Cómo Jordi Fornas revolucionó la imagen gráfica en España y acabó renegando de su profesión
El artista catalán convirtió el diseño gráfico en un instrumento de libertad y modernización en la España franquista, pero su verdadera pasión siempre fue otra: la pintura
“Un diseñador singular que no quería ser diseñador”, así define a Jordi Fornas el también diseñador Enric Satué en su libro Mis queridos diseñadores (gráficos) editado por Alianza Editorial. Se podría hablar de un “Enigma Fornas”, un diseñador gráfico que formó parte de la generación de creadores que revolucionaron la imagen gráfica en la España de los años sesenta y que, sin embargo, diez años después de su muerte, ha quedado semiolvidado. Un olvido propiciado por el propio diseñador que en un momento de su vida deseó borrar su etapa como creador gráfico para dedicarse a la pintura, su verdadera vocación.
La reciente exposición Fornas. La imatge de Catalunya que acogió el Institut Ilerdencs de Lleida reivindicó la figura de este creador gráfico que consiguió hacer del diseño un producto popular. Para Pau Llop, diseñador gráfico y comisario de la exposición, Fornas nunca se ha erigido como una figura determinante en el panorama del diseño catalán, en parte, por su negativa a identificarse como diseñador y reivindicarse como artista. “En cambio, en muchos hogares catalanes es fácil reconocer algún diseño suyo, sin duda el mejor homenaje para un creador de cultura pop”.
En 1963 el sello Edigsa, editora discográfica barcelonesa, germen y motor de la Nova Cançó, publica el primer disco de Raimon, un joven cantante valenciano que aterriza en el panorama de la canción popular con su composición Al vent. A partir de una fotografía de Oriol Maspons que muestra a un escuálido muchacho apenas salido de la adolescencia con su guitarra, Fornas imprime su sello personal en la portada, fijando un estilo que desarrollará en sus trabajos sucesivos. Cómo señala Satué, “Fornas giró noventa grados la composición tipográfica de los títulos de las canciones dándole un aspecto rampante, agresivo y desde luego original. Es destacable el fenómeno de aceptación de sus propuestas gráficas, algunas sin duda desconcertantes, para un público con voluntad de cambio y de nuevos conocimientos”, destaca Pau Llop.
Esta misma voluntad vanguardista y transgresora se manifestará en otros proyectos, colecciones editoriales, revistas periódicas, etc. Entre las joyas de la corona destaca la colección La Cua de Palla, una serie de novela policiacas de la editorial Edicions 62. Con ocasión de la exposición Signos del siglo. 100 años de diseño gráfico en España, celebrada en el año 2000 en el Centro Reina Sofía, las portadas de La Cua Palla de Fornas sobresalen en el universo del diseño editorial con sus cubiertas a dos tintas, amarillo y negro –como los colores de los taxi–, sus fotografías quemadas y su rotulación en Letraset. “El suyo es un lenguaje personal y diferente del resto de discos y libros de la época, que aportaban un tono vanguardista y europeo al ámbito gráfico”, señala Llop. Una identidad gráfica que “bebe de la estética pop británica, del diseño de la escuela suiza y, especialmente, de la gráfica francesa de los años cincuenta. La mezcla de todas estas influencias se ve plasmada en recursos y usos que conforman uno de los puntales de lo que llamamos estilo Fornas”.
“El diseño de Jordi Fornas fue más que una simple aplicación gráfica”, subraya Pau Llop. “Fornas es un protagonista clave en el diseño gráfico catalán. Es un eslabón de un engranaje que revolucionó y modernizó la cultura catalana de los años sesenta, y fue precursor de un cambio que tenía que llegar a una sociedad que quería romper con el gris del franquismo”. En uno de los textos del catálogo de la exposición, el escritor y ensayista Jordi Amat recalca la importancia de Jordi Fornas en este proceso de modernización. “Fornas comienza a dar formar a un imaginario nuevo para un tiempo nuevo. En el país se estaba produciendo un proceso de transformación que no era político, pero sí económico, y que tenía una correlación moral porque tenía que permitir experimentar las pulsiones y las ansias de la modernidad de una manera libre. Y quien dio forma a este anhelo de libertad fue, seguramente de una forma más persuasiva que nadie, Jordi Fornas”.
Las vanguardistas portadas de discos que Fornas realiza para el sello Edigsa acabaran produciendo un efecto dominó y otras editoriales como Concèntric, el otro sello discográfico de la Nova Cançó, proyectaran este acento pop que recorre la década de los sesenta. La portada del dibujante Enric Sió para el disco Visca l’amor de Guillermina en estética cómic y reminiscencias beatlerianas marcará la imagen musical de la época o los trabajos del cantante y ocasional diseñador Pau Riba siguiendo las corrientes psicodélicas. Otros diseñadores se sumarán a la “revolución gráfica”, como América Sánchez, Francesc Guitart, Enric Satué, Claret Serrahima o el trabajo de un Daniel Gil para el sello Hispavox en colaboración del fotógrafo Francisco Ontañón.
Jordi Fornas será también el responsable de una buena parte de la imagen gráfica de Joan Manuel Serrat, desde sus inicios con el grupo Els Setze Jutges hasta su ascenso como cantante de masas e ídolo pop. Las portadas de Fornas para el sello Edigsa, con fotografías suyas o de otros –Josep Puvill, Colita o Toni Catany–, proyectan la construcción del mito, ya sea como el joven romántico y bohemio de Cançó de matinada o el sofisticado de Conillet de vellut. “El trabajo de Fornas en la editora Edigsa supuso una obra compleja y completa: diseñaba portadas de discos, definía identidades gráficas para los subsellos, convertía en logos los nombres de los músicos, fotografiaba a los intérpretes… Un ejemplo del diseñador total”, señala Llop.
A partir de 1975 la trayectoria profesional de Jordi Fornas se abre a una nueva etapa. “No debemos olvidar que él siempre consideró el diseño gráfico como un trabajo, un medio para llevar ingresos a casa y a su familia”, dice Pau Llop. “A pesar de encontrarse en un momento álgido de su carrera como diseñador, desea reencontrarse con su gran pasión, la pintura y la creación en libertad, un ejercicio artístico que el diseño no le permite por su carácter funcional”. Fornas renegaba a menudo del diseño, no lo valoraba como la pintura, ya que consideraba que en la obra gráfica había una autoridad que acababa decidiendo, marcando las pautas, y en esencia, el producto tenía una finalidad determinada”, señala Llop.
Su obra pictórica pasa por diferentes etapas, desde una concepción más orgánica y vegetal a temáticas más urbanas. Todo este proceso estará marcado por un alejamiento progresivo del entorno social y profesional mientras se refugia en su mundo creativo y artístico. “Fornas renegaba a menudo del diseño, no lo valoraba como la pintura ya que consideraba que en la obra gráfica había una autoridad que acababa decidiendo, marcando las pautas, y en esencia, el producto tenía una finalidad determinada” indica Llop. Poco a poco, Fornas se retira para recluirse en su mundo creativo y tras la muerte de su mujer decide dedicarse plenamente a la pintura. Confinado en su casa del barrio de Sarrià-Sant Gervasi de Barcelona, se obsesiona con la experimentación plástica. Una parte de su voluminosa obra pictórica se pudo ver en una exposición póstuma del Museo de la Abadía de Montserrat en el año 2013. “Un ejemplo ilustrativo de su actitud y su defensa de la pintura sobre el diseño fue su negación a ser propuesto para los Premios Nacionales de Diseño. Nunca se consideró un diseñador”.
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