yo”, declaró a Esquire. “¿Cómo voy a conseguir que alguien de la puta escuela de teatro haga esto? ¿Cómo pueden aprender lo que tú has aprendido?”, le dijo Ritchie. Ese encuentro significó su entrada en el cine, a los treinta años y sin ninguna experiencia previa. Aunque no era su primera vez ante las cámaras. Aparte de su experiencia como modelo de catálogo para algunas marcas, había paseado el palmito en un par de vídeos musicales: podemos verlo en Dream a little dream de The Beautiful South y bailando engrasado y ataviado únicamente con un slip de leopardo en Comin’ on the The Shamen.
Ritchie volvió a contar con él en Snatch. Cerdos y diamantes (2000), donde compartió pantalla con Brad Pitt y Benicio del Toro. Después llegaron Fantasmas de Marte (2001) a las órdenes de John Carpenter y El único (2001) junto a Jet Li. En 2002 tuvo su primer papel protagonista en The Transporter de Luc Besson, que sería también su primera franquicia. Después le vimos en The italian Job (2003), un regalo para él, pues es un fanático de los coches rápidos, y en Cellular (2004), donde interpretaba al malvado. Los títulos en los que participaba eran cada vez más relevantes. Cuando llegó a la loquísima Crank ya era una estrella.
“Y el resto es una mierda”
“La razón por la que ha trabajado tanto y durante tanto tiempo es que su cuerpo no nos parece raro, como el de una estrella de la lucha libre”, dijo de él el crítico Charles Gant en The Guardian. “Los chicos quieren ser como él, y puedes ponerle un traje y a las chicas y a los gays también les gustará”. (Probablemente sin el traje les guste todavía más).
Aunque sus películas han recaudado miles de millones de dólares, es plenamente consciente de que no hace obras maestras. “Disfruté trabajando con Guy Ritchie. Primero porque me dio una carrera, y segundo porque las suyas son probablemente dos de las mejores películas que he hecho. Creo que The Italian Job es una película de muy buena calidad. También mi trabajo con Luc Besson y las dos partes de The Transporter. Y creo que Crank es... decente”, confesó a Esquire. “Y el resto es una mierda”.
Que formaba parte del club de los héroes de acción lo certificó su incorporación a la saga Los mercenarios, el homenaje de Stallone al cine de puñetazos de los ochenta donde coincidió con Jet Li , Dolph Lundgren y Mickey Rourke. La primera entrega (estrenada en 2010) fue un inesperado éxito comercial y demostró que el interés por un género tan denostado no había decaído.
Tras The Transporter, donde interpreta un papel al que ya había dado vida Charles Bronson, otro icono del dispara primero, pregunta después, The Daily Telegraph se rindió ante él “es nuestra mejor aportación al cine de acción en casi toda la historia, un bruto con alma de caballero. Ahoga y estrangula a sus objetivos con respeto. Incluso los deja caer desde los tejados con cierto disgusto”.
El mayor giro de su carrera, aparte de lucir melena en El protector, llegaría en su aparición en Espías (2015) junto a Melissa McCarthy, Jude Law y Rose Byrne. Su director, Paul Feig, responsable de La boda de mi mejor amiga, es un fan confeso de Statham y quería que fuese tal como es en el resto de sus películas, que no intentase ser gracioso. Y si el espectador lo piensa, bajo cierta mirada todas sus películas son comedias. Espías es la única que lo es de manera plenamente consciente.
Puñetazos sí, superhéroes no
Como casi todos los héroes de acción y casi todos los actores en general hoy en día, su nombre figura en varias franquicias (The fast and the furious , Meg y Los mercenarios) y, sin embargo, no se ve interpretando a superhéroes, el género por antonomasia del siglo XXI, “No tengo mucho interés ponerme un disfraz con capa y medias”, ha declarado. “Me gustan las películas de la vieja escuela. Me inspiraron personas como Stallone y Arnold. Y antes, Steve McQueen, Paul Newman y Clint Eastwood. No puedo imaginar a ninguno de ellos poniéndose una capa y una máscara y dando vueltas colgado de unos cables”. Y apostilla. “¡No están haciendo nada! Solo están sentados en su remolque. Todo son dobles y una pantalla verde ¿Cómo puedo emocionarme con eso?”.
Sus verdaderos héroes son los especialistas. Le gusta interpretar sus propias escenas de acción, aunque sea cada vez más complicado por una cuestión de seguros. “Bruce Lee nunca tuvo dobles de acrobacias ni dobles de lucha, tampoco Jackie Chan o Jet Li. He estado en películas de acción donde se hace un reemplazo de cara digital y yo estoy luchando con un doble, y es vergonzoso. Si eres un aficionado a las películas de acción, sabes quién está haciendo qué y quién no. Para mí es un poco triste”.
Lo lejos que él está dispuesto a llegar por una buena secuencia quedó claro cuando, como reveló Stallone, estuvo a punto de morir durante el rodaje de la tercera parte de Los mercenarios (2014):”Jason se enfrentó a la muerte. Estaba conduciendo un camión de prueba y los frenos se estropearon y se hundió 20 metros en el mar. Si otra persona hubiera estado en ese camión, habría muerto ahogada. Pero como Jason es un buceador de clase olímpica, salió”.
A sus cincuenta y ocho años mantiene un físico espectacular gracias a un entrenamiento riguroso y a una dieta estricta. Según Men’s Health seis comidas al día, limitándose a un total de 2.000 calorías. Evita el azúcar, los alimentos con alto contenido en glucosa, como los zumos de frutas, la pasta, los dulces, la harina y el alcohol. También trata de no comer más allá de las 7 de la tarde.
La noche es el único momento en el que descansa. Su lema es el dicho británico make hay while the sun shines, o sea, “siega el heno mientras el sol brilla”, que indica que uno debe aprovechar las épocas de buena suerte para prepararse por si las cosas se tuercen. La fama le llegó pasados los treinta y sabe lo que es la necesidad. “Cuando no tienes dinero no lo pasas bien, así que cuando por fin entra dinero, es difícil decir: ‘Soy demasiado bueno para hacer esto”.
Tal vez eso explique que el año pasado estrenase cuatro películas: Operación Fortune: El gran engaño, de Guy Ritchie, Fast & Furious X, Megalodón 2: La fosa y Los mercen4rios. Y no tiene previsto tomarse un descanso: acaba de estrenar Beekeeper: El protector de David Ayer, en la que interpreta a un hombre que cuida abejas en el granero de una anciana mientras trata de redimirse de su pasado, hasta que unos estafadores arruinan a la mujer obligándole a tomar cartas en el asunto. Y todos sabemos lo que significa eso en una película de Jason Statham.
A pesar de su estajanovismo, tiene vida privada: desde hace catorce años mantiene una relación con la modelo, actriz y ex ángel de Victoria‘s Secret Rosie Huntington-Whiteley a la que conoció durante el Festival de Música de Coachella. Se casaron en 2016, tienen dos hijos, e intentan mantener su relación lejos de las miradas curiosas. Sólo algunas veces se dejan ver en sus redes sociales donde podemos disfrutar del papel más sorprendente de Statham: el de tierno padre amantísimo.
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