Un esfuerzo que merecerá la pena
“Somos conscientes de que, como enfermeros, también debemos acompañar, cuidar y garantizar que el proceso de fallecimiento sea digno”, escribe el autor
Miro el reloj. Son las dos de la tarde, hora de poner dirección al hospital para llevar a mi pareja, Cristina, porque empieza su turno. Su primer turno poniendo su granito de arena para combatir al “bicho” que nos ha traído a Madrid desde Sevilla en menos de 24 horas. El mío comenzaba por la noche, justo después de terminar Cristina su jornada. Apenas nos ha dado tiempo a asimilar la situación actual, parece como si estuviéramos viviendo un sueño del que no podemos despertar.
Todo comenzó la mañana de hace unos sábados, cuando recibo un mensaje de Noelia, una amiga también enfermera en el que se reclamaban más profesionales. Llamé para saber si era verdad o simplemente un bulo, como otros tantos. Pero para mi sorpresa y la de Cristina, en apenas tres minutos teníamos un contrato durante un mes y medio (de momento) y lo aceptamos. Tal vez no éramos conscientes de esa “letra pequeña” que implicaba el hecho de venir a la boca del lobo. Pero si sabíamos que en momentos de necesidad, teníamos un compromiso social y ético como enfermeros al cual responder. Y eso hicimos. Aceptar este reto.
Llegado a este punto quisiéramos dar las gracias a nuestros padres, abuelos, hermanas y hasta mascotas, por comprender y aceptar la situación y la rapidez con la que ha acontecido todo. Agradecer de todo corazón a todas esas personas, que tras publicar un tuit, que irónicamente se hizo viral en pocos minutos, nos ofrecieron acomodo en sus respectivos hogares desinteresadamente, despreciando el riesgo de contagio por ser personal sanitario. A todos los que contribuyeron a la difusión y ofrecieron lo que tenían, gracias de corazón.
Las horas antes previas a llegar fueron un preludio de una ópera: incertidumbre, miedo, inseguridad…y a la misma vez ilusión, ganas y pasión por realizar lo mejor posible nuestro trabajo, aquel que elegimos voluntariamente, sabiendo que momentos como este llegarían. Y con una sonrisa todo se lleva mejor. Preparamos la maleta cual petate, algo de comida para los primeros días, y música suficiente para cinco horas en el coche. Este viaje comenzaba, sin fecha de finalización y con la mejor mujer que podía empezarlo, Cristina.
Tras unos días en Madrid nos fuimos dando cuenta de la situación real que estamos viviendo, después de estos primeros días de tantísimo trasiego y dudas, en general. Probablemente el peor momento está por llegar, y donde más flaquearan las fuerzas, sobre todo a nivel psicológico y de cansancio. Somos conscientes de que, como enfermeros, también debemos acompañar, cuidar y garantizar que el proceso de fallecimiento sea digno, siendo este el peor momento para nosotros como profesionales y personas. Pero no me cabe duda que este esfuerzo merecerá la pena. Mientras tanto, cabeza fría y corazón caliente. Juntos podemos.
Manuel Escobar es enfermero. Esta tribuna pertenece a la serie La Experiencia Personal, que EL PAÍS Madrid publica a diario durante la cuarentena por coronavirus. Puedes leer aquí otras experiencias, como las de Miguel Ezquiaga (Velatorio digital por el abuelo), Jaime Casal (La última videollamada), Celia Blanco (Funeral Malasañero), Esther Arroyo (“Liberar espacio: a mi abuela de 93 años la sacan de paliativos”), Miguel del Arco (¿Cómo estar tranquilo cuando sabes que tienes una plantilla?), Mariah Oliver (“Dos meses sin cobrar el sueldo”), Victoria Torres (La tribu se pone en marcha) o Juan José Mateo (Ojo, que tiene 38º).
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