El cantante de a-ha no quiere ser estrella: “Conozco los mecanismos de la fama. El público no tiene ni idea, es todo mentira”
Morten Harket, vocalista del trío noruego que celebra sus cuarenta años de trayectoria con un nuevo álbum y película, deja claro que aunque hayan vendido decenas de millones de discos, nunca fueron “ese tipo de banda”
“¿a-ha han vuelto?”, decían los Lori Meyers en el título de uno de sus temas más conocidos, una pregunta que más de uno se habrá hecho alguna vez. En realidad, el trío noruego nunca se fue del todo. Estos días celebra el 40 aniversario de su formación y lo hace a lo grande, con True North, un nuevo álbum, el undécimo de su carrera, y un filme de igual título que se estrenó en cines selectos, y que es el segundo consecutivo que ellos protagonizan, tras el documental a-ha: La película.
En él, la banda aparece tocando en impresionantes paisajes cercanos al Círculo Polar Ártico, con el acompañamiento de la orquesta Arctic Philarmonic. Una idea ambiciosa que, según revela su vocalista, Morten Harket (Kongsberg, Noruega, 63 años) fue más bien casual. “Todo empezó cuando Magne Furuholmen [guitarra y teclista del grupo] pensó en crear una pieza cinematográfica. No había un consenso entre nosotros a la hora de querer grabar un nuevo álbum de estudio, pero él sí estaba interesado en hacer una película situada en el norte de Noruega, algo muy artístico, y que incluyera tres canciones nuevas registradas en vivo. Empezó así y acabó convirtiéndose en un disco completo”.
La que se ve en pantalla es una naturaleza inevitablemente amenazada por el cambio climático y que a-ha parece reivindicar. “Los tres tenemos una mentalidad muy similar respecto a los problemas medioambientales y nuestras responsabilidades. Todo es resultado de la civilización a nivel global, y sentimos que podíamos hacer algo como noruegos, ya que es nuestro hogar y nuestra identidad. Pero la verdadera motivación es que este es el entorno que a nosotros nos resulta más familiar, ese paisaje forma parte de nuestro flujo sanguíneo y, hasta ahora, nunca habíamos hecho nada como esto”, expone el cantante.
Es esta una obra que cabría esperar más bien de un grupo como, pongamos, los islandeses Sigur Rós que de los a-ha, quienes conquistaron el mundo pop en los años ochenta. De hecho, contrasta bastante con sus inicios. En el otoño de 1982, Harket, Furuholmen y el guitarrista Paul Waaktar-Savoy, formaron la banda cuando estaban afincados en Londres. “Buscábamos formar parte de la escena musical global”, rememora el cantante. “El mundo era así en nuestras cabezas y nuestros corazones, un lugar único, sin nacionalidades, y nosotros queríamos competir en él al más alto nivel. Pensamos en irnos a Londres o EE UU, que era donde estaba el centro de la competición. Quedarnos en Noruega nunca fue una opción”.
En aquel planeta soñado en que las canciones pop eran el idioma común, a-ha cumplió su objetivo. Digan lo que digan, su pop era indiscutiblemente nórdico, pegado a la modernidad de la época, pero muy asequible. Autores de uno de los himnos tecnopop indiscutibles de los ochenta, Take on me, que propulsado por lo que entonces era un innovador (y carísimo) vídeo de animación, llegó en 1985 al número uno en una docena de países, incluido Estados Unidos, a lo largo de estas cuatro décadas han vendido 100 millones de discos en todo el mundo, se mantienen como uno de los 50 grupos musicales que más dinero recaudan y han actuado en los cinco continentes, incluyendo países tan poco transitados por las estrellas pop occidentales como Líbano, Senegal o Emiratos Árabes. Pero lo que más sorprende a Harket, aún hoy, es el enorme nivel de éxito que obtuvieron en América del Sur desde que acudieran a tocar por primera vez en 1988. “Fue totalmente inesperado para nosotros, conectar tanto con un público que tenía una identidad musical tan basada en el baile, el movimiento y los ritmos seductores”, recuerda. “Nosotros no somos ese tipo de banda, sino que hacíamos música de baile para el alma, y supongo que eso fue lo que les gustó tanto”.
