Vera Wang: “Pasa un día en una de mis tiendas y aprenderás más que en un estudio de moda”
La diseñadora neoyorquina dejó el patinaje para apostar por la moda. Hoy acumula más de medio siglo de experiencia en la industria, es un referente mundial para las novias y acaba de recibir la Medalla Nacional de manos del presidente Joe Biden
Antes de convertirse en una diseñadora referente en el mundo nupcial, Vera Wang (Nueva York, 73 años) ya había acumulado una dilatada experiencia en la industria de la moda. Con 23 años, entró a formar parte del equipo de la edición estadounidense de la revista Vogue, donde trabajó durante 18, llegando a ser una de las editoras de moda más jóvenes de la historia de la cabecera. A los 40, dejó aquel trabajo para lanzar su propia firma y, tres décadas después, la marca de vestidos de novia se ha transformado en un negocio diversificado con sitio para perfumes, objetos de decoración, gafas de sol o joyas. Su poder en la moda, la empresa, los medios y la sociedad alcanza tales cotas que, el pasado martes 21 de marzo, el presidente estadounidense Joe Biden la condecoró con la Medalla Nacional por su contribución a las Bellas Artes, junto a Bruce Springsteen, Julia Louis-Dreyfus y José Feliciano, entre otros. El presidente afirmó que Wang ha conseguido que la belleza y el estilo “sean accesibles para todos”. “Sus vestidos siempre le quedan bien a mi mujer”, bromeó.
Wang, que acudió a la Casa Blanca con sus dos hijas, afirmó sentirse “increíblemente honrada” por el reconocimiento “como mujer, madre, diseñadora, empresaria y chinoestadounidense”, y por poder ser “una pequeña parte de la historia cultural del país”. Una parte no tan pequeña, porque su visión empresarial nada tiene que envidiar a su talento creativo. En 2021 Vera Wang Bride, la división nupcial de la firma, se alió con el Grupo Pronovias, y desde entonces han desarrollado cuatro colecciones conjuntas, la última de ellas lanzada el pasado 16 de marzo y enfocada a damas de honor e invitadas. Después de estos dos años, la diseñadora asegura que trabajar junto a la firma española permite a su marca “alcanzar otros mercados en países donde no vendemos nuestros diseños”, cuenta en conversación telefónica con EL PAÍS. “La experiencia de Pronovias proporciona confianza, es una compañía de éxito internacional”, añade. Un total de 54 vestidos integran las nuevas propuestas, muy coloridas y enfocadas para la temporada de bodas, si bien Wang insiste en que los vestidos no son diseños “para llevar un día y olvidarlos”, sino que están concebidos para “permanecer en el armario de las mujeres”.
Hija de una acaudalada familia de inmigrantes chinos llegados a Nueva York en los años cuarenta, Vera Wang creció en una de las zonas más exclusivas de Manhattan y antes de que la moda se cruzara en su camino el patinaje artístico era su gran pasión. Entrenó desde los ocho años hasta bien entrada la adolescencia y reconoce que aquella etapa de disciplina y dedicación ha tenido una influencia “enorme” en su trabajo como diseñadora: “Patinar te proporciona gran libertad y te ayuda a ser consciente de tu cuerpo, dos regalos valiosos para una mujer que está creciendo”. Durante años, se dedicó a competir a nivel nacional, pero finalmente abandonó el deporte y tiempo después encontró su verdadera vocación en la capital francesa. “En París descubrí mi amor por la moda, tenía claro que cuando volviera a Nueva York quería dedicarme a ello, no necesariamente en Vogue”, recuerda sobre su etapa de estudiante.
