Doce cambios sencillos para comer más saludable
¿Quieres comer más sano pero no sabes por dónde empezar? Aquí tienes algunos consejos concretos y factibles para aplicar en el día a día, sin que tu paladar, tu bolsillo o tu tiempo libre se resientan.
Septiembre es el mes en el que empieza el curso después del descanso veraniego, y por lo tanto también el de la bajona posvacacional, los buenos propósitos sobre ser más organizado y, cómo no, sobre comer de manera más saludable. Si queremos que no se quede todo en una excursión a comprar chía, quinoa y semillas ignotas que languidecerán en el armario, lo suyo es plantearse pequeños cambios que podamos aplicar día a día hasta que, casi sin darnos cuenta, se habrán quedado para siempre.
Gestos como dejar de comprar arroz blanco y pasarse al integral -que además de fibra tiene más sabor- son una buena manera de empezar este cambio: con él puedes preparar esta ensalada con judías verdes y rúcula, o esta otra de remolacha, maíz y calabacín crudo. Usar los elementos que dan sabor a los embutidos con los que solemos acompañar los guisos de legumbres -ajo, pimentón, comino- nos permitirá cambiarlos por alguna verdura sin que el sabor se resienta: prueba esta receta con espinacas o cámbialas por calabaza, chirivía o nabo.
La pasta también puede beneficiarse de este cambio: sustituye las salchichas o la carne picada por una buena cantidad de berenjena o brócoli y reducirás el consumo de carne roja -y estarás más saciado- sin darte cuenta. Si no quieres eliminarla, intenta pensar siempre en ella como una guarnición y no como el ingrediente principal: tu cuerpo agradecerá que cambies los entrecots por salteados en los que la chicha retoce alegremente entre un buen montón de verdura.
Aderezar con gracia también es la clave para convertir las hortalizas crudas en un picoteo sabroso: si preparas un bote con una mezcla de sal, chile, sésamo y cualquier otra especia que te guste los pimientos, pepinos y zanahorias en bastoncitos serán el bocado fresco definitivo. Si necesitas algo un poco más contundente, planifícate y prepara unos garbanzos crujientes, judías verdes con parmesano o chips de calabaza y remolacha: en este vídeo podrás ver lo fácil que es.
El gesto que más puede costar -por una cuestión de mera practicidad- pero que mejor nos sentará es pasar de comprar comida ultraprocesada y buscar alternativas caseras. Algo tan sencillo como cortar melocotones, fresas, ciruelas o cualquier otra fruta de temporada para acompañar un yogur natural en lugar de comprarlos ‘de fruta’ los hará mucho más saludables (y también tendrán muchísima más fruta).
El desayuno es el punto más débil de la alimentación sana de mucha gente: la falta de tiempo y el bombardeo publicitario de mensajes diciendo que los cereales o galletas refinados a tope de azúcar son buenísimos no ayudan demasiado a la primera comida del día. Poniendo un poco de avena integral en un bol de la leche que prefieras tendrás la base de un porridge que puedes tomar caliente o frío: aquí tienes todos los trucos para tunearlo a tu gusto.
Tres cuartos de lo mismo con la bollería industrial: cámbiala por un bocadillo de pan integral -puedes congelarlo bien envuelto, se conservará perfectamente- con tortilla, queso o pollo y rodajas de tomate o pepino y, si de vez en cuando tienes ganas de comerte un croissant, cómete uno que sea de verdad. Porque, si comes más sano todos los días, puedes permitirse disfrutar de una pieza de bollería artesana de vez en cuando.
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