El abogado que encuentra a los herederos perdidos de los muertos
Madrid es la comunidad que más herencias sin beneficiarios aporta al Estado. En 2023 dejó 7,3 millones de euros. El veterano letrado Lorenzo Navarro busca por el mundo a los sucesores de los difuntos que murieron olvidados
Halló la tumba y experimentó una satisfacción inefable. Lorenzo Navarro, de 81 años, portaba debajo del brazo una urna pequeña y redonda con las cenizas de Ivette, una mujer francesa que se afincó en Madrid durante los últimos años de su vida. El hombre, abogado especialista en “localización de beneficiarios y gestión de herencias”, llevaba días paseando el tarro por pueblos y cementerios del sudoeste de Francia —en las afueras de Burdeos— hasta que encontró el sepulcro prometido. Era un nicho compartido por un matrimonio cuyos nombres no ha memorizado.
El marido había sido jardinero y la mujer ama de casa. Se trataba de los padres de Ivette. La hija, según el testamento que había dejado a dos amigas madrileñas, había pedido enterrarse junto a ellos. Dejó escrito el nombre del pueblo donde estaban los progenitores, pero no especificó cuál de los seis con la misma denominación era el correcto. “Don Lorenzo, don Lorenzo, ¡arréglenos usted esto!”, le decían las amigas, a la postre herederas de los dos inmuebles de Ivette, uno en la Avenida de la Ilustración y otro en López de Hoyos. Lorenzo Navarro agarró aquel caso como un asunto personal y, al consumar el hallazgo, pagó de su bolsillo una misa en honor de la difunta.
—Había que hacerlo. Cuando morimos, no somos nada salvo nuestra última voluntad—, reconoce.
Dice el hijo de Lorenzo Navarro —Guillermo Navarro, de 46 años— que su padre trabaja mejor con música clásica de fondo. Ellos son los abogados Navarro & Navarro, un bufete cuyo cometido es, en esencia, resolver el “enigma” de los herederos perdidos de los muertos. “De los muertos que no se acuerda nadie”, puntualiza. “Nadie salvo su comunidad de vecinos, claro, que empieza a acumular deudas cuando el individuo en cuestión muere y deja de pagar”, añade. Ahí es cuando Lorenzo y Guillermo “entran en acción”.
Según el Consejo General del Notariado, en 2023 se alcanzó un récord histórico en el rechazo de herencias en España, especialmente en la Comunidad de Madrid, que lidera las cifras nacionales de herencias adjudicadas al Estado con más de 7,3 millones de euros. En todo el país, de los 355.000 procesos tramitados, el 17% fueron sucesiones declinadas. “Es una tendencia que atiende a varios motivos”, cuenta Guillermo. “Por un lado, el aumento del valor de la vivienda debido a la inflación hace que suba también su valor catastral y, por lo tanto, también los impuestos a pagar por los herederos. Para familiares de tercer y cuarto grado, en muchas ocasiones ya no les compensa”, apunta. En Madrid, los hijos tienen una bonificación del 99%, mientras que para hermanos y sobrinos se sitúa ahora en el 25%. Los primos no gozan de bonificación alguna. “Por otro, la familia española tipo cada vez tiende más a desestructurarse, sobre todo en las ciudades. Las urbes tienen muchos más casos de soledad, la mayoría de casos que atendemos es gente que muere sola que llevan años sin saber nada de los familiares que les quedan”, reflexiona.
El proceso para encontrar a los herederos perdidos empieza con los Navarro intentando enterarse de dónde ha habido un fallecido sin beneficiario a la vista. Para ello, sus principales fuentes de información son las comunidades de vecinos y los administradores de fincas, sus colaboradores habituales. “Ellos detectan rápido los pisos vacíos, casi siempre son los que nos dan la voz de alarma por los olores, porque hay okupas o porque, sencillamente, el del piso en cuestión ha dejado de pagar”, declara Guillermo. Además, ofrecen una recompensa de 3.000 euros a cualquiera que les informe de inmuebles sin herederos. “Después vamos al Registro de la Propiedad para confirmar la identidad del dueño”, narra Lorenzo.
A partir de ahí comienza el juego. Antes que nada, acuden al Registro General De Actos De Última Voluntad para comprobar la existencia o no de un testamento. Si allí no está, solicitan un permiso que les habilita para buscar en la vivienda. En estos documentos póstumos han visto de todo. Por ejemplo, aquella mujer de Argüelles que dejó todos sus bienes a la Cruz Roja salvo un piso, que se lo concedió a otra señora llamada Yolanda. Yolanda no era más que una vecina cualquiera a la que la difunta apenas conocía de darse los buenos días y entablar un poco de conversación mientras paseaban a los perros en el parque. “Le debió mostrar algo de cariño y la nombró heredera”, expresa Lorenzo. El abogado pateó todas las aceras, todos los portales, todos los pipican del barrio, pero ni la mujer ni su perro aparecieron. “Yolanda fue un caso frustrado, el inmueble se lo quedó el Estado”, recuerda.
