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El ‘fantasma’ del duque de Feria persigue a su hijo, Luis Medina: 30 años del escándalo que sacudió a la nobleza española

Hace tres décadas, Rafael de Medina era juzgado por raptar y corromper a una niña de cinco años. Ahora, el hijo menor del aristócrata mantiene un perfil bajo a la espera de juicio por una presunta estafa millonaria al Ayuntamiento de Madrid por la venta de material sanitario en lo peor de la pandemia

Luis Medina
Luis Medina a su llegada a los juzgados de la plaza Castilla para declarar el 24 de abril de 2022, en Madrid.Antonio Gutiérrez (Europa Press)
Martín Bianchi

Este verano, Rafael y Luis de Medina Abascal no se han dejado ver navegando a bordo del Feria, el velero clásico que Luis, el pequeño de los hermanos Medina, compró con parte de la millonaria comisión que cobró por intermediar en la venta de material sanitario al Ayuntamiento de Madrid en los primeros días de la pandemia. Sobre la embarcación de 13 metros de eslora, un Leonardo Eagle 44 de fabricación holandesa, valorado en unos 300.000 euros, pesa una orden de embargo judicial. Rafael, actual duque de Feria, está pasando sus vacaciones con su mujer y sus hijos en la lujosa urbanización de Sotogrande, a pocos kilómetros de Gibraltar, donde el Feria está registrado a nombre de una empresa off shore. La matriarca del clan, la exmodelo y estilista Naty Abascal, está surcando las aguas del mar Jónico a bordo del T.M. Blue One, el superyate del diseñador italiano Valentino Garavani. Luis, por su parte, está alejado de los focos desde abril de 2022, cuando estalló el llamado caso mascarillas. Está a la espera de conocer si tendrá que sentarse en el banquillo. La fiscalía lo considera coautor de un delito continuado de estafa agravada y otro de falsedad en documento mercantil. El Ministerio Público pide nueve años de cárcel para él y 15 para su socio, Alberto Luceño, además de multas e indemnizaciones millonarias para ambos.

El entorno de Luis Medina explica a EL PAÍS que el aristócrata mantiene su inocencia y considera que no ha hecho nada malo. “Está feliz, haciendo la misma vida de siempre. Ha pasado varias semanas en su casa de Portugal con su novia, surfeando y practicando kitesurf”, dicen sus amigos. La fiscalía, el juez y los servicios jurídicos del propio Ayuntamiento sospechan que sí ha hecho algo malo. La justicia ha encontrado indicios de que tanto él como Luceño habrían fijado los precios del material sanitario de manera arbitraria, ocultando al Consistorio de la capital que un elevado porcentaje del valor del contrato correspondía a las comisiones que ellos mismos iban a percibir. En total, casi seis millones de euros. El juez ha cargado contra Medina, habitual de la prensa del corazón, acusándolo de “aprovecharse” de su condición de “personaje público” y su “influencia” en ciertos círculos sociales.

Este 31 de agosto Medina cumplirá 43 años, pero no tiene previsto dar una gran fiesta de cumpleaños ni prodigarse por los photocalls y eventos sociales veraniegos como hacía antaño. Según ha podido saber este periódico, en estos días llegará también a Sotogrande. En estas fechas, parte de la alta sociedad madrileña se traslada a esta urbanización gaditana para disfrutar de la vela, los torneos de polo y las fiestas privadas. Por el momento, el aristócrata prefiere mantener un bajo perfil, a la espera de que se resuelva el caso. Su situación judicial coincide con un triste aniversario para él y su familia. Se cumplen ahora 30 años de la detención y enjuiciamiento de su padre, Rafael de Medina y Fernández de Córdoba, XIX duque de Feria y Grande de España, por su participación en el secuestro de una niña de cinco años en 1993.

Luis de Medina solo tenía 12 años cuando la Policía de Sevilla encontró a su padre in fraganti en su apartamento del centro de la capital hispalense junto a una joven y una niña, horas después de que la madre de la menor denunciase el secuestro de la pequeña. El duque había pagado a una prostituta para que le llevara a su domicilio a su sobrina de cinco años, a la que “desnudó, bañó y le mostró revistas pornográficas”, según informes policiales que trascendieron a los medios. Según la justicia, el entonces duque de Feria obtenía “placer y excitación sexual” observando y fotografiando a menores, algo que él desmintió. Pero la Policía le requisó pruebas comprometedoras: fotografías de niñas desnudas, y películas y revistas pornográficas.

