Singapore Sling, el cóctel con el que las mujeres se emborrachaban sin que lo supieran sus maridos
Esta “bebida rosa para gente pálida”, como se define en los archivos nacionales de Singapur, es mucho más que un trago: es el emblema de un tiempo y un lugar en el que se maridaron el machismo y el colonialismo (con erótico resultado)
Pese a que en Singapur tirar basura al suelo puede conllevar una multa de 2.000 dólares la primera vez y hasta 10.000 dólares si te pillan haciéndolo una tercera, una vez dentro del Long Bar, situado en el emblemático Hotel Raffles, la ley se anula por completo. Como forma de divertimento, el Long Bar permite a sus parroquianos y visitantes curiosos tirar las cáscaras de cacahuete al piso. Una acción que parecería nimia en cualquier parte del mundo, pero que en un país que puede condenar a sus ciudadanos a barrer las calles con un cartel que diga I am a litterer (cuya humillante traducción podría ser Soy un guarro), en el bar del Raffles resulta de lo más transgresora.
Esta no es la primera transgresión que el Long Bar se ha permitido a lo largo de la historia. Tras las puertas de este elegante bar de aspecto colonial, fue ideado a principios del siglo pasado el Singapore Sling, un cóctel de un potente color rosa, que se convirtió en la bebida preferida de las señoritas, para quienes estaba mal visto consumir alcohol en público. Llamémoslo cóctel, llamémoslo pedacito de historia. El Singapore Sling, utilizado por el escritor Hunter S. Thomson para emborrachar a sus personajes de Miedo y asco en Las Vegas, es mucho más que un simple trago: es el emblema de un tiempo y un lugar o, tal y como averiguó una de las mayores autoridades en coctelería, David Wondrich, revisando los archivos nacionales de Singapur, era “una bebida rosa para gente pálida”.
Hotel Raffles. Singapur. 1915. Un camarero llamado Ngiam Tong Boon, de origen chino, inventa una fórmula a base de ginebra, aderezada con zumo de piña y lima. Para darle su característico color rosado, le añade granadina y licor de cereza. En el Singapur colonial, todavía parte del Reino Unido hasta su independencia en 1963, el Raffles era el lugar de reunión preferido de la alta sociedad inglesa afincada en el país, y el Long Bar era el lugar en el que esas reuniones pasaban a mayores. Los caballeros bebían ginebra o whiskey. Las damas, sin embargo, no consumían alcohol: las normas de etiqueta y decoro dictaban que consumir alcohol en público era síntoma de mal gusto y, por ello, bebían tés y zumos de frutas. Fue Ngiam Tong Boon, todo un emprendedor, quien vio una nueva vía de negocio, y decidió crear, según cuentan en el propio Long Bar, una bebida de aspecto afrutado que, en realidad, contenía ingentes cantidades de alcohol: “El astuto cantinero hizo la bebida de color rosa para darle un toque femenino que, junto con el uso de alcohol claro, llevó a la gente a pensar que era una bebida socialmente aceptable para las mujeres”, explican desde el propio hotel. Fue un éxito. Tanto, que a día de hoy, el Singapore Sling está considerado la bebida nacional.
¿Qué lleva exactamente el Singapore Sling? Sirva esta nota de David A. Embury, publicada en la biblia de mixología de 1948 The Fine Art of Mixing Drinks para anticipar que la respuesta no es sencilla: “De todas las recetas publicadas de esta bebida, jamás vi dos iguales”. En el Long Bar no sueltan prenda. Y no es lo mismo tomarlo en Singapur que en Estados Unidos, donde la cantidad de ginebra acostumbra a ser más generosa. Según la Asociación Internacional de Baristas (IBA, por sus siglas en inglés), los ingredientes de esta bebida son ginebra, licor de cereza, Cointreau, licor Bénédictine, zumo de piña y de lima, granadina y pizca de amargo de Angostura. Se sirve con una rodaja de piña y una guinda.
Durante el siglo pasado, el Raffles, como el Ritz en Madrid o el Savoy en Londres, se convirtió en el corazón cultural de la ciudad, acogiendo a numerosos escritores (Rudyard Kipling y Joseph Conrad tienen suites a su nombre), actores y cantantes (de Charlie Chaplin, Elizabeth Taylor hasta David Bowie o Michael Jackson) y royals (como la reina Isabel II). En sus inicios, se servían en torno a 20 combinados al día. Hoy, el Long Bar se enorgullece de preparar más de 2.000. El salón, antaño reflejo de una estructura colonial y segregada, es hoy un reclamo de turistas, en su mayoría occidentales, que hacen largas colas a la entrada del bar para probar el cóctel nacional. No es barato (36 dólares singapurenses, unos 24 euros al cambio actual), ya que Singapur tiene un elevado impuesto para las bebidas alcohólicas. Nada que ver con los 2,50 dólares singapurenses que costaba el cóctel allá por 1915. Sigue siendo, según parece, una bebida rosa para gente pálida.
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