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Catar vinos mientras surfea o retar a Cristiano Ronaldo: así lleva Maximilian Riedel la tradición del cristal a Instagram

El CEO de la cristalería familiar más antigua del mundo defiende la importancia de las copas en el consumo de la bebida

Maximilien Riedel
Luis Carlos Pinzón

Para que el cristal reclame su lugar en el mundo moderno no hay nada más eficaz que un instagrammer. Así lo ha demostrado Maximilian Riedel (Viena, 47 años), el CEO de la cristalería que lleva el nombre de su familia desde hace 11 generaciones y que se ha convertido en uno de los fabricantes de copas más prestigiosos del mercado. Tal como lo hizo Hermes, el mensajero que le salvó la vida a Dioniso, el dios del éxtasis y el vino, Riedel se ha convertido en emisario de una tradición que desde hace 2.000 años defiende que el vidrio se hace con las manos y no en campos de cultivo industrial.

Riedel ha demostrado que tiene con qué dar la batalla. Más de 570.000 seguidores lo acompañan cada semana en aventuras que van desde catar un vino mientras practica surf hasta retar a Cristiano Ronaldo a levantar ―con precisa habilidad futbolística― una copa desde su pie hasta su mano. En sus redes sociales, las copas se usan para catar trufas o descorchar botellas con un elegante sabrage. Sin embargo, la misión sagrada del cristal que crea Riedel es inconfundible: servir de cáliz para beber los mejores vinos del mundo.

“Tuve la suerte de encontrar en Instagram cómo comunicar mejor mi negocio y mi pasión”, confiesa Riedel a EL PAÍS desde Kufstein (Austria). Fue en esta ciudad donde su abuelo —“el hombre que cambió el mundo del vino”— inventó en 1958 la primera copa egg shaped. Con ella, modernizó la forma en la que se bebe la milenaria bebida. Hasta entonces —recuerda— los comensales bebían de tazas y de vasos. Riedel se ve emocionado, con una sonrisa pícara y por lo demás, didáctica. Prosigue contando que el mismo espíritu transformador lo tuvo su padre, quien advirtió las diferencias de beber una misma variedad de uva en diferentes copas. Esta fue la meta de un proceso de aprendizaje en el que contó con el ejemplo de grandes nombres del vino, como Angelo Gaja, Robert Mondavi y Robert Parker.

— Mi padre tenía pasión por el vino tinto. Así que tomó un pinot noir, lo sirvió en diferentes copas y, al probarlo, se dio cuenta de que sabía diferente. De que sabía mejor.

La diversidad de copas es el rasgo distintivo de la empresa que dirige: la compañía fabrica un cristal específico para cada variedad de uva —como el malbec o el merlot— o para cada denominación de origen —como Bordeaux, Ribera del Duero o Rioja—. Solo en su página web, Riedel ofrece copas para 56 cepas diferentes. Y ante la pregunta de si realmente una copa diseñada para cada variedad hace la diferencia al momento de beberla, Riedel responde con seguridad que sí, que las personas tienen que probarlo para ver la diferencia.

Maximilien Riedel, en una fotografía proporcionada por la marca.

Este es el evangelio de este Hermes moderno: “La única manera de que la gente lo experimente es teniendo el mismo vino en diferentes copas”. El fruto de la vid debe beberse con la dignidad que le corresponde, y Riedel lo predica cuando asegura que prefiere beber una cerveza directamente de la botella antes que “beber vino malo de un vaso de plástico”. Aunque reconoce ―entre risas― que “todos hemos tenido errores en nuestra vida”.

— Respeto el vino porque está muy relacionado con mi cultura, con mi filosofía del vidrio. No podría beber vino en ‘esto’ [levanta una especie de florero que decora su oficina], porque nunca sabría de la forma que debería saber.

La confianza de Riedel se funda en una vida dedicada a la vinicultura. Ha crecido junto con la empresa familiar. A los 12 años entró por primera vez en la fábrica, después de que su padre le dio a elegir entre mejorar sus calificaciones en la escuela o ir a trabajar en Riedel. Asistió al taller durante una semana, empezando su jornada a las 5 de la mañana junto con los demás trabajadores. Después de siete días en tan agotadora tarea, reconsideró su apuesta y optó por convertirse “en el mejor estudiante” en la escuela. Entre los 14 y los 16 años fue el responsable del servicio de vinos en su casa, y fue entonces cuando probó su primer vino: un Moscato d’Asti, un vino dulce de baja graduación alcohólica que “era muy popular en los setenta”.

— Cada copa cambia el vino tremendamente. Puedes hablar todo lo que quieras. Nadie te creerá hasta que lo pruebe y sea el vino el que le hable a sus sentidos. Ese es nuestro secreto.

Maximilien Riedel en una fotografía cedida.

Es por esto que Riedel dedica horas a sus seguidores en Instagram. Quiere que compartan con él su pasión por el vino y el cristal. El CEO de una empresa que vende sus productos en más de 100 países se toma el tiempo de leer y responder personalmente a cada uno de los comentarios que las personas dejan en sus videos. Para Riedel, la comunicación con sus clientes es fundamental, y se siente “agradecido de poder hablar con ellos sin fronteras”: “Necesito la retroalimentación de la gente”, afirma.

Este es el mismo criterio que parece regir su consumo del vino, siempre mejor “cuando lo compartes con una persona que respetas, con una persona que amas”. De hecho, es esta la razón por la cual casi no abre los “viejos tesoros” españoles que guarda en su bodega, donde algunas botellas esperan desde 1950 su turno para ser abiertas: “Me hacen falta amigos que hablen español para apreciar con ellos los vinos de España”, resalta.

Para Riedel, los vinos españoles son “hermosos”. Los describe como “estructurados”, tanto que no son “accesibles” cuando están jóvenes. Riedel es, como reza su biografía de Instagram, un enamorado de los vinos añejos. Ha tenido el privilegio de beber vinos de más de 100 años en uno de los Premier Grand Cru de Burdeos: Château Latour. Es uno de los mejores recuerdos que guarda, de los que le demostraron que “el vino puede ser inmortal”.

Maximilian Riedel parece dar así vida a una de las máximas de Nélida Piñón. La escritora brasileña solía decir que “no se puede ser moderno sin ser arcaico”. Esta es la combinación ganadora de este Hermes moderno: como un victorioso instagrammer, ha sabido defender el vino con las antiquísimas técnicas que 2.000 años le han legado.

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Sobre la firma

Luis Carlos Pinzón
Latinoamericano. Periodista de la sección Internacional. Es abogado (Universidad del Rosario, Bogotá), máster en Derecho Constitucional (CEPC, Madrid) y sumiller profesional (Gato Dumas, Bogotá). Trabajó en la Corte Constitucional y el Senado de la República de Colombia. En la actualidad, cursa el máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid). 
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