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La memoria del sabor
Columna
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Cosecha 2020, vendimiar y vinificar en tiempos de la covid-19

La pandemia es la última plaga que sufre el viñedo chileno. La sequía estaba allí desde diez años antes, y por delante un Gobierno que penaliza fiscalmente la venta de vino

Una mujer bebe una copa de vino.
Una mujer bebe una copa de vino.Agencia Getty

Manuel Moraga acabó contento la cosecha de la campaña del 2020. La adelantó a mediados de marzo, mucho antes de lo habitual, y, llegado el 10 de junio, ya tiene los vinos elaborados y encubados. La del 2020 será una buena añada para Cacique Maravilla, la bodega chilena de la que Manuel se ocupa en Yumbel (Valle del Biobío). Ha tenido más producción que en la de 2019, lo que para un viticultor que no transforma en vino todo lo que cosecha, como él, asegura una parte de los ingresos de la bodega; este año vendió 25.000 kilos de uva. Además, encuentra matices que marcan diferencias para esta añada y le tienen contento; venía una cosecha cálida, la uva proporcionó madurez, carácter frutal y algo más de azúcar, ingredientes que marcaron el carácter frutal de sus vinos. Tiene motivos para compartir su alegría con otros bodegueros; la sequía y el calor les obligaron a adelantar la cosecha y la covid-19 los encontró con las labores de vendimia muy avanzadas. La sequía atacó al viñedo chileno por décimo año consecutivo, pero este ha sido un año tan corto de agua que ha afectado tanto al secano costero como a las zonas productoras al pie de la cordillera, obligando a adelantar las cosechas a fechas muy anteriores a las habituales.

La sequía y el calor acabaron siendo una bendición para las zonas y las bodegas que decidieron adelantarse hasta en mes y medio. Para el 15 de marzo la tenían casi acabada, lo que mantuvo la cosecha a resguardo de las primeras consecuencias de la covid-19, en forma de protocolos sanitarios, medidas de confinamiento y distanciamiento social de los viticultores. Las bodegas y los viñateros que mantuvieron las fechas tradicionales se vieron especialmente afectados. Felipe García, enólogo de PS García, con viñedos en Casablanca, Maule e Itata, estuvo entre los que planificaron una vendimia temprana. Hoy lo celebra –“los que cosecharon a tiempo van a tener una gran añada”, me dice, mientras explica las dos caras que tendrá la añada del 2020, haciendo un símil con la del año 2016, que se vio interrumpida a la mitad por las tremendas lluvias caídas el 14 de abril. “Hubo un antes y un después”, explica, “gran cosecha para los que se adelantaron y precaria para los que sufrieron las consecuencias de la lluvia”. Empieza a describir el estado de sus vinos por la buena maduración de la fruta y un buen balance de acidez y los presenta como vinos estructurados, intensos, con mucha boca, fruta y expresividad.

La pandemia es la última plaga que sufre el viñedo chileno. La sequía como plaga sobrevenida y pertinaz estaba allí desde diez años antes, y por delante un Gobierno que penaliza fiscalmente la venta y el consumo de vino, a tal punto que puedes encontrar más barata una botella chilena en una tienda especializada de São Paulo que en otra de Santiago. El Gobierno penaliza el consumo interno, obligando a los vinateros a una batalla eterna por la conquista de cuotas básicas de mercado. Cualquier fluctuación o inestabilidad en los mercados afecta al consumo de vino y el levantamiento social de octubre trajo el hundimiento de las ventas, con restaurantes y negocios cerrados en muchos distritos de Santiago. Siguió el parón de las vacaciones en enero y febrero, y solo se recuperaron las ventas en las dos primeras semanas de marzo, antes de llegar el confinamiento, con restaurantes y tiendas definitivamente cerrados y la venta directa como recurso residual.

Ahora llega la guerra por el mercado exterior. Manuel Moraga disfruta sus vínculos con el mercado norteamericano y el brasileño, todavía activos, que asimilan el 95% de su producción y acaba de embarcar la última partida. Otros no lo tienen tan fácil. El Gobierno chileno ha anunciado un retroceso del 30% en las exportaciones de vino del mes de abril y ha avisado de un nuevo retroceso para mayo. Estas cifras se multiplican por dos y medio cuando se refieren a los vinos de gama alta, definitivamente caídos al precipicio de los apestados. Nadie quería vinos caros en el contexto de los levantamientos de octubre y mucho menos en el marco de la incertidumbre añadida con el coronavirus.

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