Amielado

Una vuelta de tuerca de los blancos gallegos llega con la vendimia tardía y sus vinos pletóricos, concentrados, con la complejidad serena que forja el tiempo, primero en la viña, luego en depósito y botella. Es la apuesta por la sobremaduración, ese punto donde se inicia la muda de la uva en pasa, y permite que la podredumbre noble (Botrytis cinerea) termine de concentrar azúcares y ácidos, patinando de notas telúricas la frutosidad amielada del varietal.

Parecía increíble la ausencia, en zonas españolas propicias, de este hongo provocador, sostén del prestigio en Alsacia, Riesling, Tokai o Sauternes. Pero la ignorancia, que desecha la uva atacada de botritis aunque sea buena, y la impaciencia por vendimiar han impedido beneficiarse de este prodigio de la naturaleza, ciertamente en el filo del desastre. El primero fue Gallaecia 1996, de la mano del enólogo Luciano Amoedo. Han ido apareciendo distintas añadas para culminar con este prodigioso 2009. Una filigrana gusto-olfativa con el encanto aromático donde se armonizan notas florales y herbáceas con la tupida frutosidad de la fruta caramelizada, el susurro especiado de la seta con la ráfaga refrescante del fruto ácido que disipa el dulzor innecesario. Un albariño profundo, complejo, trascendental.