Cientos de millones de reproducciones en todo el mundo y conciertos en fiestas de moteros: el extraño caso de Smash Mouth
25 años después de lanzar su primer disco, el grupo que creó una de las canciones más famosas de todos los tiempos, ‘All Star’, lucha por sobrevivir tras haber renunciado a su estilo original, abrazar el meme y mandar a su cantante a rehabilitación
Un grupo con una canción que, más de 20 años después de su lanzamiento, sigue en los primeros puestos de las listas de canciones de rock más escuchadas según la lista Billboard, con miles de millones de reproducciones en diferentes plataformas, resiste al paso del tiempo en fiestas de moteros o realizando giras de discotecas por Australia. Los estadounidenses Smash Mouth fueron omnipresentes y lo han seguido siendo gracias a All Star, tres minutos musicales que una porción importante de habitantes del planeta ha escuchado, al menos, una vez en su vida: la hiperreconocible voz de Steve Harwell despachando los versos “Somebody once told me / the world is gonna roll me” ha sonado en películas tanto familiares como adultas, en eventos deportivos, en anuncios, en programas de televisión, en protestas contra la inacción ante la crisis climática, en las radios de medio mundo y, en los últimos años, en una cantidad de memes irrastreable e imposible de cifrar.
Pero para mucha gente All Star es “la canción de Shrek” (de hecho, esos memes pueden considerarse una rama de la enorme cultura del troleo que rodea la película de Dreamworks, un clásico para las generaciones milenial y Z) y Smash Mouth, “el grupo de la canción de Shrek”. El diagnóstico normal sería que hablamos de un one hit wonder de libro, un grupo sin fans conocido universalmente por una canción o una circunstancia muy concreta, algo que a duras penas alivia el hecho de que su siguiente tema más popular sea también parte de Shrek: la versión de I’m a believer, de The Monkees, que grabaron para la película. Lo irónico es que, precisamente, en su momento, All Star fue la canción que vino a demostrar que Smash Mouth no eran un grupo de un solo éxito.
En el verano de 1997, hace 25 años, Smash Mouth lanzaba su álbum debut, Fush Yu Mang, una colección de temas en la órbita de la escena musical en la que se enmarcaban, la del punk californiano. De sus 12 cortes, con algún que otro acceso ska, se extrajo un sencillo que rápidamente les puso en el mapa: Walkin’ In The Sun, una pegadiza, psicodélica y, quizá por anacrónica, sorprendente mezcla de soul, funk y reggae que destacaba además como rareza poco representativa de lo que, entonces, era el estilo del grupo. “Lograron la dudosa distinción de tener un disco muy, muy exitoso pero también uno de los álbumes más devueltos, porque su single era muy diferente al resto. La gente lo compraba y no entendía nada”, reflexionaba el productor Eric Valentine en la revista Rolling Stone, dentro de un reportaje de 2019 que conmemoraba los 20 años desde la publicación de All Star.
Aquel reportaje, en el que participaban diferentes miembros y colaboradores de Smash Mouth, ilustraba cómo All Star, una canción con también escasa relación con el antiguo pedigrí ska-punk del grupo, había sido una consecuencia directa de la popularidad obtenida por Walkin’ In The Sun. El álbum de 1999 en el que se incluyó, Astro Lounge, abandonaba el terreno de su disco predecesor para satisfacer a aquellos compradores que habían quedado decepcionados por el escaso carácter pop de su propuesta. Con este trabajo de ardua producción, importantes interferencias de la discográfica Interscope Records y enormes concesiones artísticas, el grupo desafió a los críticos que ya les habían colgado la etiqueta de one hit wonder al considerarles incapaces de replicar una canción tan alejada de lo que hacían y les dieron dos tazas con un segundo disco celebrado transversalmente, que, en esencia, refundaba la banda al gusto de todos los públicos. También el infantil.
