Paisaje de sombras
El conjunto urbano donde se articulan el parque del Retiro y el paseo del Prado premiado por la Unesco ha perdido en muchos sentidos la diversidad con la que fue concebido
Hace poco, llamé a parte de mi familia para que se acercara a Madrid ciudad y visitáramos juntos lo que ahora casi todos llaman el Paisaje de la Luz. Que la Unesco lo haya sumado estos días a la lista del Patrimonio Mundial en la categoría de Paisaje Cultural ha conferido casi de inmediato al área más resplandeciente de la capital una nueva nomenclatura popular. Los que venían de fuera y los que vivimos dentro nos encontramos ese domingo reciente bajo el punto de la sede del Ayuntamiento de Madrid en el que por esas fechas solía lucir una bandera LGTBI+ y donde en los últimos tiempos ha quedado un vacío que grita muchas cosas.
Dentro del Palacio Cibeles, nos quedamos con las ganas de pasear bajo la bóveda de la Galería de Cristal, que permanecía cerrada en esos momentos. El edificio en su vista interior parece una gigantesca y hermosa escultura, con sus magnéticas vidrieras en el techo y los zócalos de azulejos de aire sevillano en sus escaleras. En él, Centro Centro recuerda en una exposición cómo era hace justo 100 años, entre otras cosas, ese ambicioso conjunto urbanístico ahora reconocido a nivel internacional. Y entonces recordé que el Museo de Historia de Madrid situado en Tribunal cuenta cómo Carlos III junto a la arquitectura de Ventura Rodríguez y Sabatini concibieron para este Paisaje de la Luz grandes edificios que albergaran el saber en su más amplio sentido. El Museo del Prado era entonces el Gabinete de Historia Natural y el Museo Reina Sofía lo ocupaba el Hospital General. El tiempo ha apeado a la ciencia de esta galería del conocimiento al aire libre. Hace muy poco, la innovación de Medialab Prado dejó a la fuerza su espacio en esta codiciada zona para que lo ocupe en breve un nuevo centro cultural, Serrería Belga, con una propuesta menos diversa, porque ya está ampliamente cubierta el Triángulo del Arte, y en favor de un concepto más turístico de la cultura. Probablemente, la uniformidad conceptual de este eje haya ayudado a convencer al comité de la Unesco para que Madrid dejara de ser la única capital europea ignorada por la institución.
Antes de terminar en un Parque del Retiro asediado por el sol, mi familia y yo hicimos el recorrido por el Paseo del Prado andando. Era un domingo poco común para un verano madrileño, con más gente de lo habitual en sus calles, a la espera de que uno o dos pinchazos les permitiera abandonar la ciudad sin remordimientos durante unas semanas. Aunque, de haber sabido de las recientes recomendaciones del alcalde Martínez-Almeida, hubiéramos afrontado el periplo en moto, emanando CO2 de pura libertad. La contaminación atmosférica del entorno fue una de las razones por las que Madrid estuvo a punto de perder este reconocimiento universal y la que, muy probablemente, ponga en riesgo la permanencia de esta distinción en un futuro no muy lejano.
Parece ser que el Paisaje de la Luz, aun manteniéndose magnífico, lo es también el de alguna que otra sombra.
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