Arantxa Sánchez Vicario, una historia de desamor y la cárcel en el horizonte
La tenista y su exmarido Josep Santacana se enfrentan a cuatro años de cárcel a causa de la deuda que tienen con el Banco de Luxemburgo y de su entramado de sociedades opacas
La historia de éxitos deportivos de Arantxa Sánchez Vicario no ha transcurrido pareja a su vida amorosa. Mientras en las pistas hubo una época en la que pocos puntos parecieron resistírsele, en el terreno sentimental se han ido sucediendo pequeños y grandes tropiezos que están convirtiendo su final de partido en una azarosa incógnita. Comenzó a jugar al tenis con cuatro años de edad, algo que no extrañó a nadie porque en la familia sus dos hermanos mayores, Emilio y Javier, ya habían popularizado el apellido entre los aficionados al tenis. Se hizo profesional con 14 años y en 1989, sin haber cumplido aún los 18, ganó su primer Roland Garros para sorpresa de todos. Ganó dos veces más este torneo, en 1995 y 1996, el Open de Estados Unidos en 1994, llegó dos veces a la final de Wimbledon, 1995 y 1996, y fue número uno en la categoría individual de la WTA en 1995 durante 12 semanas.
Las crónicas que glosaron su retirada del tenis profesional afirmaron que había ganado casi 17 millones de dólares (más de 14,3 millones de euros) solo en premios. Una fortuna que cuando empezaron sus problemas con Hacienda, se calculó que había alcanzado en algún momento previo los 30 millones de euros. Ahora parece haber llegado el momento en el que la extenista se enfrente a su partido más complicado. De aquella época también colea una deuda de 5,2 millones con el Banco de Luxemburgo (BDL), que fue de donde consiguió fondos para pagar la condena por fraude fiscal que le impuso la Agencia Tributaria tras demostrar que su supuesta residencia en Andorra –para pagar menos impuestos– no era real. Ahora el banco luxemburgués solicita a Arantxa Sánchez Vicario y su exmarido Josep Santacana una pena de cuatro años de cárcel por alzamiento de bienes y una indemnización de 6.170.942 euros a los que hay que sumar intereses y costas procesales si procede, según una información publicada por La Vanguardia.
La entidad ha presentado en el juzgado número 4 de Barcelona su escrito de conclusiones y solicita la apertura de juicio oral contra la expareja, que deberá sentarse en el banquillo de los acusados cuando se señale la fecha de la vista. El mismo medio informó en febrero de 2018 que la tenista y Santacana, a pesar de tener una sentencia firme por vía civil, habían ignorado los requerimientos de su acreedor y habían vendido todas sus propiedades en España y Andorra. La acusación del banco actualmente se ha presentado con una nueva ampliación que se refiere a las sociedades opacas que Arantxa abrió en Florida y Delaware, Estados Unidos, cuando se trasladó a vivir a Miami junto a su segundo marido, Josep Santacana.
La historia que ahora la enfrenta al banquillo y a una posible sentencia de cárcel está trufada de acontecimientos personales. En julio de 2000 se casó con Joan Vehils, un periodista con el que había mantenido una relación de seis años. En aquella boda con 650 invitados, en cuya organización no tuvo “ni arte ni parte” según reconoció en la dura autobiografía que publicó en 2012 (¡Vamos! Memoria de una lucha, una vida y una mujer), no faltó la infanta Pilar de Borbón, Jordi Pujol ni José María Aznar con su esposa Ana Botella. El matrimonio duró un año escaso. Arantxa estaba en activo pero la deuda con Hacienda ya existía y en aquel momento se produjeron los movimientos bancarios para conseguir un aval que se negoció con el Banco de Sabadell que a su vez suscribió un contraaval con el banco luxemburgués donde la tenista era titular de una cuenta. Un dinero que el segundo banco pagó con sus propios fondos porque el padre de la tenista, Emilio Sánchez, había movido esos ahorros a otra entidad suiza. El BDL reclamó en 2010 la ejecución del aval por 5,2 millones y nunca hubo respuesta, por lo que se iniciaron acciones civiles.
Para esa fecha Arantxa hacía ya tres años que había conocido en una cena en Ibiza a Josep Santacana, para unos, empresario barcelonés; para otros, un buscavidas al que le gustaba un tipo de existencia por encima de sus posibilidades. Lo que para la tenista fue un “flechazo” para su familia fue un disgusto. Todos ellos se opusieron a que su hija y hermana se casara con Santacana, contrataron detectives que informaron de que el aspirante a marido tenía una larga colección de deudas, pero ella lo defendió a capa y espada y el 12 de septiembre de 2008, solo un año después de haberse conocido, la pareja se casaba en el castillo de Peralada con la presencia de toda su familia. Pero sin final feliz.
Santacana firmó unas capitulaciones matrimoniales después de casados pero fue teniendo cada vez mayor poder en la gestión de la fortuna de Arantxa y ella se distanció de su familia. Les acusó de haber dilapidado su fortuna y muchos vieron la sombra de su marido tras esta actitud. En 2018 llegó otra bomba que fue portada de todas las revistas del corazón: Arantxa Sánchez Vicario y Josep Santancana, padres de dos hijos, Arantxa y Leo, se separaban y la extenista reconocía: “El tiempo ha demostrado que me equivoqué en mi matrimonio. (...) Tenía que haber separado el amor del resto de mi vida”. Su madre –su padre ya había fallecido en febrero de 2016 sin la reconciliación con su hija– y sus hermanos, Emilio, Javier y Marisa, han vuelto a su lado, pero los problemas económicos han continuado y se han agravado.
Entre 2010 y 2016 se vendieron hasta 17 propiedades que habían formado parte del patrimonio de la deportista y estaban a nombre de sociedades en España, Uruguay y las islas Marshall. Propiedades cuyo valor alcanzó los ocho millones de euros según el informe presentado por el Banco de Luxemburgo que también afirma que la parte ejecutora de este movimiento inmobiliario fueron Josep Santacana y cinco testaferros que también están acusados. Tras las operaciones de compraventa de sus bienes, la tenista y su exmarido figuran o lo han hecho en el pasado como titulares de un patrimonio oculto a través de un nuevo entramado opaco con sede en Estados Unidos. Arantxa ha pedido perdón a su familia, ha intentado arreglar las cosas con el BDL, pero de la enorme suma que el banco le demanda solo ha realizado dos pagos hasta 2019 que suman algo más de 900.000 euros. Del dinero que se supone sigue existiendo, nada se sabe, y ahora la expareja, todavía enfrentada por su separación, deberá sentarse en el banquillo, dar explicaciones y asumir las consecuencias.
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