Atrapados en el tiempo
“Smash Mouth no sonaban realmente como ninguno de sus compañeros de finales de los noventa. Eran la quintaesencia de lo californiano, todo buen rollo, una banda de fiesta con raíces inesperadas en los sesenta que tocaba un pop descarado”, dice a ICON el crítico musical Stephen Thomas Erlewine, editor de AllMusic y colaborador de otros medios especializados como Pitchfork o Consequence of Sound. Para Erlewine, el “órgano barato y enlatado” que se escuchaba en Walkin’ In The Sun o la versión de Can’t Get Enough of You, Baby, de The Four Seasons, que incluyeron en Astro Lounge, son ejemplo de la herencia en Smash Mouth del llamado pop AM, la radiofórmula añeja, “un sonido que cristalizó en All Star”.
Algo que también cristalizó en All Star y en el disco Astro Lounge fue la imagen definitoria con la que se recordaría al grupo. Smash Mouth eran emblema de la despreocupación juvenil, de las fiestas de hermandades universitarias y del hedonismo adolescente de final de milenio: en sus canciones no había o no se detectaba ningún mensaje de calado y, en contraposición, presentaban un universo eufóricamente simple, como se encargaban de ilustrar unos videoclips situados siempre en ambientes de verbena o en yates, con muchísimas chicas atractivas desfilando semidesnudas alrededor de músicos que lucían peinados de colores chillones. Entre fiesta y fiesta, no obstante, el grupo mantenía sus dudas y sus debates sobre la integridad de lo que hacían.
All Star estaba en el punto de mira de Dreamworks para Shrek, una película de animación de la que el grupo sabía poco. Era infantil, y eso parecía suponerles una línea roja. “Cuando dejas que tu canción entre en una película familiar, estás dentro del mundo Disney y fuera del mundo de la credibilidad”, argumentaba a Rolling Stone el guitarrista Greg Camp, compositor de All Star. Los cineastas Vicky Jenson y Andrew Adamson, sin embargo, les aseguraban que, en sintonía con la sátira del cuento de hadas tradicional que proponía Shrek, su idea era justamente la de alejarse del estilo Disney y acercarse al cine independiente por la vía del rock. Los visionados previos que el estudio ofreció a Smash Mouth terminaron de despejar las dudas.
“A veces odiaban hacer dinero, pero nunca odiaban gastarlo”, declaró sobre este episodio a Rolling Stone su manager Robert Hayes, en Smash Mouth desde 1996. Según Hayes, la banda se percató de la inteligencia de este movimiento cuando ocurrieron los atentados del 11-S y sus siguientes canciones, como Pacific Coast Party, de pronto, parecieron nacer obsoletas en unos nuevos Estados Unidos con pocas ganas de festejar nada. “El ambiente festivo que hizo a Smash Mouth tan entrañable también les condenó a una trayectoria particular. A ellos no les importaba el progreso, sino vivir el momento. Los tiempos cambian y estás tocando lo mismo ante aforos que van menguando”, analiza Stephen Thomas Erlewine. La misma cápsula del tiempo que atrapó para siempre al nu-metal amenazó con capturar a Smash Mouth. Sin embargo, All Star y Shrek les habían reservado un purgatorio propio.
En caída libre
En un capítulo de la comedia de Netflix Unbreakable Kimmy Schmidt, el personaje de Titus, actor y cantante profesional, es contratado por un conspiranoico de extrema derecha para grabar una canción: Tetas en California. La letra, además de tratar exactamente de lo que anuncia el título, glosa las bondades de la vida en California, como “escuchar a Smash Mouth en la radio”, para reivindicar la Arcadia perdida de su autor, la antigua forma de diversión machista, heterocéntrica y despolitizada que el conspiranoico echa de menos. Cuando se emitió aquel capítulo, Smash Mouth aún no había dado el que sería, fatídicamente, su concierto más mediático en muchos años: el que ofrecieron en una convención de moteros en Dakota del Sur el 9 de agosto de 2020, contraviniendo todas las recomendaciones sanitarias por la delicada situación de la pandemia del coronavirus en Estados Unidos.