Cuando el testamento no se encuentra, los Navarro empiezan a reconstruir el árbol genealógico de un modo casi “detectivesco”. Se presentan en la vivienda, comienzan a rastrear en los alrededores, hablan con vecinos, conserjes, acuden a las parroquias más cercanas para consultar los Registros de Bautismo, se sumergen en el padrón y archivos municipales o pasean por los cementerios de la localidad para obtener alguna pista. Padre e hijo cuentan con un equipo de genealogistas que les ayudan en el proceso. Los familiares pueden estar por todo el mundo. También en Alaska, donde hace un tiempo viajó Guillermo para abordar a puerta fría al hijo de un fallecido al que pertenecía un piso por Plaza España. “La Guerra Civil, por ejemplo, separó a muchas familias. Nos encontramos muchos herederos en Latinoamérica. También en Francia, Alemania o Austria. Y hay que reunirlos a todos, para efectuar el trámite de una herencia tienen que estar todos de acuerdo”, comenta Lorenzo. “Terminamos siendo los árbitros del partido. Puede que existan enemistades vigentes, y con dinero de por medio ya sabemos que la gente no siempre es cabal”, agrega.
Llegado el momento, Lorenzo Navarro agarra el teléfono fijo de su despacho de la calle Gran Vía y hace la llamada por la que tantas veces suspira. Entonces, la voz de Lorenzo, segura y convincente, pregunta: “¿Es usted fulanito de tal?”. Una pregunta de pura cortesía, pues el abogado se ha demostrado a sí mismo muchas veces antes que esa persona es “fulanito de tal”. Cuando su interlocutor reconoce ser quien Lorenzo Navarro le dice que es, entonces va al grano y contesta con una frase sencilla:
—Tengo una herencia para usted. Soy Lorenzo Navarro, especializado en búsqueda de herederos. El tío Tomás ha muerto.
De primeras, muchos suelen desconfiar.
—¿Esto qué es?, ¿el timo nigeriano?— cuenta que le responden.
Pero no. Lorenzo habla en serio y una vez el heredero está avisado se le ofrece que el bufete realice la gestión de la herencia, de la cual ellos obtienen un porcentaje que varía en función de la complejidad del asunto. Guillermo afirma que en estos momentos tienen unos 700 casos en proceso de investigación y otros 500 en fase de tramitación. “Se les advierte de que, aunque parezcamos los Reyes Magos o el Gordo de la Lotería, una herencia hay que heredarla en bloque, con lo bueno y lo malo. Las deudas también van en el pack. España y Madrid en particular son lugares muy de herencias. A partir del 36 se fomentó mucho la propiedad privada. No existe la cultura del alquiler que hay en Europa. Conforme el nivel de vida subió, un sencillo trabajador de Vallecas, además de su vivienda, también se pudo comprar un apartamento en Torrevieja. Y ahí, amigo, ya vamos subiendo. El heredero se llevaría un pico nada desdeñable”, manifiesta Lorenzo.
—Y ahora, ¿Cómo crees que afectará la crisis de vivienda a las herencias?
—Si el alquiler sigue por las nubes, la gente intentará comprar y habrá herencias, aunque con unos impuestos de sucesiones cada vez mayores. Si las familias tienden a vivir más disgregadas, siempre habrá un primo al que le ha tocado una herencia que desconoce. Habrá trabajo.
En el ascensor de bajada a la calle, Lorenzo se ajusta la corbata, se recoloca la boina. Cuando le tocó jubilarse, pensó que convenía encontrar algún quehacer para evitar la “depresión”. Tardó poco en decidir que “su deber” era seguir haciendo exactamente lo mismo. Porque Lorenzo Navarro vive enganchado a su vida de “detective privado”. En la Comunidad de Madrid hay 465 letrados en activo con más de 80 años, según el Colegio de Abogados. “La rutina es mi vida”, dice después de comprar el periódico en el quiosco. “Mientras vives el caso, el misterio de quién demonios será el heredero de ese piso de Moratalaz se te mete en la cabeza y no sale de ahí. Una vez lo encuentro, ¡ay, amigo!, se me hace la luz”, se excita.
Después de comer en casa regresará al despacho y el viernes —como cada viernes— será el primero en llegar a los juzgados de Madrid. El sábado y el domingo está “más libre”. Son los días que Lorenzo dedica, mañana y tarde, a redactar demandas: su gran fetiche. “Hay que escribir como un gran narrador, saber relatar. Una buena demanda, aunque tu cliente no tenga la razón, gana muchos juicios”, sostiene el hombre, que tiene un caso en Melilla a punto de resolver.
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