Del estudio al estadio
Atesora a-ha varios logros curiosos. El que más, el obtenido en 1991 cuando actuaron en el estadio de Maracaná en el Festival Rock In Rio. Aún hoy es el récord de artista que ha congregado más público de pago en un solo concierto: 198.000 personas, el triple de las que acudieron a ver a los otros cabezas de cartel de aquel año, que eran Guns N’ Roses, Prince y George Michael. Otras apariciones, en el festival benéfico Live 8, el Royal Albert Hall de Londres o sus tres actuaciones en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz fueron hitos sonados que trascienden su percepción de grupo de un solo éxito o de fenómeno de temporada muy pegado a la era del tecno pop y los Nuevos Románticos.
Harket prefiere quitarle pompa a todo eso. “No creo que esos conciertos fueran más importantes que otros, porque todo el público es igual de relevante para nosotros, no hacemos distinciones. Este verano, por ejemplo, tocamos con orquesta en el Hollywood Bowl, que es el tipo de concierto que se podría considerar la culminación de una carrera, pero también lo hemos pasado muy bien en clubes muy pequeños”.
De hecho, otra confusión habitual es recordarles como grupo de estudio y desestimar sus habilidades sobre el escenario. “Si tengo un sentido del deber de cara al público, no consiste en entretenerlo sino en comprometerlo, y no me refiero a hacerles cantar, sino a implicarlos en un nivel más emocional y espiritual”, sostiene un cantante del que periodistas como Sylvia Patterson, de la revista británica New Musical Express, llegó a escribir que tiene el mejor falsete en la historia de la música popular. En una de sus canciones, Summer Moved On, del año 2000, obtuvo otro curioso récord: el de entonar la nota más larga en un tema pop en Europa (duraba 20,2 segundos), pero el plusmarquista vocal también lo relativiza. “Paul tuvo esa idea cuando la grabamos. Me dijo: ‘¡mantén la nota todo el tiempo que puedas!’. Fue una cosa muy casual, lo hicimos por divertirnos, pero luego hubo que repetirlo en vivo, y la gente se quedaba esperando ese momento, se volvió parte obligada del espectáculo. Al final terminé muy harto de eso, porque se convirtió casi en un número de circo, y tampoco tiene tanto mérito: estoy seguro de que hay otros cantantes clásicos que han alcanzado notas más largas”.
El ídolo adolescente que no quiso serlo
Morten Harket suena hoy amable, sosegado y sin ínfulas de estrella. Sabe que le avala una larga trayectoria, que sus momentos vitales más convulsos se quedaron atrás tiempo ha, y evita la nostalgia en la mayor medida posible. Sin embargo, al pensar en él uno sigue visualizando a aquel chico despampanantemente guapo cuya imagen, a mediados de los años ochenta, tomó por asalto las carpetas y las paredes de las adolescentes de medio mundo. Sin duda, aquello fue muy perjudicial para su credibilidad musical por los prejuicios asociados a este tipo de ídolos. ¿Cómo le afectó?
“No puedes lidiar con eso”, responde él. “No puedes hacer nada, porque es algo que no controlas tú sino los medios, que proyectan la imagen que ellos quieren mostrar. Las revistas de colorines utilizaron eso porque sabían que podía darles mucho dinero. Nosotros nunca quisimos ofrecer esa imagen. Al principio entramos un poco al trapo porque éramos ingenuos e inexpertos y no nos dábamos cuenta de cómo funcionaba todo aquello, pero sin duda afectó a la impresión que le dimos a la gente al principio, nos etiquetó y nos situó en una categoría a la que no pertenecíamos en absoluto. Eso sigue estando ahí, pero no podemos hacer nada, solo podemos continuar adelante siendo quienes somos”.
No obstante, su documental estrenado este verano sí parecía mostrar una intención de plasmar el verdadero carácter de a-ha contra la idea de la banda que el público general tenía en su cabeza. “En mi caso, no se trataba de algo que yo necesitara exponer o sacarme de encima. Los mecanismos de la fama los conozco mucho, y el público normalmente no tiene ni idea porque se hace sus propias nociones a través de los medios, y es todo mentira. Lo que la fama te hace y cómo se comporta es algo muy diferente de lo que puedas creer. El documental en ese sentido fue positivo porque le dio a la gente algo en lo que pensar, creo que es una película bastante buena, y un trabajo honesto”, concluye el músico.
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