Meleta de Romer, un restaurante de la Costa Dorada donde comer buen producto frente al mar
La cocinera Gessamí Caramés, mediática en Cataluña por su programa en TV3, tiene su propio restaurante con sus hermanos en L’Ametlla de Mar
“Això és meleta de romer” (Esto es miel de romero). Así termina sus recetas dulces en TV3 Gessamí Caramés, utilizando una expresión de su tierra para referirse a algo delicioso. Y este es el nombre que le ha puesto a su primer restaurante en L’Ametlla de Mar (Tarragona), un proyecto muy personal y familiar frente al mar de su infancia. Tienen arroz, pero no es una arrocería como las típicas de la zona, y tienen pescado fresco del día, pero tampoco sirven solo productos del mar. La sierra de Rasquera también aparece en la carta, que dignifica clásicos populares como la clotxa, recupera la sopa de pescado de su abuela o le da la vuelta al fish and chips con un pescado de descarte, el gat. En Meleta de Romer hay frutos del mar y del terreno, en una cocina para xalar, como dicen en esta zona de la Costa Dorada, para hacer referencia a algo que te enloquece.
En este restaurante la historia ha sucedido al revés. Son los padres los que ayudan a sus tres hijos, que abrieron su propio negocio en 2022, cuando la hermana mayor, Gessamí Caramés, conocida por compartir recetas de postres en televisión, les convenció para que la acompañaran en la aventura de abrir su restaurante. Y la actual ya es la tercera temporada de Meleta de Romer, que va viento en popa, con un pequeño comedor de estilo mediterráneo y una gran terraza que mira al mar.
Dani le ayuda en la cocina y Clàudia en la sala. Son mellizos, pero nadie lo diría. Y a pesar de no tener experiencia en el oficio, se mueven como pez en el agua. Gessamí cuenta que Clàudia tiene “don de gentes” y enseguida se ha hecho suya la sala, donde recibe con una sonrisa y encuentra soluciones para todo. También procura que Gessamí salga de la cocina cuando la requieren, no es raro que le pidan fotografías. A esta cocinera dicharachera también le gusta salir al final del servicio a saludar y no son pocos los que se llevan alguno de sus libros, bien dispuestos en una librería en la entrada.
Gessamí Caramés es una cocinera con muchas caras y ya está trabajando en el siguiente recetario. Le encanta su oficio y asumir retos nuevos. Por eso tiene un restaurante de temporada, que abre en Semana Santa y cierra a finales de octubre, y así quiere seguir. “Para mí es super importante tener unos meses de desconexión, para seguir formándome, para que mis hermanos no se cansen…”, defiende. “Es un mundo muy loco, que, aunque te guste, a veces no puedes más”. Reconoce que la temporada pasada terminó muy agotada, y este año ha reforzado el personal y ha mejorado la organización. Para ella, “lo bonito de la cocina es poder crear cosas nuevas”, y eso requiere un parón.
La primera temporada abrió su restaurante al lado de la playa sin arroz, quería alejarse del concepto de arrocería tradicional. Pero el cliente manda y tuvo que rectificar. Ahora ofrece un arroz meloso, individual, con pato, foie y manzana, que es todo un éxito (20 euros). Pero la carta quiere ser amplia, una visión un poco diferente de la cocina de los alrededores. “También tenemos montaña”, matiza, para enseñar una receta de bao de cabra de Rasquera (18 euros), una raza que pastura en la cercana sierra de Cardó. “La carne de la cabra es fuerte y dura, pero cocinada a baja temperatura saca su grasa y su sabor”, cuenta. La acompaña de una mayonesa de curry, con dátiles y cacahuetes y una crema de nabo.
Otros platos que sintetizan su visión de la cocina, abierta a otras tradiciones culinarias, pero con producto local, es la clotxa de tonyinita pibil (18 euros). La clotxa es un manjar de toda la vida, que resume su “filosofía” en la cocina, dice. Es un panecillo típico de la Terra Alta, que se vacía y se rellena de verduras escalivadas y arengada o sardina, una comida que los payeses se llevaban al campo. Ella le da su toque personal rellenándolo de un estofado de atún (un pescado clave en esta zona, donde Balfegó tiene sus inmensas piscinas) al estilo de la cochinita pibil mexicana. “Con producto local y temporada hacemos un pequeño viaje”, añade.
