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Vera Wang se enfrenta a la amante despechada de su padre

Betty Phillips, la que fue su pareja, durante más de 25 años, reclama a la diseñadora de los famosos su enorme fortuna

Yolanda Monge
Vera Wang, en una imagen tomada después de la gala de los Oscar, el 26 de febrero de 2012.
Vera Wang, en una imagen tomada después de la gala de los Oscar, el 26 de febrero de 2012.CORDON PRESS

El nombre de la diseñadora Vera Wang sonará esta primavera no por la originalidad de los tejidos que emplea o los rupturistas colores fuertes en sus afamados vestidos de novia sino porque la fortuna que dejó al morir su padre, el exgeneral y magnate farmacéutico C.C.Wang, 87 años, ha sido llevada a los tribunales por Betty Phillips, la que fue su amante durante más de un cuarto de siglo.

Como la realidad suele superar casi siempre a la ficción, nada tiene que envidiar a ningún culebrón la trama despiadada —al menos por las formas— que vivió Betty Phillips en los últimos años de la vida del que fuera su compañero. Phillips y Wang —30 años de diferencia a favor de ella— se conocieron en la década de los ochenta en Singapur. Ella salía de una relación abusiva. Él estaba casado —lo estuvo hasta la muerte de ella— con “su amada esposa Florence”, como se hizo saber en el del señor Wang. 

Durante todos esos años, el magnate chino vivió una doble vida que no pareció removerle demasiado la conciencia. Pero a la muerte en 2004 de la idolatrada Florence, la esposa legal, la otra, Betty aspiró a algo más: soñó con ser la nueva señora de Wang. Según cuentan a diversos medios del corazón sus allegados, Phillips comenzó a presionar al viudo Wang.

Wang envejecía y en 2004, a los 85 años, sufrió un segundo ataque al corazón. Cuando Philips supo  la noticia voló desde Singapur al lado de su amado, que se encontraba en su mansión de Southampton (Long Island). Cual no sería su sorpresa cuando al intentar acceder al lecho del convaleciente, se encontró con que un asistente del señor Wang le entregaba una fría y cruel carta en la que el exgeneral chino le pedía, casi le ordenaba, que nunca más se pusiera en contacto con él ni con los suyos.

“Les he dicho a mis hijos y con esta carta lo certifico que como te he dicho en el pasado no tengo ninguna intención de casarme contigo y que bajo ninguna circunstancia seremos marido y mujer”, se asegura en la carta que reproduce, entre otros, el diario The New York Daily News.

La misiva destila veneno y peores frases que las anteriores: “Es más, como hasta el momento he cuidado de ti económicamente no habrá ni una sola transferencia más de dinero hacia tu persona”, escribió el viejo magnate. “Por favor”, pide, “confírmame que con tu firma renuncias a cualquier tipo de reivindicación de la naturaleza que sea contra mí, mi familia o mi fortuna”. Firmado: C.C.Wang.

Phillips firmó la carta en la puerta de la mansión de Southampton. No en un despacho. En la puerta, como una mujer repudiada, que era en lo que se acababa de convertir. Además, ella no debía de implicarse en las decisiones sobre su salud y sí debía mantener toda la distancia posible -Singapur era un buen lugar para que se volviese a vivir- entre él y sus dos hijos (Vera y Kenneth), así como sus respectivas familias.

El tiempo ha pasado. A las lágrimas muy probablemente siguió la indignación y ésta llevó a los abogados, que presentaron un caso que ahora ve un juez. Phillips reclama que de la inmensa fortuna de Wang: cinco mansiones en EE UU -dos de ellas en Nueva York-, una en Singapur, otra en Shangai, así como un campo de golf, lujosos coches, una importante pinacoteca y suma y sigue… a ella se le deben 10 millones de dólares y un pago anual de 150.000 dólares (114.000 euros) mientras viva.

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Sobre la firma

Yolanda Monge
Desde 1998, ha contado para EL PAÍS, desde la redacción de Internacional en Madrid o sobre el terreno como enviada especial, algunos de los acontecimientos que fueron primera plana en el mundo, ya fuera la guerra de los Balcanes o la invasión norteamericana de Irak, entre otros. En la actualidad, es corresponsal en Washington.

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