Tras el espectáculo, en el que el vocalista Steve Harwell lanzó varias invectivas contra “la mierda del covid”, las autoridades llegaron a conectar hasta 250.000 casos de infección con el millar de personas que acudió. Algunos antiguos fans indignados con Smash Mouth llegaron a subir fotos de sus discos destruidos, que el grupo compartió en redes de manera irónica, aunque sin apenas gente riéndoles la gracia.
En los años anteriores, Smash Mouth ya se habían visto completamente arrasados por el tsunami Shrek. “De repente, teníamos a gente vistiéndonos, maquillándonos, llevándonos a elegantes entregas de premios y cosas así. Ya no podíamos decir palabrotas, ni beber, ni fumar”, relataba el guitarrista Greg Camp a Rolling Stone. Camp abandonó el grupo en 2009 y la banda, pese a haber perdido a su principal compositor, siguió adelante viviendo una paradójica caída en picado: cada vez actuaban en peores escenarios, mientras, con el cambio de década, All Star volvía a popularizarse por los memes. De entre ellos, brillaba con luz propia el trabajo del youtuber Jon Sudano, que estableció como rutina cómica la de grabarse delante del ordenador cantando y encajando con extrema seriedad la letra de la canción sobre bases de otros temas, como Bring me to life, de Evanescence, o Hello, de Adele. Actualmente, Sudano cuenta con más de un millón de suscriptores en su canal.
En las grabaciones de conciertos de Smash Mouth de la década de 2010 alojadas en YouTube se puede ver, sin embargo, cómo el grupo capitaliza más bien poco de esa renovada fama, actuando, sobre todo, en lo que parecen fiestas de barrio ante públicos modestos. Una crónica de un concierto de la banda en Milwaukee en 2015, publicada por la página Milwaukee Record, señala cómo todos los miembros del público parecen estar allí para disfrutarlo de manera irónica. “Una gran cantidad de gente acudió llevando orejas de Shrek. Una persona consiguió enviar al escenario un muñeco flotante de Shrek a escala humana, que Steve Harwell firmó y envió de vuelta a la multitud”, se describe.
Sin embargo, el concierto con peor prensa de la historia de Smash Mouth llegaría en octubre de 2021, en Nueva York, cuando Harwell amenazó a miembros del público con asesinar a su familia, por razones desconocidas, y realizó en el escenario lo que pareció ser un saludo nazi. El concierto, que algunos asistentes calificaron como “el más caótico” que habían visto, fue el último del cantante antes de su marcha para recuperarse de problemas que un portavoz calificó de “físicos y mentales” y de “los diferentes tipos de adicción” que ha sufrido a lo largo de los años.
Lejos de que la continuidad de la banda quede en duda, Smash Mouth ha seguido adelante con su bajista Paul de Lisle como último miembro original. En el lugar de Harwell ahora hay un nuevo cantante, Zach Goode, cuyo debut en las grabaciones ha sido una versión de Never Gonna Give You Up, de Rick Astley, que la banda defendió en una entrevista en Variety como “el choque entre los dos mayores memes del mundo”, en un intento de abrazar la fama a la que las redes les han relegado.
En los comentarios de YouTube al nuevo lanzamiento, muchos seguidores expresan su sorpresa por el gran parecido vocal de Goode con Harwell, asegurando que no lo hubieran percibido de no haber sabido que era otra persona. Un gigantesco concierto de Smash Mouth en el festival Corona Capital de Guadalajara (México), con 50.000 personas entregadas y un sonido muy depurado, como se puede comprobar en los vídeos de la actuación, ha servido de contundente apertura a esta nueva etapa. “Aun sin sus dos miembros clave, la marca Smash Mouth es más reconocible que sus nombres.
La gente recuerda All Star, no al quinteto. Eso es ideal para que una nueva encarnación continúe con las giras por un periodo indefinido de tiempo”, vaticina Erlewine. Habrá quien quiera cuestionar muchas de las decisiones de Smash Mouth, pero, si el estribillo de su canción inmortal animaba a “seguir con el show y cobrar”, nadie les puede acusar de no aplicarse el cuento.
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