Del Chelsea al Negresco, ocho hoteles de leyenda
Las fiestas de María Antonieta en el Crillon, la terraza del Old Cataract que inspiró a Agatha Christie o el célebre Plaza de Nueva York. Alojamientos que invitan a redescubrir el ayer
Dave Bowman se observa a sí mismo viejo como la edad del universo. Solo en la habitación del hotel, percibe que el tiempo discurre lentamente sobre el pavimento evanescente, siente que su cuerpo proveniente del espacio exterior ya no es el que tuvo, sino el embrión de una nueva forma de vida poshumana. Fin de la novela. Arthur C. Clarke abandona la mesa donde reposa la resma manuscrita de 2001: Una odisea del espacio y se recuesta, vencido por el agotamiento, en su cama de la habitación 603 del Chelsea Hotel. Nace una leyenda.
Si es por el anecdotario, no hay otro sitio en el mundo con más relatos personales que este alojamiento neoyorquino. Imposible acercarse mínimamente a la panoplia de escritores, pensadores, músicos, pintores, escultores, diseñadores, artistas plásticos o estrellas de cine que ha albergado en casi un siglo y medio de historia este hotel de la calle 23 de Nueva York. Cerrado en 2011, espera abrir de nuevo tras una remodelación controvertida por las constantes disputas de la propiedad con el vecindario.
Un hotel, cama y toallas aparte, es ese lugar de la memoria donde residen todavía los personajes que lo habitaron. Deambulan por los corredores que ahora franqueamos, huellan las baldosas que hoy pisamos, se apoyan sobre los balcones que nos invitan a redescubrir el ayer. Cincuenta años, un siglo, incluso cinco siglos después.
En 1499, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se avinieron a fundar junto a la catedral de Santiago de Compostela un hospital real para la acogida de aquellos peregrinos que llegaban a la ciudad maltrechos por las vicisitudes del Camino. El Hostal de los Reyes Católicos, hoy buque insignia de la red nacional de Paradores y reconocible desde cualquier extremo de la plaza del Obradoiro por su fachada plateresca, está catalogado como el hotel más antiguo de Europa.
Tres siglos más tarde, en la plaza que simbolizaba la conjunción de los jardines de las Tullerías con los Campos Elíseos, actualmente conocida como de la Concordia, la reina María Antonieta fue guillotinada frente al hotel que tanto frecuentó desde su llegada a París, donde se citaba con sus amigos de la corte y en uno de los salones tomaba clases de piano. El Crillon, edificado en 1758 y remodelado por completo en 2017, ha venido hospedando a lo largo de su historia a lo más granado de las celebridades mundiales. Baste decir que desde la suite preferida del fallecido músico Leonard Bernstein, al precio de 14.000 euros, se disfruta de una terraza con unas vistas a la torre Eiffel únicas en la ciudad.
Si el célebre Crillon ha alojado siempre a una clientela probadamente vip, existe otro establecimiento mítico, con todo el glamur de la Riviera francesa, que acoge a los denominados vvip (very, very important person; personas muy, pero que muy, importantes). Es Le Negresco, en Niza, fundado en 1913 por el inmigrante rumano Henri Negrescu, que colgó sobre el vestíbulo principal una lámpara de araña con 16.309 cristales de Baccarat encargada por el zar Nicolás II. La lista de personalidades alojadas en sus 119 habitaciones y 22 suites es interminable, aunque ninguna más excéntrica que el pintor Dalí, algunas de cuyas creaciones pueden verse todavía en sus interiores. Sus trabajadores cumplen de rigurosa etiqueta, uniformados al estilo del siglo XVIII. Al otro lado de la Promenade des Anglais, el hotel ofrece su playa privada.
Dos apellidos ilustres de la hostelería, Ritz y Escoffier, quedaron inmortalizados en el hotel Savoy, en el corazón de la City londinense. Sus innovaciones hoy producirían hilaridad, pero fueron todo un acontecimiento el día de su inauguración, el 6 de agosto de 1889. Fue el primer alojamiento británico en tener iluminación eléctrica, ascensores, agua caliente y un cuarto de baño en cada habitación. Estos ingleses sabían, desde luego, representar la excelsitud de su imperio. Por aquellas fechas, el empresario Thomas Cook, el primero en crear un viaje organizado, ya estaba planeando la apertura de un resort para adinerados europeos a orillas del Nilo, frente a la populosa Asuán, la ciudad más meridional de Egipto. Agatha Christie pasó largas temporadas emborronando cuartillas en la terraza del Old Cataract, desde la que concibió su famosa novela Muerte en el Nilo (1937). Una suite con su nombre y otra a la memoria de otro huésped santificado en este lugar, sir Winston Churchill, nublan la vista del viajero moderno con sus techos altos estilo Imperio, sus armarios de caoba y sus cuartos de baño completamente empelechados.
Dos años antes de que se estrenara el Savoy de Londres, Rudyard Kipling tomó asiento en el bar del hotel Raffles de Singapur, recién construido en honor al fundador de la ciudad asiática, Thomas Stamford Raffles, y se puso a escribir —al decir de algunos— los primeros apuntes de El libro de la selva, que completó durante su aislamiento posterior en Vermont (Estados Unidos). Hotel que años después, en 1932, alojaría a Charlie Chaplin.
Si en algunos hoteles se han escrito grandes obras literarias, otros se han convertido en enclaves cinematográficos. En la confluencia de la Quinta Avenida con la calle 59, al sur de Central Park, se encuentra el Plaza de las películas. Qué famoso no habrá pisado sus alfombras desde su apertura, en 1907. También políticos y magnates, no faltaron ninguno. Escritores, tampoco. Su fachada de château renacentista inspiró a Scott Fitzgerald el ambiente de El gran Gatsby. Miles Davis y Billie Holiday grabaron un LP en el salón persa a finales de los años cincuenta. Los Beatles se ocultaron aquí en su primera gira norteamericana, con la pausa rítmica necesaria para componer su tema Michelle. Woody Allen se refugió en una de las habitaciones para anunciar en una rueda de prensa en agosto de 1992 su amor por Soon-Yi Previn. Hasta el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump, fue propietario entre 1988 y 1995 de este rutilante escenario de limusinas y coches de caballos. Aquí hizo un cameo en Solo en casa 2 (1992) y, un año después, aquí se casaba en segundas nupcias, y ante unos 1.100 invitados, con Marla Maples.
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