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Un álbum en un contenedor, fotos de cinco señoras en Jordania y una búsqueda detectivesca para encontrarlas

Una mujer emprende una investigación personal para conocer la historia de la dueña de las imágenes tiradas a la basura de una calle de Chamberí y no para hasta desentrañar el misterio

Ángeles, junto al álbum de fotos durante su búsqueda.
Ángeles, junto al álbum de fotos durante su búsqueda.David Expósito

Inés de Llanos falleció a los 88 años en 2023. No tuvo descendencia. Dejó un piso vacío en la calle de Alonso Cano de Madrid, repleto de muebles de época, figuras de elefantes y cientos de fotografías sueltas u ordenadas en álbumes. Como suele suceder de un tiempo a esta parte, poco después el inmueble debía quedar preparado para su puesta en venta, es decir, vacío. El albañil ecuatoriano Pedro M., de 50 años, recibió hace unos 10 días la orden de ejecutar la limpieza. “Yo tiro y no miro”, es su lema. Y así hizo: todo al contenedor.

En un armario de madera maciza había encontrado un objeto muy especial. Era el álbum de fotos que contenía el viaje a Jordania en 2005 de la difunta Inés junto a cuatro amigas. Navegaron por el mar Muerto, visitaron Petra y contemplaron allí el olivo plantado por Juan Pablo II como símbolo de paz. Todo estaba en esas imágenes tomadas con cámaras desechables. El álbum completo acabó en el contenedor como estaba ordenado.

Como una de tantas historias de vidas cruzadas, una vecina de Chamberí, Ángeles M., regresaba a casa después de comprar fruta, pasó al lado del contenedor y reparó en el álbum, camuflado entre sillas de madera y azulejos. Lo ojeó y le pudo la tristeza. Le sacudió el polvo y se lo llevó a casa: se imaginó a sí misma devolviendo el álbum a alguien a quien todavía le importase.

Ángeles M., de 44 años, es secretaria de profesión y vive por la zona de Cristóbal Bordiú, también en Chamberí. Era el día de su aniversario, y con tal motivo, decidió emprender una búsqueda.

Un álbum de fotos es para ella un objeto sagrado, algo casi que venerar. De entre todas las imágenes, hay una que le enternece especialmente. En ella aparecen las amigas en la cubierta de un barco. “Lo mejor es el título que le pusieron”, sostiene. En el reverso puede leerse Escuela de sirenas. “Eran como unas adolescentes, me encanta su ironía. Hay fotos que se hacen mientras están dormidas en los sofás… Debían de tener un sentido del humor delicioso. Lo vivieron como un viaje de esos de instituto”.

Decidida a emprender una búsqueda, regresó al lugar del contenedor para revisarlo. A juzgar por el polvillo en el aire, la reforma seguía activa, así que no tardó mucho en aparecer por allí el diligente Pedro M., encargado de trasladar en una carretilla todo lo que le entregan los demás. Al ver el álbum que le mostraba Ángeles, Pedro se revolvió. “Pero si lo tiré yo, ¿de dónde lo has sacado?”, preguntó. Ángeles se explicó algo nerviosa y pidió saber dónde estaba el piso para poder recabar más pistas. Pedro, de nuevo obediente, señaló el portal en cuestión, ubicado a la vuelta de la esquina, en Ríos Rosas.


El contenedor de obra donde fue encontrado el álbum.
El contenedor de obra donde fue encontrado el álbum. David Expósito

El edificio lo custodia un portero serio y distante. “Es el 1º D”, se limitó a decir. La puerta estaba abierta. Al fondo del inmueble había un obrero rompiendo a martillazos el techo. Eduardo Méndez, de 41 años, el albañil jefe, dijo no saber nada del pasado del lugar. Del futuro, lo que le han contado es que el piso, que ha sido comprado por un hombre español que ya tiene otras ocho viviendas en el centro de Madrid, se utilizará, “como el resto”, para alquilarlo. “Debe tener mucha plata, nos contrata cada dos por tres”, interrumpe el albañil Pedro M., que desfila con más escombros. Es un hecho corriente en el Madrid de estos tiempos.

El rellano donde se encuentra el piso de Inés, ahora en reformas.
El rellano donde se encuentra el piso de Inés, ahora en reformas. David Expósito

Ángeles se marchó con las manos vacías y comenzó una cruzada por el barrio. Lo primero que se le ocurrió fue colgarlo en X (antes Twitter). Casi como un desahogo. Madre melones, como se llama en la red social, lanzó sin saberlo su primer grito de auxilio. “No sé bien lo que hacer con él. Encontrar a alguna de las otras cuatro amigas parece una misión muy complicada. ¿Hay algún sitio municipal, estatal o lo que sea para donar fotografías y que formen parte de algún fondo fotográfico?”, preguntó.

Después se le ocurrió girar todas las imágenes, analizó el papel con el que estaban reveladas y comprobó el CIF de los sellos que aparecen en los reversos. Llegó a la conclusión de que las amigas intercambiaron las fotos y compusieron esta colección. Al ver muchas de ellas impresas con papel Kodak, dedujo que las copias pudieron salir de La Fontana, una tienda de fotografía cercana.

Y allí acudió: su dueño, Raúl Velasco, de 57 años, tocaba las imágenes como si acariciara el rostro de las señoras, pero no conocía a ninguna. “¿Toda su vida estaba tirada en la basura?”, comentó, “¿cómo puede ser?”. “Las imágenes parecen de un viaje religioso. Lo mejor será ir a la iglesia”, recomendó.

Y hacia la Iglesia se encaminó Ángeles, ya en actitud detectivesca.

