En el archivo escondido de Santa Eulalia, el armario de la alta sociedad de Barcelona
Una visita al almacén de más de 1.000 metros cuadrados de la histórica tienda de lujo de la capital catalana, que celebra sus 180 años con una exposición en el Palau Robert donde lucen una cuarentena de sus vestidos de alta costura de los años treinta a los noventa
En un cuarto bajo llave, protegidos por impolutas fundas negras y enfilados en un reguero de burras metálicas, unos 150 vestidos de alta costura, con el sello de Santa Eulalia, sortean el paso del tiempo en el archivo que la histórica casa de moda de lujo tiene en el barrio de Gràcia, en Barcelona. De una de ellas, Luís Sans, propietario de Santa Eulalia, saca un vestido rojo de organza y plumas creado entre 1968 y 1972 por Pere Formosa, mientras que Maria Ridao, responsable del archivo, guarda delicadamente un traje de noche de seda, con pedrería y abalorios, que confeccionó Jordi Olesti entre 1975 y 1979. Son piezas históricas, donaciones de clientas, que la firma guarda con sumo cuidado en este armario común de la alta sociedad de Barcelona. De aquí han salido algunos de los vestidos que conforman la exposición para celebrar los 180 años de la tienda, que estará abierta hasta el próximo 22 de enero en el Palau Robert, en el mismo paseo de Gràcia, la avenida del lujo donde se trasladó en los años cuarenta y de donde no se ha movido.
En otra estancia del almacén de más de 1.000 metros cuadrados que Santa Eulalia tiene discretamente en una de las calles más empinadas de Gràcia se esconde el archivo de carteles, fotografías, anuncios, recortes de prensa y otros documentos de la casa. Son miles y miles de referencias, ordenadas en carpetas y estanterías, que atestiguan la importancia que este establecimiento ha tenido a lo largo del tiempo para la alta sociedad barcelonesa desde que en 1843 fue fundado en la calle de la Boqueria, entre murallas, como una tienda de tejidos. Ha tenido momentos de esplendor, como los que muestran las imágenes de la tienda de Tánger —que abrió en 1949— y las fotografías de los desfiles que se hacían en el hotel Minzah de esta ciudad marroquí. “Había una colonia internacional muy potente”, recuerda Sans. Y allí recaló Santa Eulalia para vestirla.
Pero también ha pasado tribulaciones. Durante la Guerra Civil fue colectivizada para confeccionar uniformes militares, y la tienda pasó a llamarse Santeulalia, como muestran algunos documentos gráficos que Maria Ridao tiene protegidos tras láminas de plástico en álbumes ordenados por años. Otro contratiempo para la época dorada de la sastrería fue la irrupción del prêt-à-porter. Cuando se generalizó, Sans, junto a su esposa, Sandra Domínguez, se dieron cuenta de que debían transformar la tienda para seguir siendo referentes en el mundo de la moda. Y lo hicieron abriéndose a las propuestas de los grandes diseñadores internacionales, que ahora son los reyes de sus escaparates, aunque la sastrería de toda la vida resiste para el público más refinado.
Santa Eulalia fue pionera en traer los desfiles de alta costura a Barcelona en 1926, en los felices años veinte que quedaron golpeados por la guerra. Se guardan muchas imágenes de aquellas presentaciones, con Francina como una de sus modelos de referencia. En el archivo hay una carpeta con su nombre, donde está todo el material que ella misma guardó. Más adelante, las presentaciones de moda en la tienda se retomaron, y el vestido a medida se modernizó con la alta costura. A esta época se remonta la exposición, para mostrar las creaciones hechas en la casa desde los años treinta hasta la década de los noventa. Entonces formaba parte de un grupo que era reconocido como los cinco grandes de la costura española, junto a Pedro Rodríguez, Asunción Bastida, Manuel Pertegaz y El Dique Flotante. Fueron coetáneos del gran maestro de la alta costura española, Cristóbal Balenciaga, quien tenía tiendas en París, Barcelona, Madrid y San Sebastián. En aquellos tiempos, Santa Eulalia tenía más de 700 empleados.
La pompa de esas décadas doradas reluce ahora en la muestra Santa Eulalia, 180 años de moda. Una primera sala, con su logo en neón, da la bienvenida con una veintena de sombreros, recordando la época en que las señoras no salían de casa sin el toque final que representaban para cualquier estilismo. A ambos lados, dos salas forradas en intensos azules sacan a relucir lo mejor de las 40 prendas expuestas, como un vestido de noche de crepe de seda, en negro y blanco, de 1967, con una espectacular caída que pasaría por contemporáneo en una alfombra roja actual. Según la etiqueta, fue una donación de Marta Trius a la colección de Antoni Montpalau. La exposición, que ha sido comisariada por Josep Casamartina, historiador del arte especializado en moda, también cuenta con piezas que proceden de la Fundación Antoni de Montpalau —que tiene más de 200 vestidos de Santa Eulalia—, el Museu del Disseny de Barcelona, el Museo Textil de Terrassa y el Museo del Traje de Madrid.
Sans cuenta que el archivo de Santa Eulalia empezó a construirse hace unos años y en los últimos se han dedicado más esfuerzos a ordenar y clasificar todo lo que el histórico establecimiento ha ido recopilando, en muchos casos gracias a las donaciones de clientas, que han preferido devolver sus vestidos a la casa que los creó para que sean bien conservados. Casi dos siglos después, estos detalles dan cuenta de que Santa Eulalia, donde hoy trabajan 95 personas, es una institución de la moda de alto copete en Barcelona. Y este otoño ha recuperado una de sus señas de identidad, los desfiles han vuelto a la exquisita tienda del paseo de Gràcia, que luce estos días unos 180 años muy vistosos en su fachada.
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