La Alhambra de Granada recupera el exotismo arabesco que atrajo a ‘Vogue’ 55 años después
La exposición ‘Henry Clarke y la moda de España bajo el influjo de la Alhambra’, en el palacio de Carlos V, revive una sesión fotográfica para la revista que se realizó en el monumento granadino en 1968. Las fotos históricas están acompañadas de 60 trajes de Pertegaz, Berhanyer y Balenciaga
El exotismo arabesco de la Alhambra siempre ha resultado interesante para la revista Vogue. En 1958, su edición de Francia publicó un reportaje de ocho páginas realizado en el interior del monumento granadino con moda francesa de Givenchy, Balmain y Maggy Rouff y fotografías del estadounidense Henry Clarke. Justo una década después, el mismo fotógrafo recibió un encargo similar, una nueva sesión de fotos con el mismo escenario como protagonista para la edición estadounidense de la publicación. En esa ocasión, el objetivo era mostrar la moda española a través de algunos de los diseñadores de alta costura reinantes del momento: vestidos de Manuel Pertegaz, Elio Berhanyer, Pedro Rovira y Carmen Mir fueron los elegidos por Aline Griffith, condesa de Romanones y editora de la revista en Madrid. No seleccionó, por cierto, a Cristóbal Balenciaga a pesar de que el diseñador estaba en un momento dulce de su carrera y de que ella misma había lucido uno de sus vestidos en su boda.
“Emocionantes las colecciones españolas de este año, con espléndidos cortes, abrigos de pura sastrería, formas vivaces y buen punto. Looks de noche en negro y con purpurinas. Todo fotografiado en la Alhambra, en Granada”. Así arrancaba aquel reportaje para el número de octubre de 1968 de Vogue, titulado The Special Style of Spain for Tailored Days, Gleaming Nights (El estilo especial de España para días formales y noches resplandecientes, en español). Aquella sesión fotográfica se realizó en enero con la ropa de invierno de la siguiente temporada. Dados los costes del viaje, el equipo de producción incluía una única modelo. Más de medio siglo después, esas líneas se ciñen perfectamente a Henry Clarke y la moda de España bajo el influjo de la Alhambra, una exposición que podrá visitarse hasta el próximo 4 de junio en el palacio de Carlos V. Además de retratar al monumento granadino, la muestra hace un recorrido por la moda española del momento ―sin olvidar a Balenciaga― a través de 60 trajes de aquellos grandes diseñadores. Por supuesto, es también un paseo por la influencia del espacio alhambreño en la creación artística.
El primer pespunte de esta exposición lo da una trabajadora de la Alhambra, Cristina Garcés, que se encuentra con aquel reportaje. A partir de ahí, Eloy Martínez de la Pera, comisario de la muestra, es quien teje el argumento de esta exhibición, que va más allá de aquella publicación. Como explica Rocío Díaz, directora del monumento, “la Alhambra se abre a nuevas temáticas expositivas. Es una apuesta decidida por producir exposiciones con lenguajes universales que atraen a nuevos públicos al monumento granadino”. Se trata, continúa la directora, de mostrar la capacidad del monumento de inspirar a ámbitos creativos dispares, en ocasiones literatos, pintores, fotógrafos o, como ahora, gente de la industria de la moda.
La visita por la capilla y cripta del palacio de Carlos V, el espacio que acoge esta muestra gratuita, se convierte en una ruta a media luz hasta cierto punto laberíntica, llena de juegos de reflejos y espejos. En su recorrido, las piezas de la gran alta costura de la España de los años cincuenta y setenta muestran una moda que seguramente ni existe ya ni volverá. Es un paseo entre vestidos de noche y de novia o abrigos confeccionados con los mejores tejidos, a veces pura fantasía, a veces pura sobriedad que, en muchos casos, serían mucho menos lucidos sin el recurso de la geometría o la ornamentación artesanal a base de pedrería o lacería que llevan.
Son hasta 60 vestidos de Balenciaga, Pedregaz, Pedro Rodríguez, Elio Berhanyer o Pedro Rovira en una pasarela alhambreña que estaría incompleta sin la aportación de tres diseñadoras tan fundamentales como olvidadas: Carmen Mir, Flora Villarreal y Asunción Bastida. La muestra, explica Martínez de la Pera, “reivindica la labor de estas modistas que tuvieron sus piezas en los grandes escaparates de Nueva York y que aparecieron en las mejores revistas internacionales de moda”. No fueron, sin embargo, capaces de construir una marca y, con su fallecimiento, su nombre y sus diseños cayeron en el olvido. De hecho, de aquellos tiempos, “solo las firmas Pertegaz y Balenciaga han sobrevivido a sus inventores”, aclara el comisario. La Alhambra las recupera siquiera fugazmente.
Un homenaje a un momento cumbre de la moda española
Henry Clarke y la moda de España bajo el influjo de la Alhambra, explica el comisario, se ha montado sin los trajes originales usados en aquella sesión. Ha sido imposible dar con ellos porque fueron vendidos y no hay forma de rastrear su destino actual, si es que existen ya. Eso enriquece la muestra porque, finalmente, ha permitido exponer en la Alhambra vestidos de las mismas colecciones que las publicadas o con hechuras muy similares. El recorrido va, por otro lado, más allá de la mera exposición de estas grandes obras textiles. Es un paseo en el que los vestidos están en constante diálogo con la artesanía y la geometría alhambreña, un placer para la vista. La visita está jalonada por yeserías, alicatados o fotos ―incluso un cuadro-escultura del granadino Manuel Rivera, creador del colectivo artístico El Paso― con figuras geométricas en perfecta armonía con los vestidos que se exponen.
La exposición arranca en Henry Clarke, pero es finalmente un homenaje a un momento cumbre en la moda española. Es una moda que, en los años sesenta, vivió lo que el diseñador Lorenzo Caprile llama en su aportación al catálogo de la muestra una “explosión de talento” que permitió “hacerse un hueco en el mercado internacional”. “Se exhibió y distribuyó en Estados Unidos y Europa, y compitió seriamente con Francia, el mayor vendedor de alta moda en ese momento. Para las compradoras internacionales, España era un país muy atractivo, porque podían adquirir, por un precio muy bajo en comparación con Francia, Italia o Estados Unidos, prendas de una calidad incluso superior a las que se vendían en los talleres de París”, explica.
El talento se percibe en la pasarela Alhambra, con algunas escenas especialmente delicatessen. Por ejemplo, las dos últimas. Allá abajo, en la cripta de la capilla que mandó construir Carlos V en su viaje de luna de miel a Granada, se muestran en formato grande las fotografías del reportaje de Vogue. Y junto a ellas, algunas piezas patrimoniales de la Alhambra y cinco vestidos: dos creaciones de Elio Berhanyer ―uno de fiesta en gros de Nápoles de algodón azul marino con decoración de soles dispuestos en damero y otro de noche en crepé de seda cubierto con lentejuelas de plástico― y tres de Pertegaz ―un vestido de novia y dos de fiesta en organdí bordado con lazos de algodón en toda la pieza—. Componen el último y mejor pespunte posible para esta exposición que recuerda momentos olvidados de la moda española y cómo la belleza nazarí se puede combinar con cualquier manifestación artística.
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