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Cómo Valentino se convirtió en un ‘influencer’ inesperado

La última leyenda de la alta costura celebra sus 87 años en Capri rodeado de amigos y de sus 1,4 millones de seguidores en Instagram

El diseñador Valentino Garavani, en una retrospectiva de moda sobre su carrera en Londres en noviembre de 2012.
El diseñador Valentino Garavani, en una retrospectiva de moda sobre su carrera en Londres en noviembre de 2012.Peter Macdiarmid (Getty Images)
Carlos Primo
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El pasado fin de semana, el modisto Valentino Garavani (Voghera, 1932) publicaba en su cuenta de Instagram varias imágenes que documentaban la fiesta organizada con motivo de su 87º cumpleaños en Villa Castiglione, una suntuosa propiedad en Capri. La celebración contó con la asistencia de amigos tan populares como la exmodelo y estilista española Naty Abascal. También con la de una presencia imprescindible en la vida de Valentino: Giancarlo Giammetti, el hombre que, primero como pareja sentimental y posteriormente como socio empresarial, lleva décadas junto al gigante de la costura. De ello daba fe otra imagen, publicada en la misma red social el pasado 20 de marzo. En ella, Garavani y Giammetti posan durante unas vacaciones en el mismo lugar, pero en 1969. Es decir, hace exactamente 60 años, que es un plazo más que sensato para consolidar el estatus de leyenda que Valentino ostenta en la industria de la moda.

“La importancia cultural de Valentino se deriva de su calidad como símbolo viviente de una forma de arte y de un estilo de vida que ya no existe como tal”, explica a EL PAÍS el cineasta británico Matt Tyrnauer, que en 2009 estrenó un documental, Valentino, el último emperador, que documentó los últimos dos años de trabajo de esta “personificación de la alta costura”, como lo define, y planteó una narración ordenada de su longeva y atípica trayectoria.

Criado en Italia, Valentino aprendió el oficio en París y volvió a Roma para abrir un taller de moda en los mismos años en que los estudios Cinecittà habían llenado la capital italiana de estrellas de Hollywood. Garavani logró sacar la cabeza sobre el resto de astros de la costura romana gracias a clientas tan entusiastas como Jacquie Onassis, pero también a una visión depurada, arquitectónica y gráfica del modelo de alta costura inaugurado en la posguerra europea por Christian Dior. Su mayor talento, al igual que el de Balenciaga, Givenchy o el primer Saint Laurent, ha residido siempre en la precisión del corte, aunque el italiano supo incorporar una dosis extra de ligereza gracias a vestidos drapeados, ligeros y envolventes.

Fue precisamente ese clasicismo el que le permitió transitar por las siguientes décadas sin demasiados apuros. Mientras los diseñadores italianos de los setenta y ochenta se esforzaban en adaptarse al lenguaje de la calle para dominar los resortes del prêt à porter, Valentino seguía apostando todo a la carta de la elegancia sin distanciarse excesivamente de esa jet set que, aunque vistiera vaqueros de día, seguía demandando vestidos largos para las fiestas de etiqueta y suntuosas túnicas para los veranos en Capri, Marbella o Niza. Su código, a fin de cuentas, reside hoy todavía en un puñado de elementos bien definidos: silueta estilizada, cortes evasé (es decir, por los vestidos sueltos y con vuelo) y amor por los colores brillantes y los estampados rotundos. En ese sentido, ha sido siempre el más gráfico de los maestros de la alta costura, capaz de reducir la complejidad y eliminar detalles superfluos para potenciar golpes de efecto como el famoso “rojo valentino”.

Por eso no es raro que Garavani, retirado desde 2008, se emocionara al asistir al desfile de la colección de alta costura para esta primavera de la firma que lleva su nombre, propiedad de la familia real catarí desde 2012. Su director creativo, Pier Paolo Piccioli, planteó un canto a los códigos clásicos de Valentino a través de colores casi fluorescentes y prendas tan voluminosas que se salían de la pasarela.

Cuando el documental de Tyrnauer se estrenó en 2008, la polémica estalló a causa de las discusiones, situaciones cómicas y arranques de ira que mostraba. “Es verdad que a Garavani y Giammetti les gustaba la idea de que todo su trabajo y sus logros quedaran registrados para la posteridad”, explica ahora el cineasta. “Estoy convencido de que no entendieron exactamente la película que estaba haciendo, y cuando la vieron lo rechazaron, porque les parecía un retrato demasiado íntimo”. Sin embargo, asegura Tyrnauer, los años han cambiado las cosas para bien. “Después del éxito que tuvo la película la aceptaron, y seguimos manteniendo el contacto”, añade.

Claro que aquello sucedía cuando Instagram aún no existía y la fama estaba asociada a una cierta distancia. En los últimos años, las redes sociales han reconciliado a Valentino con un público que sigue ávidamente su pertinaz adhesión al modo de vida de los jetsetters de décadas pasadas y que aplaude las imágenes que él mismo rescata de su archivo visual. Es celebridad viral, pero también una lección de historia. Tras el fallecimiento de André Courrèges en 2016, de Hubert de Givenchy en 2018 y de Karl Lagerfeld en 2019, Garavani es el último maestro capaz de contar en primera persona cómo fueron los años fundacionales de la moda contemporánea. Y, de paso, cosechar miles de likes.

Dos rivales que siguen siendo amigos

En una industria en que los maestros suelen resistirse a aceptar que sus sucesores puedan tener el mismo talento que ellos, la imagen que Valentino colgó en sus redes sociales el pasado lunes es toda una rareza. En ella aparecía junto a Pier Paolo Piccioli y Maria Grazia Chiuri, los responsables del resurgir de la firma entre 2008 y 2016, cuando Chiuri la abandonó para ocupar el puesto de directora creativa en Christian Dior, en el que sigue desde entonces.

“Dos discípulos, dos grandes amigos y dos increíbles historias de éxito”, escribió Garavani en su cuenta personal de Instagram. “Deseo que lo poco que haya podido enseñaros en 13 años os ayude a conquistar una gloria aún mayor”.

Piccioli, en la actualidad, se encarga del diseño de las colecciones de prêt à porter y alta costura de Valentino, aunque su experiencia previa al frente de la línea de accesorios de la casa le ha permitido consolidar el éxito de una marca que produce también moda masculina, zapatos, bolsos, complementos y perfumes.

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Sobre la firma

Carlos Primo
Redactor de ICON y ICON Design, donde coordina la redacción de moda, belleza y diseño. Escribe sobre cultura y estilo en EL PAÍS. Es Licenciado y Doctor en Periodismo por la UCM

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