Seis magníficos vinos de una uva segundona: la maturana
Es una de las variedades casi en peligro de extinción, debido a su baja producción y alta sensibilidad a la botritis —infección provocada por hongos—, que algunos bodegueros recuperan lentamente
Hay variedades de uva condenadas a un papel segundón pese a la indudable potencialidad enológica que atesoran. Algunas han conseguido liberase de la servidumbre y mostrar con brillo propio su calidad. Es el caso de la maturana tinta o maturano tinto, variedad que solo se cultiva en La Rioja. Posiblemente, se trata una variación genética de alguna variedad de la familia del cabernet sauvignon, a la que se asemeja por la abundancia de pirazinas responsables del característico aroma a pimiento verde; o de la variedad castets, uva originaria de la Gironde, en el Suroeste de Francia, prácticamente extinguida.
Tal vez por eso se la suele llamar la cabernet de Rioja. En 1990 se encontraron 35 cepas de maturana tinta en un viñedo de la localidad riojana de Navarrete. Posteriormente, se fueron localizando cepas aisladas en viñedos viejos de zonas aledañas, incluso más alejadas. Su carácter minoritario y novedoso hizo que fuera autorizada por la Denominación de Origen Calificada Rioja hasta 2007. Actualmente, apenas existen unas 170 hectáreas, el 0,26 % del viñedo riojano.
Aunque utilizada habitualmente como acompañante minoritario de la tempranillo, a la que aporta estructura, acidez y color, su baja producción y alta sensibilidad a la botritis —infección provocada por hongos— han dificultado su expansión, llegando a estar en peligro de extinción. Actualmente, comienza lentamente a recuperarse por la calidad de los vinos monovarietales elaborados con ella. Así lo ha entendido un grupo de bodegas audaces, conscientes del valor añadido de la singularidad aportada por una variedad destinada a mejorar los vinos riojanos, y cuyas características ampelográficas de vigor, versatilidad y resistencia la convierten en una opción interesante para una viticultura sostenible.
Baigorri, proyectada en 2002 por el arquitecto guipuzcoano Iñaki Aspiazu Iza, y propiedad desde 2007 de Pedro Martínez, ha superado las dificultades iniciales hasta lograr vinos acordes con la ambición del proyecto fundador. Como este Finca Las Navas procedentes de una parcela de maturana a 640 metros de altura. Fermentado en barricas de 225 litros con un envejecimiento de 14 meses en roble nuevo francés. Lograda composición aromática, donde la presencia de fruta negra compotada, y la vena vegetal se enriquece con los aportes especiados del roble, y las elegantes notas de tostados, cacao, especias y terruño. En boca es sabroso, concentrado, muy persistente, y largo.
Ya sorprendió Javier Arizcuren, arquitecto y bodeguero, fundador de la bodega Arizcuren, con su tinto de mazuelo (cariñena), y sigue sorprendiendo con la variedad maturana procedente del viñedo El Arenal, situado a 600 metros de altura en las inmediaciones de la Sierra de Yerga. Fermentado en depósitos de acero inoxidable abiertos, previa maceración en frío de unos tres días. Realiza la maloláctica en tinajas de barro sin revestir, donde reposa posteriormente 8 meses. Aroma frutal complejo (moras, grosellas, ciruelas pasas), con notas herbáceas y vegetales características, recuerdo floral y terroso. Suculento, bien estructurado, de paladar amplio y fresco, con jugoso final afrutado.
Bodega familiar centenaria, más conocida por sus vinos Don Jacobo, posee más de 300 hectáreas en diferentes zonas, lo que le permite elaborar una amplia gama de vinos para todo tipo de consumidores. Los más exigentes cuentan con los procedentes de viñedos situados en Moncalvillo. El más logrado es el monovarietal de maturana que fermenta en ánfora de barro ovalada de 390 litros, una singularidad enológica que se refleja en su aroma intenso a fruta negra compotada, con notas de monte bajo, frescor balsámico, cierta presencia terrosa y recuerdos florales. Sabroso, con buena acidez, que realza el paso de boca y consigue alargar el retrogusto en un final largo y golosamente afrutado
Jesús Martínez Bujanda tiene el mérito de haber sabido transmitir a sus hijos Ana y Jesús, el espíritu pionero que le llevó a ser de los primeros en recuperar la maturana, plantándola en el año 2001 en el entorno conocido como Balcón de Pilatos, 8,2 hectáreas en Yécora (Álava) a 500 metros de altura, y comercializando un primer monovarietal en 2005. Con una crianza en barricas de roble americano nuevo de 11 meses, el vino sorprende por su aroma cargado de fruta negra madura, enriquecida por las notas especiadas, y resaltado por la prudente presencia de la fina madera y sus tostados. Sabroso, de boca aterciopelada, pero corpulenta, la buena acidez realza el largo postgusto afrutado.
Aunque Pedro Vivanco ha manejado como nadie grandes volúmenes de vino, en su bodega se elaboran pequeñas cantidades de vinos singulares, más allá del clasicismo imperante en el resto. Todo bajo la dirección de su hijo, el enólogo Rafael Vivanco. Como Parcelas de Maturana tinta, para mí su tinto más logrado. Las uvas fermentan en tinos de madera de roble francés, para someterse luego a 14 meses de crianza en barricas de diferentes tonelerías, tostados y orígenes. Exultante en una nariz rica en matices especiados que envuelven la fruta negra madura, floralmente perfumada, con notas vegetales en una atmósfera de tostados y maleza. Vibrante en boca, tapiza el paladar con su larga presencia frutal.
Con una excelente relación calidad/precio, que es marca de la casa, la bodega de La Rioja navarra Barón de Ley, que nació en 1985 inspirada en el modelo de los 'châteaux' del Médoc, pero con espíritu modernizador, con una presentación contundente, que incluye etiqueta metálica y pesada botella troncocónica, Barón de Ley ha sacado su vino de maturana, todo un acierto. El vino procede de sus viñedos Los Almendros y Araoz, y tiene 12 meses de crianza en barrica de americano y francés. Aroma, de fruta compotada recorrido por el frescor balsámico, sobre un fondo especiado. Boca ligeramente golosa pero fresca, que termina con un expresivo regusto frutoso, ligeramente salobre.
Periodista, escritor, y crítico enogastronómico. Premio Nacional de Gastronomía 2002. Es crítico enológico de EL PAÍS desde finales de los ochenta. En 1989 participó en la fundación de Slow Food, donde ha sido vicepresidente internacional y presidente nacional. Es autor de libros como 'El Libro del Vino' y 'El Libro de los Aguardientes y Licores'.
