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Ronda: barricas en un viejo convento, conciertos entre tanques de vino y viñedos escondidos entre montañas

La ciudad que soñó el poeta Rilke es un destino enoturístico en auge gracias a las propuestas de un puñado de singulares bodegas

Merendero preparado para cata en los Viñedos de la bodega El Huerto de La Duquesa, en Ronda, España.
Nacho Sánchez

Escondido entre viejos encinares y olivares jóvenes, el moderno edificio de La Melonera se levanta sobre una finca de 200 hectáreas a las afueras de la ciudad malagueña de Ronda (33.401 habitantes). Tras su espléndida puerta de acceso hay una sala con chimenea, piano y una coqueta biblioteca. A su lado hay un pequeño mirador que se protege del sol con las hojas de una parra que descansan sobre una pérgola. Y unas puertas de cristal lindan con una moderna cocina inspirada en el laboratorio culinario de Ferran Adrià. Más allá, una sala de cata con una larga barra y muchas botellas por abrir ofrece espectaculares vistas al parque nacional de la Sierra de las Nieves. “Es un lugar increíble”, celebra la enóloga Ana de Castro, encargada de realizar aquí el único vino con uva melonera del mundo. Es una de las singularidades de la serranía rondeña, donde se pueden ver barricas en un viejo convento, conciertos entre tanques de acero inoxidable, elaboraciones bajo los criterios biodinámicos o viñedos escondidos entre montañas calizas. Son sorpresas de un destino enoturístico que se ha ganado a pulso estar en auge.

“He buscado por todas partes la ciudad soñada y, al fin, la he encontrado en Ronda. No hay nada más inesperado en España que esta ciudad salvaje y montañera”, advirtió hace ya un siglo el poeta checo Rainer Maria Rilke. Conocida por su espectacular puente sobre el río Guadalevín, su legendaria plaza de toros, las historias que contaba Orson Welles o los relatos de los viajeros románticos que se topaban con los temibles bandoleros por la serranía, ahora los turistas también llegan hasta aquí por el vino. Viajan dispuestos a saborear la producción de las 25 bodegas locales, la mayoría pequeñas, prácticamente artesanales. Con apenas 500 hectáreas en total, sus cifras de producción quedan lejos de las que ofrecen los grandes pagos del norte de la geografía española, pero a base de calidad y exclusivas propuestas han convertido este rincón andaluz en un lugar especial —y aún no masificado— para brindar. “La singularidad de Ronda es, precisamente, que no tiene ninguna singularidad: hay viñedos en valle y montaña, variedades muy diferentes de uva, ubicaciones en suelos muy distintos y microclimas diferentes. Todo ello hace de esta una zona muy especial”, asegura el enólogo Agustín Millán.

Ana De Castro, enóloga de la bodega, posa entre las barricas de la bodega La Melonera en Ronda.

Él es una de las caras visibles de uno de los últimos proyectos impulsados en la comarca. Se llama Huerto de la Condesa y lanzó su primera cosecha en 2019 con apenas 6.000 botellas. En 2024, la bodega ya multiplicó su producción por 10. Su fundador es el ingeniero de origen manchego Luis Cepedano, que a principios de siglo compró la finca de la condesa de Guadalevín, Carmen Abela. Allí plantó una hectárea de uva syrah y otra de garnacha. Luego ampliaron. “Los nuestros son vinos modernos, atlánticos pero elaborados con variedades mediterráneas. Queremos que gusten a todo el mundo”, sostiene Millán. Cuentan con una docena de marcas en el mercado, con propuestas como Pampaneando, un refrescante tinto joven. En sus instalaciones se pueden conocer todos los sistemas de conducción de la vid: en vaso, espaldera, emparrado… Es algo que el enólogo explica en catas para grupos. Son variadas: de un paseo de 1,5 horas con la posibilidad de probar cuatro botellas a otra que permite echar prácticamente el día entero, tomar el producto desde la barrica y acompañarlo de una paella o una caldereta.