De otras tradiciones también se nutre una receta como el fish and chips (18 euros), que se elabora con un pescado que se suele descartar porque tiene una piel muy dura, pero bien cocinado es ideal para este plato tan inglés. La pieza en cuestión se llama gatet en esta zona, es de la familia de los tiburones, pero pequeño. Ella lo marina y, después de freírlo, lo sirve con patatas. “No te recuerda a nada de aquí, pero te estás comiendo un pescado que tiene un precio que se puede pagar”, dice orgullosa de una receta importada que pone en valor especies poco cocinadas.
De hecho, ella no compra según mercado, sino según precio, porque hay pescados y mariscos que oscilan mucho y quiere mantenerse en un rango donde el pescado salvaje cuesta 28 euros. Así que cuando algunas especies se disparan, busca alternativas. No todos los platos son viajeros, la mejor prueba es la sopa de pescado tradicional (28 euros). Ahora mismo tiene en carta la sopa de la yaya Quimeta, pero antes fue la del yayo Manuel. Pasa por el colador personal las recetas familiares. Esta sopa, que se puede cortar con un chuchillo, lleva un buen suquet como base y se corona con pescado fresco y gamba.
La mayoría de los platos están pensados para compartir, la fórmula más deseada del momento. No pueden faltar en ese goce colectivo la ensalada de gamba roja con compota de manzana y cremoso de queso de cabra. Tampoco la crema de berenjena, con la berenjena hecha a la brasa, queso tierno de cabra de Rasquera y anguila sobre una tostada. O la ensaladilla de sangacho de atún rojo Balfegó (18 euros). “Nos gusta utilizar partes de los pescados no tan conocidas”, cuenta, y añade que confita esta parte menos preciada del atún, consiguiendo un sabor armonioso con las verduras, y remata el plato con mayonesa de anchoa y piparra. Tampoco faltan las ostras del Delta del Ebro (3 euros unidad), los mejillones del terreno (16 euros) o las almejas con crema de anguila (18 euros).
Aunque en la carta abunda el pescado y el marisco, el mar delante obliga, cuando hay que tocar carne no se queda corta. Uno de sus platos más sorprendentes y contundentes es la Quinta costilla de Angus a baja temperatura (54 euros). Se aconseja para compartir, porque la pieza es grande y llega bien acompañada de verduras y patatas. “Tiene una infiltración de grasa impresionante”, detalla Gessamí, que la cuece a baja temperatura acompañada de una salsa hecha con sus propios jugos y con un toque final de horno para que quede crujiente por fuera y melosa por dentro.
La carta de postres también está cuidada con detalle. No podría ser menos. “Era importante que los postres estuvieran al nivel de todo e incluso superarlo”, cuenta. Pero reconoce que no es fácil elaborarlos artesanalmente a diario y por eso son sencillos y con mucho sabor. El pastel de queso acompañado de una copita de vino dulce, el crumble de frutos secos con tomillo o el volcán de algarroba con helado de vainilla en el interior son buenos ejemplos. Los cócteles de autor son el mejor colofón de una comida en Meleta de Romer.
Este joven restaurante tiene un agradable salón interior, decorado con un estilo mediterráneo desde donde se ve el mar, pero en la terraza la sensación de veraneo se refuerza. “Mi idea siempre fue tener un restaurante pequeño, donde poder tener feedback, con producto del terreno y que los clientes chalen”, resume esta cocinera con su sueño conseguido. Meleta de Romer es el restaurante frente al Mediterráneo de Gessamí Caramés, una cocinera que puso primero el pie en la televisión, pero que siempre soñó con tener su propio restaurante. Y ha conseguido abrirlo en el lugar que le ha visto crecer y donde tiene lo que más quiere.
Meleta de romer
Dirección: Calle Trafalgar, 21, L’Ametlla de Mar (Tarragona)
Teléfono: 977 456 124
Horario: De lunes a sábado, comidas y cenas. Domingo, solo comidas
Precio medio: 45-55 euros / En temporada baja menú de 25 euros