En La Milagrosa, un hombre de 64 años cerraba los accesos al templo. Es Andrés Sacristán, un empleado, que confirmaba que allí sí se organizan viajes. “A tierra Santa y a París”, concretó. Sacristán agarró el álbum, y no tuvo dudas:

—Claro que conozco a alguna. Esta de la derecha es nuestra Mari Carmen. Hace tiempo que no viene.

—¿Es que ha fallecido?—, respondió Ángeles.

—¿Cómo fallecido? Le dio un ictus, pero ya está bien. Es voluntaria aquí.

De pronto Sacristán se muestra dubitativo. Ángeles le ofreció una lupa para que observara las fotos de cerca. Él, orgulloso, la rechazó.

—No, no, no... Esta no es Mari Carmen, definitivamente. No conozco a ninguna. Lo siento—, se disculpó.

Al minuto miró de nuevo. Dudó otra vez. No, se parecía mucho, pero no era.


Andrés Sacristán, empleado de la iglesia La Milagrosa, cerrando las puertas del templo.
Andrés Sacristán, empleado de la iglesia La Milagrosa, cerrando las puertas del templo. David Expósito

Ángeles no pudo posponer más su aniversario y se marchó desencantada a casa. Solo le quedaba una bala en la recámara: la vecina del 1º E. En la comunidad de vecinos, el 80% son pisos alquilados y, según el portero, “apenas se conocen entre ellos”. Sin embargo, la del 1º E sí debió intimar con aquella mujer de la puerta de enfrente.

Días más tarde, Ángeles regresó al lugar de los hechos. Llamó al timbre y una voz al otro lado anunció: “Sabía que vendríais”. Era Rosa Martínez, trabajadora en una boutique de Velázquez, que compartió rellano durante años con la difunta, de nombre Inés de Llanos. La mujer ofreció a Ángeles un halo de esperanza. Inés tenía una hermana por Raimundo Fernández Villaverde que “aún vive”. Antes de despedirse, Rosa le rogó que le regalara una fotografía de Inés cuando resolviera el misterio.

De pronto, la historia de Ángeles y la búsqueda de las mujeres de la Escuela de Sirenas sufre un giro de guion, como en toda labor detectivesca que se precie. Un conocido, cuyo nombre no puede ser desvelado, que se había interesado en su historia y le recomendó a Ángeles una razón social, Abogados Navarro, especialistas en “localización de beneficiarios y gestión de herencias”. Al teléfono, Guillermo Navarro apunta los datos. “Es bastante sencillo, dame 20 minutos”, solicitó. Al final será media hora lo que tarde Guillermo Navarro en enviar un escueto mensaje: “La hermana es Isabel Llanos. Tiene cinco hijos. Vive aquí”.

Y deja una dirección.

José Luis, el portero del inmueble señalado por los Navarro, de 58 años, ofreció los sillones del hall para que Ángeles tomara asiento. Llamó a Isabel, pero no estaba en casa. Pasado un buen tiempo, cerca de la hora del Telediario, apareció la señora junto a otra vecina. Venían de tomarse un vino por el barrio. Ángeles se acercó con mucho respeto. Antes de dar explicaciones le tendió el álbum. “¡Es mi hermana!”, se sorprendió Isabel, ahora con 86 años. “Debió quedarse perdido en el piso. ¡No sabes las cosas que había ahí!”, manifestó.

Y entonces empieza a juntar todas las piezas del puzle. Inés nació en Valladolid hace ahora 90 años. Murió en 2023 después de pasar los últimos años en una residencia. Fue enfermera del cirujano plástico Fernando Enríquez de Salamanca, con el que trabajó recomponiendo manos en el hospital Virgen del Puerto y en La Paz. No tuvo hijos, pero “recorrió el mundo entero”, manifestó su hermana. Tras su muerte, se sintió “como esa última hoja que queda en la rama tambaleándose antes de desplomarse”. “Yo era su hermana favorita”, manifiesta, consciente de que de los seis que eran, ya es la única que queda. “Gracias por encontrarme, hija mía. No sé por qué la gente me quiere tanto”, se cuestiona antes de quedarse sin palabras.

Ángeles pensó entonces que estaba en el punto culminante de su búsqueda, que estaba cerca del objetivo. Confiesa que, para ella, un álbum de fotos tenía un significado especial y había un motivo. “Mi madre nos dejó el año pasado por un cáncer. Desde entonces, las fotos familiares son lo más valioso que tengo. De ningún modo pueden acabar en la basura porque sería como si nosotros mismos termináramos ahí”, se emociona.

“En la mesilla de noche de mi padre descubrimos imágenes que nunca habíamos visto y que conservó en secreto hasta el final junto a sus objetos más preciados. Eran de sus amigos de la adolescencia que murieron antes que él, de sus hijos, y sobre todo de mi madre. ¿Quién nos dice que este álbum no significaba lo mismo para las señoras?”.

Ángeles tenía una poderosa razón para justificar su búsqueda y esa intromisión en la vida de otras personas.

—Me gustaría que lo hicieran también por mí.

Pero Ángeles tenía una última pregunta. Por un lado, sentía la satisfacción por haber entregado el álbum a su legítima heredera, pero quería conocer a las amigas, a las sirenas. Preguntó por ellas, suponiendo que su hermana las conocería o le pudiera dar alguna razón de ellas o de alguna.

Y se la dio.

La búsqueda había finalizado. Isabel confirmó que, de las amigas del álbum abandonado en el contenedor, no quedan supervivientes.


Ángeles, a la izquierda, entrega el álbum a Isabel, la hermana de Inés.
Ángeles, a la izquierda, entrega el álbum a Isabel, la hermana de Inés. David Expósito

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