“Lo mejor es que no nos consideramos competencia. Preferimos trabajar de manera conjunta para conseguir que la marca tenga más fuerza”, subraya Manuel Carrizosa, presidente de la Asociación de Viticultores y Bodegueros Serranía de Ronda. Junto a su amigo Simbad Romero —se conocen desde los cuatro años—, él eligió esta tierra para levantar su proyecto más personal. Ambos estudiaron enología y recorrieron el mundo durante casi una década con la idea de aprender y experimentar la viticultura desde distintos puntos de vista y técnicas. Participaron en dos vendimias cada año en países como Italia, Argentina, Francia, Nueva Zelanda o Sudáfrica, hasta que finalmente decidieron lanzar su proyecto propio. “Aquí encontramos las condiciones para desarrollar el perfil de vinos que nos gustan”, explica Carrizosa. Badman Wines nació en 2016 y hoy se ubica en la finca Perla Blanca, junto al hotel homónimo. Ya tiene seis propuestas en el mercado y cinco pueden catarse —acompañados de otros tantos bocados de gastronomía local— en las visitas que permiten conocer sus viñedos en la ribera del río Guadalcobacín.

Bodega Descalzos Viejos en Ronda, España.

En el entorno de Ronda hay otras muchas bodegas que dan para quedarse a vivir. Una de las visitas obligadas es Descalzos Viejos. Sorprende porque sus barricas descansan en el interior de un convento del siglo XVI, donde la única devoción que se practica en la actualidad es a los seis vinos que elaboran los arquitectos Francisco Retamero y Flavio Salesi. Las vistas sobre la Hoya del Tajo redondean las catas. “Y lo mejor es que se puede venir caminando desde el centro de Ronda”, recalca Retamero, que menciona la celebración de conciertos de jazz en invierno en sus instalaciones, donde también habrá un festival que servirá para celebrar sus bodas de plata el próximo julio. El verano también es especial para Cortijo Los Aguilares. Es cuando acogen actividades como la que combina el vino con la observación de las estrellas, el senderismo o un pícnic a la sombra de las enormes encinas centenarias de su amplia finca. “Todo personalizado: quien viene suele repetir”, celebra su enóloga Bibi García, responsable de las 100.000 botellas anuales que aquí se producen. Entre ellas, las de Breñal, un blanco de brillante color pajizo presentado en 2024. A base de garnacha blanca y toques de viognier y vijiriega, alcanza un sabor exquisito.

Federico Schatz, propietario de la bodega SCHATZ, sanea con sulfato el interior de la barrica en su bodega F. Schatz en Ronda.

Cerca de allí, Bodegas Conrad cuenta con unos de los malbec más antiguos de España. Se llama Cristina, y se puede degustar en sus catas. Un poco más lejos hay otra parada inevitable. Está ya camino de las ruinas de la ciudad romana de Acinipo, justo el nombre con el que bautizó a uno de sus vinos Friedrich Schatz, alemán al que aquí conocen como Federico. Él es uno de los pioneros: llegó en los años ochenta, cuando apenas al príncipe Alfonso de Hohenlohe se le había ocurrido empezar a plantar viñas en la zona. “Al llegar lo tuve claro: este es mi sitio”, recuerda quien desarrolla hoy seis vinos a partir de los principios de cultivo ecológico, biodinámico y natural. El resultado se puede saborear en las catas guiadas por la compañía Milamores. “Para nuestros vinos solo utilizamos uva y barrica”, asegura Schatz durante una placentera conversación que concluye con una frase de orgullo sobre su tierra de adopción. “Somos, seguramente, la zona más emergente en toda Andalucía”, sentencia antes de brindar por el futuro de una comarca rendida a la vinicultura.


Sobre la firma

Nacho Sánchez
Colaborador de EL PAÍS en Málaga desde octubre de 2018. Antes trabajé en otros medios como el diario 'Málaga Hoy'. Soy licenciado en Periodismo por la Universidad de Málaga.
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