Joana Biarnés y su antifotografía de moda
Una exposición en Madrid recuerda la figura de esta pionera del fotoperiodismo, que huyó de excesos y artificios para imprimir naturalidad y desenfado en sus imágenes
“¡Vete a fregar!”, le decían. Y ella no lo dudaba: se metía en cualquier fregao. Así logró ser la fotoperiodista que fue: una pionera. Joana Biarnés (Terrassa, Barcelona, 1935-2018) llegó a las redacciones de los medios donde trabajó cuando no había mujeres en ellas, quizá alguna redactora (pocas), pero ninguna fotógrafa. Y así, abriendo camino, forjó una importante carrera en la que retrató España desde finales de los cincuenta hasta 1984, cuando abandonó la profesión porque no le gustaban los derroteros amarillistas que estaba tomando. Ella siempre buscó la naturalidad y huía del artificio.
La trayectoria de Biarnés tras la cámara se materializa en libros, documentales, exposiciones y, sobre todo, negativos, unos 80.000, de los que 25.000 han sido la base sobre la que se ha construido Joana Biarnés. Madrid / Moda a pie de calle, la muestra que se puede ver en la sala Canal de Isabel II de la capital desde el 28 de febrero hasta el 23 de julio. Un recorrido por las fotografías de moda que realizó la catalana desde principios de los sesenta hasta entrados los setenta, muchas publicadas en el diario Pueblo, un medio generalista que llegó a dedicar una página semanal ―los miércoles― a esta industria, algo poco habitual fuera de las revistas de moda y, en gran parte, gracias al trabajo de Biarnés, que imprimió en las instantáneas su creatividad y empatía.
Superados los momentos en los que acompañaba a su padre, también fotógrafo, a inmortalizar partidos de fútbol, donde se curtió tanto en las artes de captar el instante preciso como ante las adversidades de lidiar con el público ―”Me llamaban de todo menos bonita”, contaba Biarnés―, o con los árbitros, que muchas veces la cuestionaban y tenía que mostrar su carnet oficial donde estaba perfectamente identificada: “Juanita Biarnés. Fotógrafo”. Y publicado el reportaje que la consagró (uno de ellos): la riada del Vallès, en septiembre de 1962, destrozó su ciudad natal y ella, muerta de dolor, salió a la calle para documentarlo. “Disparaba y se me saltaban las lágrimas”, contaba años después. Llega a Madrid en 1963 y empieza a colaborar con Pueblo. La década siguiente estará plagada de cambios sociales que irremediablemente se reflejan en la indumentaria de los españoles, más bien de las españolas, y que ella retratará.
“Las hijas ya no quieren ir a las mismas modistas que sus madres”, resume Josep Casamartina i Parassols, comisario de la exposición. Se pasa de la alta costura al prêt-à-porter, del orden al desenfado y la frescura, de los salones a la calle, de los diseños de Asunción Bastida, Antonio Nieto o Lino (Lino García) a los de pequeñas boutiques. De Carmen Polo, esposa de Franco; Carmen Franco, hija del dictador; y Carmen Martínez-Bordiú, su nieta, sentadas en la primera fila de un desfile, como se puede ver en una de las fotos; a un grupo de modelos en plena Gran Vía madrileña. Las muestra junto a viandantes, sillas y mesas de las terrazas apiladas en la acera, y con los grandes carteles del cine Capitol de fondo. Biarnés, como ya había hecho el fotógrafo estadounidense Richard Avedon en los cincuenta, saca a las modelos de los estudios y con esto retrata las calles de la capital: no solo las céntricas, también la periferia, grúas, obras, incluso se ven las marcas de metralla de la Guerra Civil en una pared de ladrillo que usa de fondo en una sesión. Capta la esencia de su tiempo.
Un cambio de concepto: mostrar el día a día de maniquís, clientas, diseñadores… Enseña lo que pasaba delante y detrás de los focos con total naturalidad. Abandona los fastos, las extravagancias y el exceso de preparación de las imágenes. “La antifotografía de moda”, apunta el comisario. Retrata, por ejemplo, a tres modelos posando con diseños de Antonio Nieto en la escalinata del madrileño palacio de la Bolsa, pero también la reacción de los curiosos que se paraban a observar y, por tanto, dan la espalda a la cámara. Biarnés inmortaliza el momento situándolos en primer plano, pero dejándolos desenfocados.
Compagina estos reportajes con otros de distintos temas. No se puede olvidar que por su insistencia, en 1965, consiguió una exclusiva mundial: retratar a los Beatles en un ambiente distendido en su habitación del hotel de Barcelona donde pasó varias horas con ellos. La simpatía que la caracterizaba la acercaba tanto a estrellas universales como a los ciudadanos a pie de calle. En concreto, en la industria de la moda tuvo relación con muchos de sus agentes: los diseñadores a quienes inmortaliza trabajando (Marbel, Vargas Ochagavía, Elio Berhanyer…); las modelos: Lourdes Albert y Paloma Cela son sus favoritas y protagonistas de muchas de las imágenes de la muestra. El mundo de la moda le interesa tanto que ella y su marido ―el periodista Jean Michel Bamberger, fundamental en su carrera― animaron al recientemente fallecido Paco Rabanne a abrir tienda en Madrid, aunque no gozó de mucho éxito. Incluso la fotógrafa participaba de los estilismos y proponía ideas durante las sesiones.
Biarnés marcaba tendencia. Esta exposición y su presencia en el fotoperiodismo español aportan una mirada novedosa: la única que en ese momento partía de los ojos de una mujer, que comenzó con el único objetivo de no defraudar a su padre y terminó, como señala su obituario en el Diari de Terrassa, pensando: “Mi mejor foto la haré mañana”.
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