Después de desarrollar durante casi dos décadas su carrera como editora en Vogue, y tras un corto periodo trabajando para Ralph Lauren, se decidió a fundar su firma de novias, motivada por la dificultad de encontrar un vestido para su propia boda. Su conocimiento del sector —”cuando lancé la marca ya tenía 20 años de experiencia en la moda”— disipó todo atisbo de dudas y aterrizó en el mundo nupcial en 1990 con una boutique en la exclusiva calle neoyorquina Madison Avenue. Si algo ha predicado a lo largo de los años es que no hay reglas en la moda y ni siquiera el protocolo nupcial es inmutable. Por eso ha vestido a las novias de rojo, de negro o de morado, el tono elegido por Victoria Beckham para uno de sus looks nupciales en su enlace con David Beckham. Para ese 4 de julio de 1999, con un castillo cercano a Dublín como escenario, también vistió a la Posh Spice con un inmenso vestido en color champán que marcó tendencia durante años; un traje que entonces se valoró en unos 90.000 euros y se coló entre los vestidos de novia más caros de la historia.
La excantante y hoy diseñadora británica forma parte de la extensa y variopinta lista de celebridades que se han dado el sí, quiero vestidas de Wang, con nombres como Mariah Carey, Chelsea Clinton, Alicia Keys o, más recientemente, la cantante Ariana Grande. También ha vestido a cientos y cientos de famosas para alfombras rojas; la última, la de los recientes Oscar, donde sus diseños los usaron actrices como Janelle Monae y Mindy Kaling (también premiada el pasado martes con la Medalla Nacional). Discreta, Wang evita compartir ninguna historia con nombre propio acerca del proceso de creación de los vestidos de novia más mediáticos, pero afirma que con cada una de sus clientas aprende algo nuevo: “Aprendo sobre la novia, pero también acerca de la naturaleza humana y de cómo las mujeres nos vemos a nosotras mismas. Y eso es increíble”.
Asegura que nunca ha querido “dictar a los demás qué hacer” en materia de moda, quizá porque en el pasado ella misma tuvo que acatar los convencionalismos imperantes. “Para ser sincera, en la moda eran todo reglas. Cuando viajabas, por ejemplo, había que llevar guantes, yo solía llevar guantes, un bolso y sombrero cuando tenía 17 o 18 años y viajaba con mis padres”, relata. Y reflexiona cómo, poco a poco, la mujer ha ido adquiriendo mayor libertad, empezando por la indumentaria: “Con la llamada emancipación femenina en los años setenta, personas como Gloria Steinem animaron a las mujeres, no solo a tener libertad a la hora de vestir, sino a la hora de pensar, de comportarse y de vivir”.
Asidua a las redes sociales —tiene una cuenta personal en Instagram y TikTok—, hace de cada una de las imágenes personales que comparte con sus seguidores toda una declaración de principios. Al lucir el ombligo al aire o cuando se enfunda un vestido que desvela su ropa interior esquiva los prejuicios de la edad, sepultados bajo el peso de las elevadas plataformas que forman parte habitual de su vestuario.
Con 73 años, no da muestras de cansancio. Su fortuna se sitúa en torno a los 500 millones de dólares (unos 471 millones de euros), según datos de la revista Forbes publicados en 2021, y lejos de estancarse su marca se mantiene en continua evolución. El negocio empezó a diversificarse en 2000, cuando introdujo diseños ready to wear, para el día a día, ajenos al concepto nupcial. Su talento fue reconocido al alzarse en 2006 con el premio a mejor diseñadora de moda femenina del año, otorgado por el Council of Fashion Designers of America (CFDA).
Sus ya icónicos vestidos para novias siguen siendo la joya de la corona, pero a día de hoy en el imperio Wang se venden desde gafas de sol, hasta perfumes, objetos de decoración, joyería o incluso bebidas espirituosas. Además, la compañía apuesta por un variado negocio de licencias que acercan la marca a un público más mayoritario. Después de más de medio siglo inmersa en el mundo de la moda, asegura que donde más se aprende es en las distancias cortas y en el día a día de la profesión: “Siempre digo: pasa un día en cualquiera de mis tiendas y aprenderás más de lo que podrás aprender sentado en un estudio de moda”.
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