Sueños al detalle, miserias al por mayor
Núria Pradas cuenta la historia de la tienda de moda Santa Eulalia en una ficción que retrata la Barcelona de los años veinte a los cuarenta
El esplendor de los años veinte inaugura Sueños a medida, una novela de Núria Pradas que retrata a través de la tienda de moda Santa Eulalia dos décadas de Barcelona, en que la burguesía pasó de vestir a medida a vivir la crudeza de la Guerra Civil y la posguerra, que repartieron miserias al por mayor, y sobre todo entre la clase trabajadora. La escritora se ha inspirado en este comercio histórico, que organizó el primer desfile de moda de la ciudad en 1926, fue puntal del auge de la alta costura y no cerró nunca las puertas, hasta ahora, que ofrece prêt-à-porter de lujo en un establecimiento de tres plantas en el paseo de Gràcia.
Con el nombre ficticio de Andreu Molins, que representa a Luis Sans, el abuelo del actual propietario, Sueños a medida (Penguin Random House en castellano, Columna en catalán) recorre unos años convulsos en la ciudad a través de esta familia, pero también de las personas que trabajaban en los almacenes Santa Eulalia, situados inicialmente en el Pla de la Boqueria. El trasfondo es real, pero todas las historias humanas son inventadas. Así, la protagonista es Laia Calvet, que conoce la casa desde muy pequeña. Su madre ya era trabajadora y ella entró de aprendiz, hasta que se convirtió en la directora de los salones.
Entre los vestidos de lujo que vestían las señoras durante los felices veinte y los uniformes militares que vendió la Santeulalia colectivizada -así le profanaron el nombre-, el libro descubre como eran las relaciones de la familia con los empleados. Pradas, que se ha reunido con trabajadores jubilados para documentarse, cuenta que el propietario “era un hombre muy querido por todo el mundo, que tenía sus manías pero era muy generoso”. El actual dueño, también Luis Sans, agradecido por el interés de la escritora en explicar la historia de la casa, no dudó en ponerla en contacto con trabajadores jubilados para que le explicaran cómo era la vida en Santa Eulalia. La idiosincrasia de dos de estos antiguos empleados ha hecho que merecieran un papel en la novela, explicaba Pradas, que los ha convertido en Germán y Damià.
Estos exempleados la han ayudado a conocer el ambiente que se respiraba en la tienda, aportándole muchas anécdotas, algunas de las cuales ha incorporado en el libro, como la visita de Carmen Polo, esposa de Franco. En la novela se cuenta que Andreu Molins, poco amigo de regímenes, delegó el compromiso de recibirla en el diseñador de la casa y su cuñado, Ferran Clos. Antes ordenó esconder las piezas más caras, porque la señora Franco tenía fama de irse sin pasar por caja. Eso sí, también sufrió un buen susto en el ascensor de la tienda, uno de los primeros que hubo en Barcelona, que inoportunamente se estropeó.
Amores prohibidos, hijos no reconocidos, amistades rotas y relaciones imprescindibles forman parte de este culebrón que retrata a la burguesía y la clase trabajadora, con sus virtudes y sus vicios. Y que deja sin aliento cuando llega la crudeza de la Guerra Civil y la Dictadura, con tantas vidas truncadas y sueños deshechos, muchas injusticias y unos cuántos aprovechados. Después de sufrir hasta el tuétano, y coincidiendo con el traslado de la tienda al paseo de Gràcia, la protagonista deja la ciudad para empezar una nueva vida, e insufla a su infortunada historia un poco de esperanza.
Referentes de una época
Por el texto transitan personajes populares de Barcelona como La Moños o lugares emblemáticos como el London Bar o el más canalla La Criolla. La historia de la moda también tiene sus menciones, con una pionera del diseño como la diseñadora francesa Vionnet, otras casas de alta costura como El Dique Flotante o Asunción Bastida, la Academia Carme Martí, que desarrolló un sistema de patronaje que lleva su nombre, o a la pasamanería Soler de la calle del Pi.
En las salas de la tienda actual todavía se encuentran vestigios del pasado, como una majestuosa escalera de madera oscura y maciza, que se conserva del establecimiento del Pla de la Boqueria y "merecía su escena en el libro", apunta Pradas. Es el momento clave en que Laia Calvet y Roser Molins, hermana del dueño, se cruzan la mirada a través de la escalera después de ver entrar por primera vez en la tienda a Ferran Clos, un tarambana pero de buena casa que se acabará convirtiendo en el diseñador de Santa Eulalia y en miembro de la familia.
Una sastrería a medida
Ya nadie se escapa de la confección en serie, pero entre las clases adineradas todavía algunos quieren vestir a medida, porque no hay duda de que es la manera que un vestido siente a la perfección. En Santa Eulalia hay una de las pocas sastrerías que quedan en la ciudad, un taller donde trabajan quince personas y dónde todavía se manejan tijeras que han recortado mucha tela y plomos que tensan las telas como antes. Este pequeño templo de un tiempo perdido está en la planta baja de la tienda, y se accede por la escalera de madera que es la joya de la casa.
Una tienda con 173 años de historia ha tenido que transformarse varias veces para aguantar, explica Luis Sans, que cogió las riendas del negocio a los 22 años y completó el cambio de la alta costura al prêt-à-porter de lujo. Actualmente, Santa Eulalia tiene un 65% de clientes locales y un 35% de fuera. Además de los vestidos a medida, tienen ropa para hombre y mujer de firmas de lujo. Los artículos con más salida son los complementos, zapatos y bolsos para bolsillos repletos. Además, en la planta superior tienen una cafetería para los clientes, con una pequeña y acogedora terraza.
Para saciar las curiosidades de los barceloneses, el día de Sant Jordi, tres exempleados de la tienda acompañarán a la autora en una parada de libros que se instalará delante de Santa Eulalia, en el paseo de Gràcia, 93. Núria Pradas (Barcelona, 1954), que hasta ahora ha escrito una cuarentena de títulos de literatura infantil y juvenil, se interesó por la historia de Santa Eulalia cuando descubrió la placa que hay en el Pla de la Boqueria, y comprobó que cinco generaciones han mantenido este comercio, abierto desde 1843. Para ella, la novela es la “historia de una Barcelona que es cómo es gracias a familias que han mantenido el espíritu de la ciudad, a pesar de las dificultades”. La familia Sans intuyó en 1944 que el futuro estaba en el paseo de Gràcia. De allí, no se han movido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.