Rafael Medina, duque de Feria, momentos antes de declarar ante el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Sevilla, quien tramitaba una demanda de su exmujer, Naty Abascal, para que le fuera retirada la custodia de sus dos hijos. Fotografía tomada en Sevilla, el 27 de mayo de 1993.
Rafael Medina, duque de Feria, momentos antes de declarar ante el titular del Juzgado de Instrucción número 1 de Sevilla, quien tramitaba una demanda de su exmujer, Naty Abascal, para que le fuera retirada la custodia de sus dos hijos. Fotografía tomada en Sevilla, el 27 de mayo de 1993.J. MUÑOZ (EFE)

Se le acusó de secuestro, corrupción de menores y tráfico de drogas. Ese mismo mes la revista Interviú publicó fotos del duque sin ropa junto a otras niñas. El caso destruyó su prestigio y fortuna y se llevó por delante la vida de sus hijos. Naty Abascal alejó a Rafael y Luis del escándalo inscribiéndoles en The Kiski School, un elitista internado masculino en Pensilvania (Estados Unidos), cuya matrícula ronda actualmente los 48.000 euros al año.

Los informes psiquiátricos practicados al duque de Feria concluyeron que el aristócrata no padecía enfermedad mental alguna, aunque sí trastornos de personalidad que no afectaban a su imputabilidad. Durante el juicio, lejos de demostrar su inocencia, terminó incriminándose más. Negó ser un corruptor de menores, un raptor o un traficante, pero sí reconoció ser un drogadicto. Dijo al tribunal que se enganchó en la cocaína a raíz de su separación de Naty Abascal —“antes solo era una diversión, pero cuando pasó lo de mi mujer se convirtió en una medicina”—, y que hacía fotografías a menores desnudas para imitar a David Hamilton, un fotógrafo británico especializado en retratos de adolescentes que rayaban la pedofilia —“las imágenes de niñas pequeñas me hacen gracia, pero para mí no tienen ningún contenido erótico”, aclaró en el juicio—.

El 25 de marzo de 1994, la Audiencia de Sevilla lo condenó a 18 años de cárcel por corrupción de menores, narcotráfico y secuestro. La fiscal pedía 31 y 42 la acusación particular. “¡Qué barbaridad!”, fueron las únicas dos palabras que articuló el noble sevillano cuando, en pleno Viernes de Dolores, un funcionario de prisiones le comunicó la sentencia. El Supremo confirmó la resolución, pero redujo la pena a nueve años.

El duque de Feria, Rafael Medina y Fernández de Córdoba, junto a sus dos hijos en la fiesta celebrada por la boda del hijo de Pitita Ridruejo, en Sevilla en 1990.
El duque de Feria, Rafael Medina y Fernández de Córdoba, junto a sus dos hijos en la fiesta celebrada por la boda del hijo de Pitita Ridruejo, en Sevilla en 1990.EFE

Tras la condena judicial, llegó la social. El Consejo de la Grandeza de España suspendió cautelarmente la inscripción del duque en el Libro de la Grandeza. Su exmujer, Naty Abascal, le reclamó más de 68 millones de pesetas por el impago de las pensiones de separación y como indemnización por los daños sufridos por sus hijos, con los que, según la madre, el noble había incumplido los deberes de la patria potestad. Abascal reconoció al juez haberse visto obligada a cobrar por ir a fiestas para pagar los estudios de sus hijos en Estados Unidos. Rafael, el mayor de los hermanos, estuvo sin ver a su padre desde el 93 al 99 y sin hablar con él tres años.

El duque de Feria intentó quitarse la vida varias veces mientras cumplía condena en la cárcel de Sevilla. Salió en libertad condicional en mayo de 1998. Luis, su hijo pequeño, regresó a España para verle. También le salvó de uno de esos intentos de suicidio. Aquel año, el duque se saltó un semáforo en rojo mientras conducía un coche de alquiler y colisionó contra un vehículo en el que tres chicas se dirigían a su trabajo. El Grande de España iba con el doble de la tasa de alcoholemia permitida entonces. Fue juzgado por un delito de lesiones y contra la seguridad del tráfico y también volvió a ser condenado por corrupción de menores a raíz de las fotos que había publicado Interviú en mayo de 1993. Sin prestigio y sin dinero, pasó por una institución psiquiátrica. Su hijo pequeño iba a visitarle. En una entrevista en 2011, Luis de Medina reveló que su padre sufría un trastorno bipolar.

David Hamilton, el fotógrafo al que el duque de Feria admiraba e imitaba, se quitó la vida en 2016 después de que saliera a la luz que había violado a varias adolescentes. Rafael de Medina terminó como su “ídolo”. En el verano de 2001, un empleado de Casa de Pilatos, el palacio de los Medina en Sevilla, lo encontró muerto en sus apartamentos privados. El Instituto Nacional de Toxicología concluyó que había fallecido por una sobredosis de barbitúricos y que la muerte podría haberse producido con solo una tercera parte de las pastillas que había ingerido. “Ha abierto una ventana en su habitación cerrada”, escribió alguien en una necrológica.

Han pasado 30 años del escándalo del duque de Feria y más de 20 de su muerte, pero el fantasma del aristócrata sigue rondando su familia.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.

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