Ensalada de tomates y ciruelas

La gracia de esta receta está básicamente en combinar las texturas y sabores de diferentes tipos de tomate. Aunque en un solo tomate suele haber diferentes matices –zonas más duras y otras más carnosas, trozos ácidos cerca del pedúnculo y más dulces donde más sol ha recibido– si estas diferencias se potencian la cosa se pone aún más interesante.

Los tipos de tomate que recomiendo aquí no son los únicos que se pueden usar, obviamente, pero sí son una buena muestra de cuatro tipos de tomate relativamente sencillos de encontrar que se complementan realmente bien. Las ciruelas maduras –pero con ese punto casi cítrico en la parte más cercana a la piel que tienen las variedades rojas– rematan la jugada.

Si alguien lee los ingredientes de la receta antes que su explicación, seguramente pensará que la cantidad de vinagre es suficiente como para volverle a cualquiera las encías del revés. No sufráis, que ese vinagre no va a llegar al plato tal cual: lo usaremos para quitarle el picante a la cebolleta, encurtiéndola ligera y rápidamente. Solo con ese toque y el del cilantro –si no tenéis el gen, podéis usar perejil, albahaca y hasta hojas pequeñas de hierbabuena– el conjunto se vendrá bastante arriba.

Si queréis que el plato sea más que un acompañamiento podéis ponerle una base de arroz integral o salvaje, quinoa, trigo sarraceno o vuestro cereal favorito. Si el veganismo os tira más bien poco y necesitáis añadir urgentemente proteínas de origen animal, el queso será vuestro mejor aliado. Probad con pecorino, scamorza, un buen manchego, Idiazábal o parmesano en lascas, o destripadle encima una burrata como hicimos en esta versión y morid de felicidad ensaladera.

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